En pleno proceso de construcción de la paz y de implementación del componente político de los consensos alcanzados entre el gobierno del señor Santos y los dirigentes de las Farc, su principal líder, el hoy candidato presidencial Timoleón Jiménez o Rodrigo Londoño Echeverri, ha iniciado las labores electorales y políticas para exponer ante la sociedad civil nacional sus propuestas e iniciativas en el marco del contenido del acuerdo firmado con el gobierno nacional para poner fin al conflicto social y armado.
Su presencia pública es parte de una acción política sin las armas y en los términos de la democracia ampliada que se ha consignado en los textos firmados en la Mesa de La Habana y en el Teatro Colón de Bogotá.
Es el salto de la letra a los hechos a la cruda realidad de la sociedad. La paz es puesta a prueba con estos actos de presencia política en el tejido social realmente existente. En el papel todo luce muy bonito, pero en el campo de la realidad, del cumplimiento de los acuerdos las cosas son a otro precio. Ya sabemos lo que está sucediendo con la implementación de los distintos campos establecidos. No hay reforma agraria rural integral, todos los días asesinan líderes sociales, las zonas veredales fracasaron, la reintegración es un desastre, la inseguridad jurídica de los guerrilleros es puro humo, la erradicación violenta de la coca se prioriza sobre la sustitución, los grupos paramilitares campean en las zonas de conflicto, la Justicia Especial de Paz quedó hecha trizas y la guerra se prolonga al agudizarse el conflicto con el ELN por el afán del gobierno nacional de precipitar la entrega de las armas del principal destacamento de la resistencia popular vigente.
El espejo de una implementación de la paz trucha y desviada a los fines del modelo neoliberal y la hegemonía oligárquica provocan la desconfianza histórica y el recelo político natural entre las masas agrarias y populares que con sorpresa y espanto miran asombradas la vulgar manipulación que las casta dominantes hacen del tema de la superación del conflicto social y armada. Por supuesto, se impone la cautela, la prudencia, la defensa y el cuidado de los acumulados políticos alcanzados con sangre, sacrificios, inteligencia, organización y destreza del movimiento popular en sus múltiples manifestaciones.
Al inicio de sus labores, después del retorno desde la capital cubana, la agenda de Timochenko se focalizó en varios municipios del departamento del Quindío, región de donde es oriundo Londoño, suelo en el que transcurrieron sus primeros años de vida y se estructuraron las bases de su subjetividad política revolucionaria.
Las actividades programadas se anunciaron con antelación por los medios regionales de comunicación y las redes sociales. Londoño visitaría Armenia, Génova, Tebaida, su pueblo natal, Quimbaya y Filandia.
Su recorrido preliminar por la capital departamental, la ciudad de Armenia, se proyectó en los sentidos de la convivencia y el debate público democrático y civilizado. En los sentidos de propiciar los pactos políticos para la paz que se consignaron en el Acuerdo final, de los cuales ya se han firmado algunos en municipios de los Llanos Orientales.
Sin embargo, en algún tramo y momento de su recorrido fue objeto de una brutal arremetida, a la manera de un “putsch fascista” en el que participó una turba, de esos que se mueven sin rumbo en el espacio público por efecto de la crisis social y económica, convertidos en ciego instrumento de fuerzas políticas organizadas, que reposan en la cotidianidad de la retícula dominante en la esfera local, obviamente con el respaldo del militarismo camuflado en los institutos públicos de la defensa que operan en el Quindío.
