Mientras maquila el café que ha traído a Bogotá desde su pequeña finca de Viotá, en la zona Tequendama Sur de Cundinamarca, Arnulfo Farfán, un “cafetero desde antes de nacer”, que ya ronda los sesenta, con voz pausada y segura va hilvanando las cifras del mercado internacional con la brutal caída de los precios, que tienen a más de medio millón de familias cafeteras al borde de la desesperación, con razón. Sus ingresos han disminuido tan dramáticamente como que la carga se paga hoy a menos de $700 000 cuando en julio del año pasado estaba en $849 000.
En la bolsa de Nueva York o en la pequeña finca cafetera de las montañas andinas la cara ya tiene el signo de la crisis. El precio del café se descolgó la semana pasada por debajo de la barrera sicológica de un dólar por libra, a 97 centavos, su peor nivel en 12 años, y en la bolsa de Londres donde se transan las robustas la situación es aún peor. “Dan ganas de llorar”, comenta un analista.
Como en la tormenta perfecta, se han alineado las realidades y expectativas de una gran producción mundial con una tasa de cambio “que no ha ayudado” y las movidas de los especuladores en los mercados de futuros.
"Se propusieron y lo lograron. Los Fondos de Inversión tenían en su mira bajar el precio de la Bolsa por debajo de 1 dólar la libra. Mientras unos pocos ricos de Wall Street llenan sus bolsillos de plata, 25 millones de familias que viven de producir café, se mueren de hambre", trinó el 20 de agosto el gerente de la Federación Nacional de Cafeteros, Roberto Vélez Vallejo.
Efectivamente, en bolsa, la posición de venta de futuros es actualmente la más grande de la historia. Luis Godoy, prestigioso experto en riesgo y gran conocedor del mercado cafetero describe así la situación: el informe semanal de US Commodity Futures Trading Commission (CFTC), registra al cierre del viernes 14 de agosto que los fondos de inversión tenían 34 821 contratos de compra (apuestas al alza) y 132 548 de venta (apuestas a la baja). Un neto de 97 727 contratos de venta, cifra nunca registrada. Dado que un contrato representa 37 500 libras de café verde, con sacos de 60 kilos esas posiciones de venta corresponden a 27,7 millones de sacos. Como quien dice ¡casi dos veces la cosecha colombiana que se estima en 14 millones de sacos!
Como suele suceder, en las crisis se suele buscar un malo del paseo, y en esta se llaman especuladores. Aquellos que registrados como tales en bolsa, desde los computadores hacen sus apuestas sin ver un solo grano de café. Pero también es cierto que ellos se mueven por expectativas con asideros reales. En este caso, la enorme producción mundial. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos en su informe de junio la estima en 102 millones de sacos de arábicas y 72 millones de robustas para el período 2018-2019. ¡174 millones de sacos frente a los 152 millones de 2015-2016! Ahí está el detalle. La producción está creciendo a pasos de animal grande, y el consumo de 157,6 millones en 2017 aumentando a un modesto 1,9 %.
Un pequeño repaso de lo que está sucediendo muestra una supercosecha en Brasil de 60,2 millones de sacos, la de Vietnam de 29,9 millones, y la recuperación de los productores centroamericanos, con Honduras a la cabeza, tras la devastadora roya de los últimos años.
En la mente de los cultivadores de Colombia las cifras no cuadran. La mano de obra ha subido 5 %, los insumos -en especial los fertilizantes- 8 %, los ingresos cayeron 13 % en el primer semestre de este año, la rentabilidad es negativa, se está trabajando a pérdida.
En la crisis no hay espera. Desde ahora se han empezado a buscar planes de choque y alternativas a mediano plazo. Entre las primeras están un fondo de sustentación de precios o uno de estabilización que impida los fuertes vaivenes. Ayer, tras una reunión de cinco horas el gobierno aceptó destinar $100 000 millones para sostener el precio de la carga.
Para actuar frente al mercado internacional las acciones son de otro tenor. El renovado liderazgo de Colombia en cabeza de Roberto Vélez Vallejo estaría orientado a lograr reunir los productores para actuar conjuntamente frente a la oferta. Retener café es una opción dramática que podría estar sobre la mesa. Reuniones ya se han hecho. En Medellín se realizó recientemente un foro mundial con la presencia del economista Jeffrey Sachs, un experto en desarrollo, reconocido por su lucha contra la pobreza. Sachs está elaborando un estudio para revisar la cadena de la industria y ver cuánto se está quedando en ella.
La idea de la unión de productores recuerda el Pacto Mundial que funcionó impulsado por el presidente John F. Kennedy en 1962 y que se regía por cuotas en un acuerdo que tenía como contraparte a los consumidores. Las cosas son distintas: hoy no está Kennedy sino Trump. Pero la sociedad también es distinta: los millennials de este siglo tienen una más sensible conciencia social, una más sensible conciencia medioambiental. Que la industria se una a la cruzada de no pagar “precios de hambre” es algo que está por verse. Difícil, pero no imposible.
En búsqueda de mejores precios los esfuerzos se mantienen en la promoción de los cafés especiales que se pagan mucho mejor en el mercado internacional, y en Colombia también tienen una prima de calidad. Desde una microempresa de comercialización de cafés especiales, quien esto escribe ha sido testiga del empeño de muchos caficultores en lograr esa taza de excelencia, de mostrar con orgullo los certificados que acreditan sus prácticas acordes con el medio ambiente, de lograr las intensas y aromáticas notas que hacen de su producto uno de muy alta calidad, de manejar el balance para conseguir un tesoro en una taza. Esos caficultores están hoy en muchas regiones, en el macizo colombiano de Nariño con el café de altura, en las veredas del Huila, en Isnos, Oporapa, la Ulloa, en Timaná, en Andes Antioquia, en la Mesa de los Santos santandereana, en el Tolima, en el eje cafetero y en cada vez más municipios.
Esta es una semana clave para encontrar una salida a la crisis. El café ya no es nuestro principal producto de exportación, del 55 % en 1978, pasó a 9,6 % de las exportaciones tradicionales (informe Banrepública julio-julio 2018), pero 560 000 familias están pendientes de ello. Hoy tienen el respiro que les ha dado la decisión del gobierno Duque que se “meterá la mano al dril” para sostener el precio interno, que no da ni para pagar las deudas. Porque como decía en la tostadora de don Pedro y doña Miriam, Arnulfo Farfán, quien busca el 9 de septiembre la reelección en el Comité Departamental de Cafeteros de Cundinamarca: “Hoy los cafeteros estamos lejos de vivir dignamente”.