En medio de la incertidumbre que ha generado la llegada de la pandemia global —causada por el virus SARS-CoV-2—, situación sanitaria que ha interrumpido la “normalidad” de nuestras vidas y le ha puesto un stop a la misma, no han faltado quienes quieran sacar provecho de ello.
Frente a esta situación son muchos los factores que preocupan, no solo el de la salubridad pública; e inclusive son muchas las reflexiones filosóficas a las que se puede llegar (¿cuáles son las cosas verdaderamente importantes en este momento? ¿a cuáles les damos valor?, la conducta humana y sus implicaciones sociales en esta emergencia), pero quizás uno de los temas que más inquieta es el de la economía; hoy gran parte de la población mundial se detiene para observar las principales bolsas de valores del mundo —NYSE, NASDAQ, LSE (London Stock Exchange) y la Deutsche Börse— esperando la reacción de los mercados y su posible incidencia en el comportamiento de la inversión y el consumo, con la angustia de que no se repitan las crisis financieras de 1929, 1987 y 2008.
En el contexto en que nos encontramos, desconcierta ver el oportunismo de algunos sectores económicos en el “alza exagerada de precios” de productos y servicios necesarios para paliar la situación, basta con observar el cambio repentino y abrupto de precios del mercado en algunos productos, situación análoga es mencionada por el catedrático de la universidad de Harvard Michael Sandel en su libro titulado Justicia: ¿qué es lo que hay que hacer correctamente? (2010), quien relata los hechos acaecidos en el verano del 2004, cuándo el huracán Charley asolaba el Estado de la Florida, dónde la sociedad norteamericana tuvo que ser testigo que frente a esa situación de emergencia, hubo un alza en los precios de ciertos bienes y servicios indispensables en ese momento (como el agua). Ante las innumerables misivas de los ciudadanos a las autoridades locales, dicho Estado sancionó una ley que prohibía el aumento especulativo de precios tras esa emergencia. Para el caso particular de Colombia parece ser que estamos siendo testigos de este comportamiento.
Por lo general el interés propio domina a la mayoría de los seres humanos, y podemos observar que las ambiciones de los hombres son más potentes que su razón que no les permite dimensionar situaciones como la que se vive actualmente. La reflexión a la que se quiere invitar es a tomar conciencia del momento y aflorar nuestra solidaridad y dejar de atentar contra nuestra propia especie con actitudes egoístas, buscando solo el bienestar o “interés propio”.
Los economistas —mismos que les gusta pontificar sus posturas— pueden argüir que en una economía de libre mercado los precios vienen dados por la ley de la oferta y la demanda y que la ley permite que estos establezcan de manera libre los precios por los productos o servicios que ofrecen, sin embargo, esto no es óbice para que actuen con solidaridad ante las vicisitudes que enfrentamos, a los mismos hay que recordarles que somos Estados fundados sobre el principio de la solidaridad y prevalencia del interés general.
Para concluir, el ser humano es libre de escoger sus acciones, sus valores y prioridades pero nuestro entendimiento y comportamiento de lo justo e injusto en la sociedad tiene que ir más allá de intereses particulares y motivaciones egoístas; tenemos esta oportunidad de vivir en sociedad, entonces debemos comprometernos a coadyuvar promoviendo valores dignos de encomio cómo la solidaridad y la cooperación, no a su aniquilación.