En tiempos de la globalización y otros demonios

En tiempos de la globalización y otros demonios

"Un buen joropo no tiene nada que envidiarle a un Calvin Harris. Una charla en un Valdez o en un Oma es igual de productiva a la que se puede tener en Starbucks"

Por: David M. Ferraz
mayo 01, 2017
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En tiempos de la globalización y otros demonios

Es tiempo de desmontar los viejos paradigmas que nos dicen que a través de la imitación y camuflaje vamos a ser más queridos y aceptados por un colectivo proclive al orgullo y la envidia. Es tiempo de decir que si usted “no es Gonzáles ni Tapia” no necesariamente es burgués y de clase alta; y no porque me esté leyendo desde un Apple es usted el próximo Rockefeller criollo.

No hace poco un compañero escritor en este mismo medio habló de la exaltación a lo de allá, a la cultura gringa y del espanglish, que tan tortuosamente se ha convertido en el pan de cada día en algunas áreas de América Latina, sobre todo Puerto Rico, La Meca de este híbrido. Muy a su pesar, la exaltación de lo de afuera no solo proviene de Estados Unidos.

Si planteamos la problemática desde una estratificación socioeconómica, nos encontraremos con que las clases más pobres ya no se limitan a imitar la cultura mexicana ni al bien ponderado Vicente Fernández. Tampoco, a cantar a todo pecho “mujeres, oh mujeres tan divinas, no queda otro camino que adorarlas”, sino que la han sustituido por la puertorriqueña con el reggaetón, o la dominicana con la bachata (ejemplifico la música porque es el medio de propagación más popular). Como resultado, degeneramos en Maluma o en J. Balvin.

En la clase media, por el contrario, nos encontramos con la exaltación de todos los productos “culturales” provenientes de Estados Unidos. Y ojalá fuese a través de Michael Jackson, Elvis Presley o el mismo Hemingway, pero no, la veneración e imitación comienza desde los "reality shows", hasta el mismo Justin Bieber, que es canadiense, pero en la práctica vive y produce en el país del Tío Sam. Como resultado tendríamos a Shakira o a Carlos Vives reggaetoneando.

De la clase alta ni hablar, porque esos no salen de Londres ni de París (como el burgomaestre capitalino).

Este desmadre cultural, "homogeneización global" por llamarlo bonito, también acontece en la prácticas que como comunidad seguimos. Con pesar, muy atrás y en nuestros padres quedó la costumbre de reunirse para un juego de tejo, rana, o de pimpón para los más nuevos; lo de ahora “es hacer parche en la 93 'ueon'”.

Preguntaría el más ingenuo: “¿o sea que todas las ‘selfies’ que me tomé en Starbucks no me sirvieron de nada?”. Puede que sí, pero no para darle estatus o clase (si eso era lo que le motivaba), sino para hacerlo merecedor de ser llamado un ‘Esnob’: “persona que imita con afectación las maneras, opiniones, etc., de aquellos que considera distinguidos”, según la RAE.

Previniéndome del ‘hater’ (del 'ueon al que nada le gusta de los comentarios de este artículo), es que digo que sí, que lo de acá es mejor. Un buen joropo no tiene nada que envidiarle a un Calvin Harris. Una charla en un Valdez o en un Oma es igual de productiva a la que se puede tener en Starbucks, con la diferencia de que ayuda lo de acá, a campesinos que de lo lindo deben estar encendiendo mechas en el tejo de Doña María, esa mujer robusta y simpática de mejillas rojas a la que acabaron de chiflar por cambiar la estación de radio.

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