Lo confieso, me encanta Instagram. Al final del día, uno de mis placeres culposos es sentarme en el sofá de mi casa a ver las imágenes con las que me puedo inspirar para decorar mi casa, vestirme al siguiente día o compra ropa.
También me gusta seguir personas felices o deleitarme con fotografías excelentes acerca de un producto o de un servicio.
Por nostalgia farandulera también me gusta seguir a famosos que admiré en mi adolescencia o en mi juventud, personas que he escuchado en entrevistas que me han interesado y que siguen deleitándome con la calidad de sus publicaciones.
Una de esas personas es Alejandra Azcárate, que es bien conocida como una persona frentera, sin tapujos y que nunca le ha hecho la pelota a nadie.
Estuve de acuerdo con ella en el artículo que hace muchos años sacó acerca de las gordas, me indigné cuando la demandaron por las fotos sobre la última cena publicadas en Soho y además admiro la forma en la que se viste.
A pesar de ser una confesa fan y entender que es una simple opinión, no pude evitar indignarme con una publicación que ella hizo en defensa de por qué no muestra fotos de su marido.
Estoy absolutamente de acuerdo con su derecho a no publicar su vida privada en redes, es su vida y ella verá cómo la gestiona. Sin embargo, en la parte en la que se refiere a sus lectores como “a ti”, deja ver que cree que las personas que la siguen y le cuestionan por la ausencia de su esposo en foto son en resumidas palabras: malcogidas, malvividas y, además, todas mujeres.
Leí la publicación de Alejandra tres veces, la quería entender desde mi profundo respeto, pero aún así sentí un poco el dolor de fan traicionada, porque a pesar de lo cierto de su alegato me quedó un sabor de “yo soy mejor, porque soy famosa”… o esa fue mi percepción.
Masticando mi indecisión y tratando de entender los dos lados, el mío de civil y el suyo de famosa, me seguía indignando. Además, que otros famosos como Paola Calle o Miguel Varoni apoyaran su texto me acabó de incomodar.
El caso, reflexionando nuevamente sobre su post llegué a la conclusión de que sí existe una diferencia entre una persona famosa como ella y una civil como yo. No es que ella sea mejor que yo o viceversa, la diferencia radica en que yo no elegí cobrar por mis publicaciones en Instagram, a mí no me pagan marcas para decir lo buenas que son.
Seamos sinceros, si algún famoso postea sobre algún producto es porque hay plata de por medio y así como por ser famosos les llueven fans que los adulan, también hay otros que los destruyen a punta de comentarios y eso viene incluido en el paquete, como bien dice Aviatur, el cliente de Alejandra.
Alejandra, Miguel y Paola querían ser famosos y ese es el precio. Nadie se hizo millonario de presentación en presentación. Ellos, como usted y como yo, necesitan trabajar para vivir. Yo me aguanto al compañero de oficina incómodo y ellos al hater de Instagram, porque ese es el precio de hacer lo que nos gusta o por lo que nos pagan. Ahí lo dejo.
A ustedes, queridos lectores, fans, civiles, como yo, les digo: miren a las redes sociales como lo que son, filtros embellecedores.
Yo no he visto nunca a nadie que publique un momento incómodo y entiéndanlo, los famosos no son sus amigos, no son parte de su familia. El hecho de que usted los vea en la pantalla no quiere decir que son algo suyo.
Cuando publiquen las bondades de un producto, investíguenlo bien y pregúntense: ¿por qué un famoso lo está recomendando? Un buen producto no necesita tanto bombo.
¡Por Dios! No se coma dos hamburguesas porque una “gurú del fitness” como Sacha, que además le vende productos milagrosos, lo hace. Que yo me tome una foto con comida al frente no quiere decir que me la vaya a comer, que Sasha se tome la misma foto mucho menos.
Reitero, miremos las redes como lo que son: entretenimiento. Mi cuenta de Instagram es la versión 2.0 de la viejita chismosa del barrio y con los años me he dado cuenta de que ahora la viejita chismosa soy yo.
Nota al pie: tomo el término “civil” de la película El club de las divorciadas, en el cual Elise Eliott, una actriz venida a menos, interpretada por Goldie Hawn, se queja de que sus amigas no la pueden entender porque son según ella son civiles, es decir, personas no famosas.