Muchas veces me he cuestionado ¿hasta qué punto puede ser permitido el repudio, el odio, el fastidio y el sentimiento de desprecio y desagrado que un ser humano pueda llegar a sentir por otro? Aún así, como si de un principio 'moral' se tratáse, me absuelvo en respuestas que, como ser humano pensante, me permiten entrar en razón y hacer caso omiso a palabras necias. No siempre es así, y hoy les narraré justo una excepción.
Siendo las 2:03 a.m., hora local en Colombia, y en espera de iniciar semana, debido a la culminación de un fin de semana festivo, me dispongo a actualizar mi página de Facebook, como es habitual en mí en estos tiempos de "vacaciones universitarias". A pocos minutos de tratar de conciliar el sueño, me sorprende ver el estado de uno de mis contactos. Con gran asombro e indignación me contagió su sentir: desprecio.
Lo que compartía el colega, repudiando el acto, eran unas imágenes de un joven qué quiso sacar provecho de la dolorosa situación que afrontamos hoy en Colombia y por supuesto en mí territorio: el oriente antioqueño. Al joven, al parecer, se le hizo muy jocoso el naufragio de "El Almirante", que hoy enluta la zona de Embalses en mi subregión, y que consterna a miles de seres humanos dentro y fuera del país; a tal punto que se valió del poder mediático de las redes sociales para tomar una captura del vídeo donde claramente se observa el hundimiento de la embarcación y acompaña la misma de un mensaje que dice: "TITANIC PAISA".
El autor que compuso gráficamente su burla al dolor antioqueño y que ha logrado ser compartido más de 600 veces en su cuenta de Facebook, posee 4986 amigos y 1768 seguidores, sin contar datos de las otras redes sociales que haya podido usar. Su post fue realizado el domingo 25 de junio, dos horas más tarde de que sucediera el siniestro.
El uso desmedido de la internet ha permitido que personas inescrupulosas alcen su voz a niveles exhorbitantes en la ignominia; pues como alguna vez lo dijo Umberto Eco, "Las redes sociales le han dado voz a legiones de idiotas". Lo grave del asunto es que pasan a ser idiotas útiles en el mundo digital, porque gracias a sus actos virales se logran ganar su "cuartito de hora" y vuelven hasta rentable sus barbaries. Pues bien, creo que esto fue lo que me impulsó a escribir: ayudarle, de ser posible, al autor a que se viralice y que a sus plataformas digitales lleguen más mensajes y comentarios de los que imaginó alcanzar.
No soy quien deba enjuiciar su proceder; sin embargo, creo que todo ser humano debe ser consecuente con sus actos, con sus palabras y con sus letras, y hoy trato de serlo un poco con mi instinto, entregando una mirada de lo que es un irrespeto por la vida y el dolor humano; por lo demás, que le castigue su dios o su verdad.