Tiro tras tiro en el pie: ¿es consciente Petro?
Opinión

Tiro tras tiro en el pie: ¿es consciente Petro?

El riesgo no es la “venezolanización” sino el de un gobierno paralizado en un pantano

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junio 05, 2023
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La configuración de actores, los guiones y la escenografía de obras como “El asunto Benedetti-Saravia” o “Memorias de Day y Nico” corresponden a las de dramas delictivos mafiosos, dignos de una serie en Netflix. No son los primeros en Colombia, por supuesto, pero sí tienen algunos rasgos de originalidad.

Los rasgos de tipo mafioso no son, en absoluto, originales. La cultura del enriquecimiento rápido, de la ilegalidad, del financiamiento con dineros del narco, de bolsas y mochilas llenas de dinero, son elementos que han estado presentes en la política colombiana al menos desde comienzos de los 80 del siglo pasado. De manera que las amenazas del exembajador en Venezuela de revelar el origen de los $ 15.000 millones para la campaña en la Costa, aunque muy graves, no son novedosas (“Qué tal que uno diga quién fue el que puso la plata en la Costa”).

Algunos hablan de un  House of Card criollo y no estoy de acuerdo. En general, en la serie, no se dejan pillar. Los protagonistas, ávidos de poder, saben armar su cuento, comprenden la dinámica de la política y se salen con la suya, es decir, con la conquista del poder a como dé lugar, tejiendo y destejiendo alianzas a conveniencia, con cuidado y sin escrúpulo.

Acá lo que resulta increíble es que alguien que invirtió décadas de trabajo político en el Congreso, gobernando la capital (independiente de la calidad de la gestión en Bogotá que, en mi caso, considero deficiente, así como que el tema no es de ideología sino de competencia para gobernar; Antonio Navarro, de procedencia política similar a la del actual presidente fue premiado, en su momento, como mejor alcalde y mejor gobernador), fogueado en campañas políticas y en interlocución internacional, despilfarre su capital político y su espacio de maniobra en menos de diez meses de gobierno.

Se puede o no estar de acuerdo con Petro congresista, pero nadie duda de la calidad de sus debates y denuncias alrededor de épocas oscuras de violencia en Colombia y de eventos de corrupción costosos y dolorosos para la ciudadanía. Pero lo que está ocurriendo sí lleva un sello distintivo.

Lo original, verdaderamente propio, es la forma en que el gobierno Petro ha procedido a dispararse en el propio pie y, valga la metáfora, inhibirse para avanzar en sus objetivos. Autosuicidio, como diría el filósofo contemporáneo Nicolás Maduro, que acuñó el término por allá en el 2015 al rechazar el sistema cambiario único.

El más importante de todos los disparos al propio pie: la relación con sus colaboradores. Bien sea nombrándolos… o retirándolos.

La avidez y la ambición de algunos de los actores elegidos y la creencia de que su estátus es eterno, marcan el drama de estos días, una forma suprema del “fuego amigo”.


Parábola trágica: el hombre que, sin duda, ayudó a ganar la presidencia y el mismo que la puede sepultar. Benedetti cumplió sus amenazas


El caso de Benedetti, después de escuchar los audios de anoche, que no parecen producidos por la inteligencia artificial (no imagino a ChatGPT entrenándose en la vulgaridad del exembajador), es emblemático. Ni el enemigo más acérrimo podría haberlo hecho mejor. Parábola trágica: el hombre que, sin duda, ayudó a ganar la presidencia y el mismo que la puede sepultar. Benedetti cumplió sus amenazas.

Hay que decirlo: no hubo un manejo adecuado de parte del presidente. Más allá de las características morales y del impacto político y judicial que los audios tendrán, pareciera que el asunto se hubiera evitado otorgándole la chanfa que el señor quería en el momento indicado. No jugó Petro, entonces, a House of Cards, sino a mantenerlo a raya, en un puesto que no le gustaba, sin mermelada alguna, según se queja amargamente.

Lo de Laura Saravia más parece extraído de una metáfora budista. La ambición que se despierta por unos éxitos inesperados, que la hacen verse presidenciable, interlocutora y jefe de ministros, con capacidad de mandar al diablo a Benedetti, parafernalia de carros blindados, guardaespaldas, es decir, viviendo esa ficción que a muchos les convence de estar en un plano realmente superior al del ciudadano común, lugar del que proviene. Y, si se prueba, con la capacidad de incidir en la aplicación del polígrafo y, quizás, de realizar un par de chuzadas. Y bolsa, o bolsas de dinero, haciendo dudar a algunos si solo contenían los valores de los viáticos.

Pero hay otros hechos relacionados con el talento humano. Sigo pensando que la sacada de Patricia Ariza de Mincultura fue injustificada y grosera, además de innecesaria. Y que es una embarrada no haber nombrado, después de más de tres meses, al titular que la sustituyera. Absurdo no ganarse el gobierno a grupos de teatro, artistas, libreros, que están, con razón decepcionados.

La lista es ya larga. Ministros que siguen y no reman hacia donde el país lo requiere.

Más allá de la salida de José Antonio Ocampo, exitoso en el trámite de la tributaria, la forma como Petro lo ha maltratado (“me metieron los dedos en la boca”) no es justa. La cantidad de viceministros que dejaron oportunidades para trabajar con el gobierno, de directores que apenas estaban conociendo sus cargos, son dramas humanos de los que nadie habla.

Declaraciones de congresistas, unos contra otros, una que denigra de las “sirvientas”, no hacen más que ilustrar el fuego amigo.

El saldo: muy baja gobernabilidad, muy baja probabilidad de sacar reformas adelante, amén de los problemas de contenido en algunas de ellas que requieren, urgente, corrección.  Sin enmienda, sin obrar como el presidente no solo de quienes votaron por él, el deterioro está cantado.

El riesgo no es la “venezolanización” sino el de un gobierno paralizado en un pantano.

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