No tengo la menor duda de que el grotesco y violento episodio, manifestación de la cruda intolerancia de quienes insisten en mantener la guerra, no constituye un acto espontáneo de los pobladores de allí. Se trató de una movida previamente planificada con claros fines políticos regresivos para empañar la implementación de los acuerdos de paz mediante el insulto, la amenaza, el linchamiento, el miedo y el terrorismo. Es imposible no traer a la memoria los infames actos del führer Adolfo Hitler en la Alemania de los años 20, antes de su asalto al poder acompañado de masacres y el exterminio de los comunistas. O a las violentas campañas de los famosos “Leopardos” de Manizales, liderados por Silvio Villegas en Caldas y Manizales, durante los años 30 del siglo pasado, para desatar la violencia contra los liberales y el naciente partido comunista, que cimentaron las bases de la violencia chulavita de los años 50 organizada por Laureano Gómez en su visión sectaria corporativista y franquista.
En lo ocurrido en la Calle Real de Armenia llama poderosamente la atención la manera como se ha instalado en la zona cafetera, por parte del señor Uribe Velez y sus poderosos seguidores, una nueva modalidad de violencia política que se maquilla como de “resistencia” a la paz democrática. Es terrible lo que en adelante pueda ocurrir en un territorio que padeció las peores formas de violencia en los años 50 del siglo pasado. No hay que olvidar que cuando termino la violencia en el espacio cafetero del Quindío, Caldas y Norte del Valle del Cauca en los años 60, se apagó en gran medida la violencia en todo el territorio nacional. El señor Uribe está alimentando un descomunal fantasma que nos puede llevar a peores cosas. Y lo hace en complicidad con la conocida “mano negra” de encumbrados personajes locales entre quienes figuran los Moreno Jaramillo, Niño Díaz, Ricardo Arias, Toto, Sandra Paola Hurtado, Gildardo Ceballos y otras fichas de la mafia de las drogas del Norte del valle enquistadas en el tejido social local.
Por fortuna la reacción de Timochenko fue serena y relajada, al igual que la de sus acompañantes. No cayeron en la provocación. Timochenko la tiene clara; sabe que son muy grandes los desafíos, su accionar no será fácil y lo de Armenia, repetido hoy en Quimbaya, es una muestra de los obstáculos que debe superar su acción política civilista y democrática.
Como quindianos expresamos toda nuestra solidaridad y apoyo a sus actividades proselitistas y populares. Acompañamos su tarea de construcción de la paz que quieren impedir estos vándalos del fascismo paramilitar organizado por el señor Uribe y sus subalternos en el eje cafetero. ¡Adelante Timo! Habrá tiempo y espacio para debatir en otros ámbitos eventuales errores y omisiones que la ultraderecha intenta capitalizar para destruir la paz.
No es sano llegar al Quindío mostrando cierta ingenuidad, como un prepotente héroe vencedor, ignorando que allí todo sigue igual, que nada ha cambiado en el contexto de la cultura política conservadora dominante. En estas actividades proselitistas lo aconsejable es ir con mayor modestia y sentido de la realidad. El marketing electoral brasilero utilizado por Carlos Lozada como responsable del tema a nivel nacional, no parece lo más adecuado para atraer las múltiples manifestaciones del campo social y popular que aún es receloso, sobre todo frente al sectarismo y la arrogancia en la que hacen Hincapié (un tal Germán) viejos elementos de una izquierda dogmática, vengativa, oportunista y clientelar, bien enchufada en cargos públicos como pensionados, que se aprovecha de estas coyunturas para golpear y desconocer vengativamente los liderazgos que no se encuadran en una vieja tradición caracterizada por la mediocridad y la falta de imaginación que florece en los ambientes doctrineros de manual y cartillas fanatizantes e irracionales y sin ningún elemento crítico.
Decir por último, que no de último, que es necesario impulsar un gran pacto político por la paz en el departamento del Quindío tal como se dejó establecido en los acuerdos. Un pacto en el que participen, sin exclusiones, todas las fuerzas vivas, empezando por el gobernador del Quindío, quien actualmente es el presidente del Ocad de paz, recientemente creado por ley. Es a él a quien corresponde hacer esta urgente convocatoria. En ese pacto por supuesto debe participar la Fuerza Alternativa del Común con sus delegados, además de los representantes de todas las organizaciones sociales y populares.