Al pueblo nunca habían llegado los hipnotizadores, excepto los políticos que cada dos y cuatro años llegaban para a conseguir votos acudiendo a ofrecimientos alucinantes, ofertas y promesas de bienestar.
Pero el que más se ganó la admiración de la ciudadanía fue el de un dirigente político que al arribar le garantizó a la comunidad que tenía la fórmula maravillosa para acabar con las pandemias, hambrunas y pestes.
A su dependencia, ubicada en la plaza principal, que más parecía un directorio partidista por sus imágenes, efigies figuras políticas, acudían enfermos, desahuciados de la ley 100, alcohólicos anónimos, cojos, descartados en el amor, tuertos, agraviados, víctimas de la pobreza, martirizados por el opio del chance, lisiados, heridos por la vida, desesperados, desempleados, enfermos y ofendidos por la suerte.
Fascinada por los comentarios del enigmático personaje llegó una dama atraída por los augurios, pronósticos y vaticinios del mago que había prometido cambiar de raíz las tragedias y dolamas de la población.
En la localidad se hicieron inmediatamente conjeturas sobre los objetivos de la bella y encantadora dama, y cuáles serían sus motivaciones para conversar con Agripino.
En la rígida cultura patriarcal existente en la pequeña urbe una consulta que hiciera una mujer al sabio Agripino era considerada objeto de sospechas y habladurías.
Lo tratado por Agripino era tan reservado que le había creado la fama de ser un personaje que merecía respeto y admiración por su responsabilidad profesional.
En el caso de la extraña amazona no se sabía qué era lo que buscaba y algunos comentarios agrios, ácidos y picantes aseguraban que deseaba casarse con un acaudalado personaje político del sector y que deseaba conocer, previamente, si su prometido, con quien no había tenido ninguna intimidad, podría satisfacerla íntimamente, pues era extendida la creencia de tener serias y graves debilidades masculinas, como consecuencia de un accidenten que años antes le había acontecido en una en una avioneta de su propiedad.
Agripino logró convencer al capitán Caro Spingler para que pudiera felizmente realizar su próximo himeneo, que ya estaba programado; para ello era necesario destruir los mitos y comentarios sobre su hombría y reciedumbre y, para despejar cualquier duda, era necesario acudir a un tratamiento, sin cirugía, para despejar las aleves tergiversaciones; y que él poseía un certificado de haber estudiado en la India como encantador de cobras y que su regreso al país se debía a un vuelo humanitario presidencial por su valía regional.
Le dijo, finalmente, qué su problema tenia solución, que era una disfunción eréctil, con solución, que no bastaba con la alimentación balanceada sino con prácticas mágicas.
Hecha la explicación procedió, entonces, a sugerirle que se recostase sobre el sofá de lo que consideraba su policlínica o consultorio.
Agripino tomó inmediatamente su flauta hindú, invocó a dioses, sortilegios, encantamientos y hechizos y obtuvo, que se produjera, para su satisfacción, la rígida erección de su cliente, que no la había experimentado en los últimos años el influyente y acomodado ranchero político.
La amazona observó discretamente el pantalón y la sonrisa de su prometido; sin embargo, entró en desconsolador y deprimente estado anímico y dijo: “Es muy pequeño”. Naturalmente, se disolvió la promesa de matrimonio.
Salam aleikum.