Timochenko: “Con la ‘honestidad’ que caracteriza a las Farc”
Opinión

Timochenko: “Con la ‘honestidad’ que caracteriza a las Farc”

El pueblo colombiano debe aprovechar este momento para mirarse a sí mismo y saber que la paz solo depende de él, sus actos y su voto en las urnas

Por:
junio 28, 2017
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Háganme el bendito favor la frase que se gastó ayer Timochenko. Cuando dijo “con la honestidad que caracteriza a las Farc”, se me olvidó el resto. Yo que le había puesto un poco de fe al acto de dejación de armas de ayer, al cierre del acuerdo de cese al fuego entre el gobierno y el cincuentón grupo guerrillero (¿exguerrilla?), quedé plop solo con eso. ¿Por qué? Pues porque si eso se dice en el discurso del punto de partida para encontrar la paz, de verdad no estamos en nada.

Cuando se tiene el cinismo de hablar de honestidad como si se fuera el adalid de la redención de un pueblo al que extorsionó, al que le asesinó a los suyos, al que le explotó las entrañas dizque en pro de él, nunca se halló el camino… ¡Pfffff!

Pero nuestro presidente también tuvo sus frases. Me quedé sobre todo con las de cierre: “Estaremos a la altura…”, “no dejemos perder este momento”, “somos una sola nación”… La única altura en la que pienso es en la del pueblo colombiano que tiene que aprovechar este momento para mirarse a sí mismo y saber que solo depende de él, de sus actos y de su voto en las urnas… ¡Nada más! ¿Que “somos una sola nación”? ¿Y entonces por qué el presidente habla como si quisiera persistir en dividirla?

 

No hay palabra que cause más jartera que ¿paz!
Porque alrededor de ella se polarizó más al país;
se calumniaron unos y otros; su uso ha sido manipulador

 

Nadie en Colombia está en contra de la paz, todos la quieren, pero increíblemente no hay palabra que cause más jartera que esa, ¡paz!. ¿Pero saben por qué? Porque alrededor de ella se polarizó más al país; porque alrededor de ella se calumniaron unos y otros; porque su uso ha sido manipulador; porque es la más utilizada políticamente hablando y porque alrededor de ella se está desangrando económicamente a un país que ya no aguanta más con los impuestos y que es testigo impotente de que nada, nada se puede hacer o nada se atreven a hacer contra la corrupción de quienes los gobiernan o quienes los representan… y esta última sí es un mea culpa.

Supe por personas que han ido a las zonas de concentración de los exguerrilleros que están peor que en una cárcel y que, tal como dijo Timochenko ayer, el Gobierno les está incumpliendo… Pero su plana mayor exsubversiva también. Señores, ¡no hay plata! ¡N-o  h-a-y  p-l-a-t-a! ¿Qué va a pasar? Ni idea, ¡pero qué bomba de tiempo!

Con la frase: “Adiós a las armas, adiós a la guerra, bienvenida la paz”, cerró el presidente. Sepan que me alegra infinitamente que ya no haya matanzas, que se salven vidas… pero esas son las de las balas. ¿Dónde quedan las de la justicia social? ¿Esas que por la corrupción de todos los gobiernos se apagaron y seguirán sacrificándose, y no se ven acciones en su contra? La vilipendiada paz la construimos nosotros, o la construimos nosotros. No hay de otra.

Por eso, hoy más que nunca estoy convencida de que para que este país tenga realmente paz, hay que hacer dos cosas fundamentales: 1) Cambiar a toda la clase política, incluido el nuevo movimiento de las Farc que ya viene corrupto desde el narcotráfico que ha respaldado su subsistencia, que todo lo compra y que fácilmente adherirá a las prácticas de la mayoría de políticos hoy; 2) Convencernos de que somos los colombianos desde nuestros corazones, desde nuestros trabajos, desde nuestras familias, desde nuestros votos quienes tenemos que trabajar la paz verdadera. Esa que sabemos que sale de nosotros mismos con el respeto por nosotros y por los demás en todos los sentidos, no la que no se da tras la firma de un papel.

¡La paz verdadera depende de cada uno de nosotros!

¡Hasta el próximo miércoles!

 

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