Está claro que hubo cosas muy oscuras en las elecciones del pasado 11 de marzo. Fallas tan graves como la falta de tarjetones o el manejo de los formatos E-14, lo que tiene loco a más de un candidato, son hechos que —al menos en el papel— deberían dar para una renuncia inmediata del Registrador Nacional y algunos regionales.
Pero más que eso, preocupa el estado al que hemos llegado los colombianos como sociedad. La degradación casi rampante de la ética, justo en este país donde todo nos gusta por la fácil, y más en materia de política cuando de llegar a un cargo se trata sin importar por encima de quién haya que pasar, lo que ha derivado en esta polarización casi maligna a la que hemos llegado.
Una vez terminadas las pasadas elecciones, que solo son pálido termómetro de las presidenciales que se avecinan, las redes sociales se plagaron del triunfalismo de la derecha, porque hay que decirlo; un triunfalismo casi cruel, y que en ocasiones raya en el insulto.
Y en segundo lugar, se evidenció la pésima reacción de la izquierda, que de inmediato se volcó a gritar, a acusar y a extremar su victimización; la de siempre.
Esto ocurre justo en un momento en que unos y otros deben replantear sus modelos, y buscar de manera responsable la estrategia para llegar a la Presidencia. Hoy ya está casi cantado que de haber segunda vuelta, esta será entre Iván Duque y Gustavo Petro, y esto agrava más el panorama; de parte y parte los ánimos están caldeados no entre los grandes, sino en el elector primario y esto podría terminar muy mal una vez terminen los comicios y se conozcan los resultados.
No estamos en paz, esto solo se lo cree JMS. Estamos en un momento de una polarización peligrosa y este país no puede volver a caer en eso. La experiencia que tenemos debe bastar. Una cosa es el animar antes de elecciones, y otra —gane quien gane— es la actitud que tomaremos como país una vez se conozca el nombre del nuevo presidente de los Colombianos. Yo en lo personal, como periodista, y como colombiano, salvo que se demuestre muy categóricamente un fraude nacional grave, me comprometo a reconocer los resultados por el bien de mi país, que merece mejor suerte que la que hoy tiene.