Vivimos días de incertidumbre, noches de enigma y tiempos incomprendidos, efectos de una realidad angustiante, adversa y lastimera para la humanidad. El confinamiento produce todo tipo de sensaciones, obligando a reflexionar sobre los hechos, a tratar de comprender e interpretar las causas de la hecatombe que vivimos, y la necesidad de cambiarlas para preservar la vida en el planeta. Lo ideal es una transformación de lo existente, nuevas formas de vivir, de relación con la naturaleza, de convivencia humana y nuevos escenarios políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales.
Así las cosas, debemos plantear una serie de reflexiones sobre lo trascendental y fundamental de los aspectos mencionados, que eviten continuar la aniquilación de muchas formas de vida, incluida la del ser humano. A mí parecer podemos iniciar buscando respuesta a preguntas como las siguientes.
¿Qué tipo de Estado y gobierno debemos tener? Desde los pensadores griegos hasta nuestros tiempos, este tema ha sido motivo de estudio, de discusión y frente a lo que nos sucede hoy cobra vigencia la pregunta realizada, porque aquí hay una respuesta contundente a nuestros males, la sociedad se ha equivocado una y otra vez eligiendo gobiernos que por siglos han generado pobreza, discriminación, corrupción, contaminación y desigualdad. Por tal razón; debemos optar entre continuar con un sistema político con esos antecedentes o transformar desde la democracia, desde el voto consciente, la llegada de otro tipo de Estado y formas de gobernar.
La hipótesis con que han dominado en los tiempos modernos los pensadores neoliberales es vendernos la idea o concepción de que el Estado es mal administrador y por consiguiente se debe reemplazar por la ley del mercado. Sin embargo, quienes son autores de este planteamiento se benefician y viven de él, licitan, contratan, gobiernan y usan los recursos del Estado para sus intereses. Desmitificar esta hipótesis significa volver a un Estado para toda la sociedad y no para unos pocos, cuyos poderes agencian, la libertad, la paz, la justicia, la defensa de lo natural, que privilegien la vida sobre el capital y el dinero que inviertan recursos directamente y materialicen los derechos humanos y fundamentales de los ciudadanos, distribuyan equitativamente la riqueza permitiendo construir una sociedad más justa e igualitaria.
También es necesario plantear en esta reflexión: ¿qué tipo de sociedad queremos? Hasta hoy somos una sociedad obediente, sumisa y maltratada, por un lado; consumista, individualista, y convivimos con las causas de nuestros males, patrocinamos la guerra, la corrupción, la viveza, la vida fácil y el mal gobierno, por otro lado. Necesitamos repensar, reinventar desde la educación y desde el buen gobierno nuevas conductas, comportamientos y patrones culturales, debemos volver a lo nuestro, apostar a lo colectivo, a la solidaridad, a lo simple de la vida, al respeto y al cuidado de la naturaleza, al consumo de lo local. Una sociedad que reclame y defienda sus derechos, la justicia y la libertad para lograr sus ideales.
¿Cómo empezar a lograr un Estado y una sociedad distinta? Un cambio personal es necesario para comprender nuestra fragilidad, el interés individual debe dar paso al interés general, si continúa el ego estaremos firmando nuestra propia destrucción, porque somos débiles a la dominación que devora a el mundo, si nos unimos estaremos listos para defendernos o menos vulnerables. Es indispensable repensar una nueva conciencia social para entender el contexto y el sin sentido de lo existente, renovar principios que busquen alcanzar dimensiones libertarias éticas, morales y políticas que permitan la rebelión y emancipación ante la injusticia.
La educación presente y futura debe responder a las nuevas generaciones que deben ser formadas desde el humanismo, la autonomía, las buenas letras, desde el saber suficientemente razonado, el pensamiento crítico y el amor por el conocimiento entre otros aspectos. Desprendernos de las imposiciones de los resultados, la rentabilidad de los organismos mundiales, se convierten en imperativos del nuevo orden social que enfrente y confronte la nueva reconfiguración del orden mundial del capitalismo salvaje. En conclusión, desde este deber ser planteado se necesitan gobernantes de corte social, Estado para todos, políticas públicas progresistas, un contrato social más humano y un nuevo prototipo de persona y sociedad con conciencia social firme. Seguiré reflexionando y compartiendo el imaginario de un mundo más solidario, donde vivir sea una realidad digna y bellísima en lo venidero.