El título de esta nota corresponde a un muy antiguo dicho popular, que se usaba y aún se usa para describir el comportamiento solapado, calculador y tramposo de aquella o aquellas personas que deliberadamente obran con disimulo o a la sombra, y que tras verse sorprendidos públicamente como autores de una incorrección previamente cometida con toda la intención afirman no saber nada al respecto, evadiendo su responsabilidad.
La anterior definición le calza a la perfección a los infamantes apoyadores del nada disimulado intento de golpe de Estado institucional, quienes, con sus ahora negadas firmas, intentaron colar un “proyectico” de malintencionada reforma constitucional y que, gracias al masivo rechazo de la opinión pública de base, debió ser retirado, por ahora, de la actual agenda legislativa del congreso colombiano.
Una vez fueron puestos en evidencia, casi que al unísono decidieron asumir una posición de padres desnaturalizados del no nato engendro legislativo. Casi todos reconocieron que firmaron el proyecto, pero solo por partes. Otros afirmaron, sin asomo de vergüenza alguna, que eso no fue lo que firmaron. Y otros más, como el H.R. del Cauca, Don Carlos Bonilla, con la mirada en lontananza y en pose de prócer, manifestaron su repulsa a tan antidemocrática iniciativa, que él a estas horas no sabe cómo fue que terminó firmando.
Al momento de escribir estas líneas, una ciudadanía indignada, que ahora es mayoría, aún sigue a la espera de una declaración contundente del encargado de la presidencia de Colombia y de su partido, frente a esta intentona golpista. Esperan un pronunciamiento en contra de este accionar politiquero y servil de sus aliados y una clara señal de no repetición de este tipo de intentos golpistas, ya que las rebuscadas y bobaliconas respuestas y excusas de los autores del malhadado proyecto de prolongación de periodos de altos dignatarios de todas las ramas del poder público colombiano, no convencieron a la mayoritaria opinión pública de base.
Si bien es cierto que días antes, ante la insistencia de algunos comunicadores sobre la posición oficial del gobierno nacional frente a lo que en ese entonces era una especulación periodística, los voceros oficiales manifestaron con mucha vaguedad una especie de desacuerdo. Incluso, el exsenador Uribe, ahora disfrazado de demócrata, manifestó su rechazo ante la posibilidad de progreso de esta iniciativa. Es claro que el silencio oficial y su negativa a descalificar a quienes intentaron colar el proyecto ha dejado en el ambiente una especie de desconfianza generalizada frente a las verdaderas intenciones de la derecha colombiana de mantenerse en el poder, como sea, tal como la han venido haciendo desde hace casi 20 años.
Desde tiempo atrás, desde la época de Teodolindo y de Yidis, el uribismo ha venido buscando distintas formas, legales e ilegales, de mantener su hegemonía, echando mano de oscuros y muy controvertidos personajes, tales como los directores de las también discutidas Fedemunicipios y Fededepartamentes, ahora reemplazados por los cuestionados representantes a la Cámara, por lo que ronda la idea de que este no será el último de los intentos del uribismo, de mantenerse al mando de Colombia.
La verdad es que la repulsa generalizada de este vulgar intento de lambisconería legislativa, protagonizada por los amigos multicolores del uribismo, no fue una reacción espontánea ante alguna filtración periodística; fue el resultado de una especie de hartazgo de estas prácticas politiqueras que ya se venían prediciendo por muchos analistas y hasta por este humilde servidor desde tiempo atrás (ver: El intento de golpe de Estado institucional y este video de Facebook).
Ojalá esta masiva respuesta de las ciudadanías decentes no sea un mero chispazo de indignación colectiva y se prolongue en esa dudosa memoria cortoplacista que tenemos los colombianos, para no permitir la reelección de personajes como los ahora, tristemente famosos, representantes a la Cámara. Es necesario que, junto a ellos, también se castigue electoralmente a otros tantos, que cohonestan con la corrupción, con el atajo y con lo indebido. Para el caso del departamento del Cauca, el accionar del representante Bonilla no es un caso aislado, a él lo acompañan célebres colegas, como el también representante J.J. Cárdenas, padre putativo de la doble militancia en Quilichao, así como controversiales precandidatos como el exgobernador Campo, que aún debe ciertas explicaciones de su accionar como funcionario público, antes de proseguir en sus reuniones con los ex del resto del país. No vaya y sea que sigan por ahí tirando la piedra y escondiendo la mano.
Adenda. Ahora después de la vergüenza nacional de los lambiscones representantes a la Cámara, han aparecido otros personajes recién llegados al escenario político local posando de indignados, señalando con impostado acento su rechazo a quienes hasta hace pocas horas fungían como sus papás políticos. Esos mismos personajes no han dicho ni mu frente al tramposo accionar de los colegas de sus papás políticos que ayudaron a ganar tramposamente a sus candidatas y candidatos a cargos uninominales.