Tiempo de excedentes privados y desastres públicos

Tiempo de excedentes privados y desastres públicos

Esta situación se asemeja a la de las religiones: todos los éxitos y milagros pertenecen a dios, pero los desastres son responsabilidad de los humanos     

Por: Anibal Llano
abril 17, 2020
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Tiempo de excedentes privados y desastres públicos

Ahora con el encierro se incrementa una individualidad alterada por el temor al contagio de la especie y se debilita mucho más el germen de la sociabilidad, tan difícil de construir y de tejer, aún en tiempos normales. De acuerdo con el modelo en que transcurre nuestra existencia, el individuo aislado y su supuesta libertad se ha convertido en la célula más importante del mercado y su ideología. Somos libres como individuos para trabajar, para comprar, para elegir y también para morir. Inclusive, como reza la declaración de independencia de los Estados Unidos, somos libres e iguales, según derechos inalienables dotados por el creador, en la búsqueda de la felicidad (un siglo después de esta igualdad celestial, se perseguía y mataba a los negros en las calles por ser una raza inferior).

Indefensos y a gatas se nos arroja húmedos al centro del mercado a competir según nuestras capacidades y potencialidades individuales, como si estas cualidades humanas fueran el producto de un creador democrático y no el producto de una sociedad desigual y que margina. En adelante como todos somos libres de elegir y ser felices, el que no lo sea es por su propia culpa y responsabilidad. El Estado en representación de la sociedad, se margina y deja que el mercado regule estas capacidades de los seres humanos. Los más capaces, los superhombres, hijos de Darwin y de Nietzsche, concentran y concentran bajo la tolda de la meritocracia y los de abajo, los faltos de espíritu, los iletrados, no tienen derecho ni al bienestar, ni a la felicidad. Todo está en nuestras manos, se repite y se repite en el eslogan: somos responsables individualmente de la enfermedad, de la crisis económica, de la pobreza y del cambio climático.

No se está con este argumento, eximiendo la responsabilidad que tenemos las personas de colaborar con las soluciones que se planteen a nivel social, lo que causa injusticia es la falta de un Estado que regule y fortalezca el bien público para que la gente tenga opciones de libertad y pueda ejercer sus potencialidades, en un mercado justo. No es justo por el contrario, que el Estado se debilite cada vez más y se privaticen los servicios sociales básicos como la salud, la educación y los servicios públicos. Se debilita lo público para fortalecer lo privado que todo lo vuelve mercancía y en ese proceso silencioso, se acrecienta el individualismo que potencia los mercados. En ese juego lo social y lo público hace presencia, para asumir los desastres que causan dichos mercados. De esta forma se “individualizan los éxitos y se socializan los fracasos”.

Crece, crece la individualidad y la propiedad privada, su concentración y con ello una gran cantidad de desastres (algunos los llaman externalidades negativas), los cuales esos sí no tienen dueño. Se apropia la tierra, el aire, el espacio, la historia, el agua, los vientos, la salud,  el conocimiento; se acumulan los excedentes de dicha apropiación y se deja a los de abajo o a lo público la responsabilidad de los desastres. Propiedad sin responsabilidad: los excedentes son privados y los desastres son públicos. Se asemeja este al truco siniestro inmanente en las religiones: todos los éxitos y los milagros pertenecen a dios, pero los desastres son responsabilidad de los humanos. De esta forma ni dios, ni los poderosos pierden ninguna partida.

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