Vivimos un mundo donde el uso de la mentira, se ha convertido en un arte para manipular a la gente, aprovechando el alcance que brinda el internet a través de las plataformas de las redes sociales, y el uso de otras tecnologías muy poderosas. Twitter, Facebook, Instagram, Tik Tok, entre otros, se han convertido en los medios para llegarle a millones de manera personalizada, con información falsa o manipulada, utilizando los avances de la Inteligencia Artificial y el manejo del big data.
Lo que comento en el párrafo anterior, no es nada nuevo. Es un tema que cada vez ocupa más la atención pública por los efectos perversos que se están produciendo, gracias al mal uso que se ha hecho de estas plataformas, por parte de políticos e “influenciadores” sin escrúpulos. Un caso emblemático es el de Trump, a quien se le suspendió el uso de Twitter por la manera desvergonzada con la que vendió mentiras para manipular la mente de millones de estadounidenses...
Sin embargo, muy poco se ha escrito sobre el por qué le damos tanta credibilidad a las mentiras e irresponsablemente las compartimos. La respuesta a esta gran inquietud, está comenzando a tener más espacio a nivel académico, con el concurso de áreas muy diversas como la psicología, la sociología, la neurociencia, entre otras disciplinas.
En momentos de altos niveles de polarización, como los que hoy vivimos en Colombia, el entender el porqué somos tan vulnerables a las mentiras y sus consecuencias, se debería volver un tema de pedagogía y discusión abierta. La gente tiene que estar cada vez más consiente y prevenida de estas dinámicas para evitar ser manipulada.
En la psicología se han estudiado muchos sesgos cognitivos que nos hacen más expuestos a creernos cosas que son falsas. Los estudios que se han hecho al respecto, muestran qué hay una mayor disposición a creer en las mentiras que en las que no lo son, especialmente si las primeras resuenan con las creencias y valores de la persona. Esto hace que esta información se grave en la memoria y sea recordada con mayor facilidad.
Nuestro sistema cognitivo nos predispone a las falsedades. El cerebro está expuesto a una avalancha de información. Por esta razón, busca atajos para darle sentido y procesar lo que le llega desde el exterior. El resultado nos sirve para formarnos una opinión, hacer juicios y tomar decisiones. Esto se realiza sin que haya un proceso consciente que cuestione las conclusiones a las que llegamos.
Quienes han estudiado el tema a profundidad, han demostrado que la gente por defecto, tiende a creer cualquier cosa que ve u oye. Esta reacción natural tiene sentido, porque la mayoría de las cosas que percibimos, son ciertas. Pero además, esta tendencia se refuerza con otra realidad.
Joseph Goebbels, quien fuer el ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Hitler, hizo famosa la frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”. Este genio de la propaganda nazi, entendió que la repetición hace más familiar, cercano y creíble el mensaje. Se crea “el efecto ilusorio de la verdad”, que le facilita a la gente el entendimiento de una idea familiar, porque se asume qué hay alta probabilidad de que lo sea verdad.
En el entorno actual de “las noticias falsas o fake news”, el atajo que usa el cerebro lo hace muy vulnerable a las mentiras de los políticos, que sin rubor alguno, utilizan las redes sociales para vender sus ideas y atacar a sus enemigos. Especialmente, cuando esta desinformación se adapta a la visión del mundo y el sentido de identidad de la audiencia. Se aprovecha el sesgo de “la confirmación” que favorece la información que refuerza las creencias existentes.
Esta estrategia es todavía más potente, cuando tiene un alto contenido emocional, que facilita “la aceptación de lo recibido” como verdad. Es más sencillo y requiere menos esfuerzo que presentar la realidad envuelta en datos y estadísticas.
Las investigaciones también han demostrado que, una vez la desinformación ha penetrado el cerebro, es muy difícil de cambiar, aún si la persona quisiera saber la verdad. Es lo que los expertos denominan como “el efecto continuo de influencia”. La razón: porque la falsedad no se elimina del cerebro cuando se tiene la verdad. Ambas cohabitan y compiten por la memoria.
El investigador y psicólogo cognoscitivo Stephan Lewandowsky de la Universidad de Bristol en Inglaterra, explicaba que: “es prácticamente imposible desde la perspectiva cognoscitiva, escuchar algo, entenderlo, y al mismo tiempo, no creerlo”. Se requiere un esfuerzo adicional de marcar esta información como falsa y recordarla. En el tiempo este esfuerzo se desvanece y queda la información inicial..
Combatir la desinformación o las noticias falsas es aún más difícil, cuando estas refuerzan el sistema de creencias y la identidad de una persona, que están sustentados en sus modelos mentales. Estos son conformados por los supuestos, los valores y las creencias desarrolladas a lo largo de la vida. Son los filtros que se usan para darle sentido a lo que sucede en el entorno de esta persona. Por esta razón, eliminar una mentira o desinformación que refuerza el modelo mental, es aún más difícil.
¿Qué hacer cuando la desinformación ha venido aumentando exponencialmente? No es suficiente “desacreditarla”. Según el investigador Lewandowsky se necesita preparar al cerebro para que la reconozca como una mentira, y así inocular el sistema inmunológico psicológico contra los ataques vírales de la desinformación.
En un trabajo reciente con 30.000 personas, se utilizaron a manera experimental 7 videos cortos, que les explicaban las técnicas más comunes de manipulación y les advertían sobre la desinformación que iban a recibir: la incoherencia, las dicotomías falsas, el chivo expiatorio, ataques ad hominem, y el lenguaje emocional manipulativo. El resultado muestra que esta pedagogía sencilla hace que la gente se vuelve más escéptica y prevenida contra la desinformación.
Pero también, se mostró que es importante pedirle a las personas que le ponga atención a la precisión de la información recibida en las redes sociales . Esto evita que la gente comparta desinformación a la ligera y de manera irresponsable.
La confusión, la incertidumbre, el miedo y el sentido de impotencia que hoy tenemos en Colombia han sido estimulados de manera deliberada durante la reciente campaña política que llevó a Petro al poder. Mi apuesta es que el uso de las famosas “bodegas”, desde donde se multiplican las mentiras y la desinformación, redoblarán su esfuerzo para vender una imagen del nuevo gobierno y descalificar a quienes no estén de acuerdo con él. Por esta razón este blog pretende abrir un espacio sobre la necesidad de generar dinámicas pedagógicas para no caer en la trampa de “las fake news”.