Que internet lo ha cambiado todo, ya resulta un lugar común. ¿Cómo lo ha cambiado? Es una pregunta que requiere una pausa, un instante. No tan largo, eso sí, porque antes de que usted logre asimilar ese cambio, ya habrá otro en camino.
Comencemos con la forma de leer.
Revela estudio del prestigioso The Poynter Institute que leemos sobre la pantalla en dos formas. La primera, en forma de F. Línea horizontal al comienzo de la pantalla, otra, en igual sentido, en la mitad, luego un recorrido por la orilla izquierda de forma vertical, arriba, abajo, arriba. La segunda, en forma de E, parecida a la anterior, solo que trazamos una tercera línea horizontal al final de la pantalla. Son movimientos de los ojos buscando algo que cautive su atención.
Las gráficas sobre estas lecturas en forma de F o de E, fueron obtenidas con el uso de unos lentes (Eye Track) que rastrean y grafican las posiciones del ojo ante el texto en la pantalla.
The Poynter Institute revela también que el nuevo lector se concentra en un par de párrafos, nada más, para luego contar al mundo que está informado. Los periodistas, en especial los de la actualidad, han decidido ubicar lo importante al comienzo, eso es estar informado. De modo que cuando alguien le haga más preguntas sobre lo que pasó, las respuestas de esos lectores en F, o E expresen “es que solo llegué hasta el segundo párrafo”.
Dejemos atrás las formas de leer y concentrémonos en algo más pequeño: las palabras. Han adquirido en internet una asepsia que las conecta con sus más claras y pulcras acepciones. Con su uso común, medido, que abarque la mayor cantidad de hablantes con la idea que en la web no podemos confundir a otros hablantes con palabras no convencionales.
Esa es una de las maneras que internet impone sus dictaduras sobre el lenguaje. Así se dejan afuera los localismos y la riqueza oral que embellece al lenguaje.
Internet impone sus dictaduras sobre el lenguaje.
Así se dejan afuera los localismos
y la riqueza oral que embellece al lenguaje.
En territorios como Cartagena, por ejemplo, una palabra como vale, muy usada en el rico lenguaje de La Heroica, trae en el diccionario de la Real Academia las siguientes acepciones: 1. Papel o seguro que se hace a favor de uno, obligándose a pagarle una cantidad de dinero. 2. Bono a tarjeta que sirve para adquirir comestibles u otros artículos. 3. Nota o apuntación firmada y a veces sellada, que se da al que ha de entregar una cosa… Mejor no sigo, porque no encontraré algo que se refiera a “compañero de andanzas”, “amigo en las buenas y en las malas”. Menos encontraremos sinónimos de otras cercanas fronteras como la palabra llave, en territorios más hacia el norte. Vale y llave son palabras que en la web estarán condenadas al olvido porque no se conectan con un español estándar donde las llaves solo abren puertas, candados, chapas y “lockers” y vale es solo un documento que obliga a un pago.
Encontramos en la web un español cada vez más estandarizado. Además, los sitios, para optimizar su búsquedas, recurren a esas palabras porque los motores de búsqueda (Search Engine Optimizer (SEO) identifican esas pulcras palabras al instante. Se trata de la magnitud del desprecio, de la dictadura de las métricas para calificarlo de alguna manera, que va en contra de las vivacidades expresivas del lenguaje, valoradas y apreciadas en el pasado Congreso de la Lengua Española, realizado en 2016 en Puerto Rico. Allí se reconoció la riqueza y creatividad de una lengua que es hoy hablada por más de 400 millones de personas, según reporte la revista Babbel, en marzo de 2018.
Esos otros matices no pasan hoy por las plataformas informativas. Está en las letras de las músicas locales, reggae, dancehall, gaga, mento, tambora, champeta, bullerengue, reguetón. Está en los relatos de los x-tuber, en los diarios locales que les importan los robots que comandas los SEO, y hablan en el lenguaje de la gente más próxima, que sigue leyendo en papel, de arriba abajo, y porque desprecia una lengua inexpresiva con el que hablan hoy la mayoría de los medios en internet.
El arte de la titulación, con el que editores y periodistas se tajaban el celebro para encontrar el giro jocoso, la metáfora que funcionaba en varios sentidos, el deslumbramiento del lenguaje, quedó reducida a una expresión de claridad, porque leemos tras la búsqueda de información certera, despreciando el sentido innovador que habita en toda lengua.
El equipo de fútbol Junior de Barranquilla (asepsia) le ganó al Pasto, y se coronó campeón del torneo nacional. Un amigo de Barranquilla, llama para decirme que pensaron escribir en su portal Tiburones comieron curí, una titulación que pierde adeptos en el mundo de la web. Se reflexionó, me cuenta el colega, sobre la violencia del titular, la agresividad de la frase, pero sobre todo si los buscadores entenderían como tiburones al equipo Junior y a los curí, como al equipo el Pasto. Basta googlear el impublicado titular en internet para que salgan una variedad de tiburones, diversidad de curíes, cuy, cui, conejillo de indias, cobayo, cuilo… Nada que se refiera a cierto partido entre dos equipos por el campeonato colombiano. Solo alcancé a decirle que menos mal no fue a lo contrario, porque entonces les habría tocado escribir Cuys se tragan a los tiburones… entonces que las dictaduras tecnológicas arman también nefastos escuadrones. Dime tú.