Ningún político se resiste a hacer promesas que no puede cumplir
(Francis Joseph Underwood, presidente de Estados Unidos en la serie “House of Cards”)
Nuestra participación en política —que no se puede medir de manera exclusiva con el voto, pero es un indicador— está marcada por la abstención. Según Portafolio, el 48,57% de los electores participó en las pasadas elecciones para Senado y Cámara en Colombia el pasado 13 de marzo de 2022. Es decir que no asistieron a las urnas el 51,43%.
Según El Tiempo, el 53% de los votantes participaron con su voto en la elección de Duque como presidente, tanto en primera como en segunda vuelta. Ponderando el asunto, la mitad de los posibles votantes en Colombia no vota, no participa, no elige.
Esta apatía por los procesos electorales, que es histórica en nuestro país, refleja de alguna manera la desconfianza —también hay mucho de ignorancia o falta de formación política— en nuestros políticos. Desconfianza que se ganaron a pulso. Ellos solitos se muestran como son en tiempos de campaña.
No por lo que dicen de sí mismos, sino por lo que dicen sus rivales del otro. Un solo ejemplo: viral es el video donde César Gaviria repite: “Uribe mentiroso, Uribe mentiroso”. Pero sin importar su vehemencia en campaña contra Uribe, el dueño del Partido Liberal se alió con el paisa en la presidencia.
Todos los candidatos que hoy compiten por la presidencia en este bello país son mentirosos. Unos más cínicos que otros. Unos mejores actores que otros. Unos más falsos que otros, pero todos mienten con sus promesas. Con su promesa fácil de hacer —con las que Francis Underwood dice que no se pueden RESISTIR—.
Esa promesa de acabar con la corrupción, sin decir el cómo. Esa de responderle al joven inquieto, en vivo y en directo, que van a dar educación de gratis y de mucha calidad. Esa promesa de pensión para todos. Esa promesa de una salud digna. Esa promesa de empleo, también digno. Esa promesa fácil de decir “de más empleo, menos impuestos”. Esa promesa de que las mujeres, los campesinos, los indígenas, los desplazados, los trabajadores van a tener una mejor calidad de vida. Esa promesa fácil de lograr la paz y la convivencia entre los colombianos.
Para no mencionar sino algunas falsas promesas. Las campañas políticas son procesos de mercadeo. Igual que hacen con el jabón y las gaseosas, los asesores de propaganda política, pretenden vender un producto. Crear una imagen, posicionar una marca. Crear un estadista digno del solio de Bolívar, para el caso nuestro.
Esta labor de mercadeo, más la apatía de la mitad de los votantes que no participa, son los culpables (sin tener mucho espacio aquí para un análisis más profundo) de que muchos ineptos, corruptos, incapaces, inmorales, inhumanos, desleales, deshonestos… hayan sido elegidos para ocupar cargos en nuestra vida política que no se merecían, como presidentes o congresistas.
Si queremos saber la calidad del jabón y la gaseosa, hay que probarlos. Igual hay que hacer con el político. Hay que probarlo, más allá de sus promesas. Los candidatos actuales a la presidencia ya los probamos. Ya fueron senadores, alcaldes o gobernadores. Hay que saber cómo gobernaron o cómo legislaron. Como al jabón y a la gaseosa, a los candidatos, hay que compararlos.
Hay que saber de qué partido provienen. Quiénes son sus aliados, porque los políticos no tienen amigos. Pero, sobre todo, al momento de hacer esta elección -esta compra- hay que saber el precio.
La mayoría de estos elegidos, del pasado reciente, nos han salido muy costosos por su ineptitud, falta de liderazgo, falta de empatía por los que nada tienen, para no mencionar los intereses mezquinos de la mayoría.
Yo ya hice mi elección, espero hagas la tuya sin dejarte impresionar de las falsas promesas o de los miedos, a la competencia, que nos infunden los genios de la propaganda.