Parte de la confusión que se vive hoy en el mundo se debe a que faltan millones de Umbertos Eco y sobran millones de filósofos del ciberespacio. “Las legiones de idiotas” que engendran las redes sociales, según anotó el escritor en el diario italiano La Stampa, poco antes de morir. “El drama de internet es que ha promovido al tonto del pueblo a nivel de portador de la verdad”, remató como para que no quedara la menor duda de que sí había dicho lo dicho.
Y parte de la confusión que se vive hoy en Colombia se debe, no solo a que los tontos se reproducen como curíes en las redes, sino a que buena parte de la intelligentzia criolla tiene hipotecado su pensamiento. De ahí que diagnósticos, análisis y ensayos resulten con frecuencia sesgados y escasamente clarificadores para esta sociedad que se debate entre las preguntas no respondidas, las opiniones polarizadas, las expectativas creadas…
(Por fortuna no todo está perdido, bajo el paraguas de la academia se escampan excepciones muy gratificantes que hay que buscar por entre la turbiedad de los momentos que vivimos).
Es turbio el ambiente en inmediaciones de la economía vacilante, la política clientelista, la justicia politizada, la salud enferma, el deporte corrupto, la educación mediocre, la contratación pública chanchullera, el gobierno mentirosillo, la oposición recalcitrante, la peleadera de Uribe y Santos; en los acuerdos de La Habana, las investigaciones exhaustivas, las instituciones poco creíbles, el periodismo enganchado con el poder… Muy turbio. Tanto que temas, cuyo tratamiento podría llegar a ser determinante para el presente y el futuro cercano de los colombianos, no logran superar su complejidad, somos alérgicos a las discusiones de fondo. El interés que despiertan es intenso y corto. La lista de espera es larga, no hay tiempo para discernimientos.
Conclusión: la garantía de sí repetición está asegurada, a diario lo comprobamos.
Mientras tanto los idiotas –anónimos y conocidos- se toman los foros virtuales y su palabra es la ley.
Y Colombia ahí. Dicotiledonea como siempre.
(Las dicotiledóneas son plantas que tienen las semillas formadas por dos cotiledones unidos por el nudo cotiledonar. ¿Se acuerdan de la tarea de sembrar un frijolito en un algodón humedecido?)
Pues eso, el fríjol se creció y no me refiero de manera exclusiva a la división del mapa –a las dos Colombias- o a la legión de los tontos del pueblo que abrió su sede en los espacios vacíos del disenso. Aquí los ejemplos de dicotiledóneas sobran, por donde quiera que uno enfoque la mirada. Del presidente hacia abajo, fríjoles es lo que hay.
Una muestra aleatoria:
El presidente Santos se mueve entre el cotiledón que lo identifica como mandatario conciliador y el que lo identifica como periodista que fue o cachaco bogotano o jugador de póker o antiguo cadete de la armada o enemigo de sus examigos o experto en tirar la piedra por interpuesta persona –Gina Parody y sus Bam Bam- y esconder la mano. El fiscal Montealegre mantiene un pie en el que lo sustenta como avezado jurista y otro en el que le permite hacer equilibrio entre los bombazos mediáticos, las amenazas veladas a sus detractores, los algoritmos de Natalia Springer y el sueño de una embajada de verano. (¿Deutschland? Le suena, le suena).
El procurador Ordóñez, enredado en el nudo cotiledonar,
se debate entre la investidura de jefe del Ministerio Público
y la catadura de religioso fundamentalista
El procurador Ordóñez, enredado en el nudo cotiledonar, se debate entre la investidura de jefe del Ministerio Público y la catadura de religioso fundamentalista; cuando está inmerso en aquel, considera prueba reina y de interés público (los niños también son público, doctor) una conversación privada entre dos homosexuales que no ahorra en verbos, ni sustantivos, ni adjetivos; y cuando está en este, considera que la educación sexual en la primaria es asunto que hay que prohibir. (Vade retro sexualidad).
Y la señora María Lorena tan campante que va trepada en su par de alineados cotiledones: con el uno reparte almendras, con el dos exige –sin comprometer a su jefe, obvio- cabezas. Y los periodistas, varios periodistas –casi todos en la capital, qué pena con ustedes pero es que la vitrina incluye gustos y disgustos-, hacen malabarismo entre el cotiledón del oficio y la independencia, y el del protagonismo, el amiguismo (yo te elogio, tú me elogias), la frivolidad y la prepotencia. Y en cuanto a los dueños de los medios –a los que les caen las marialorenas-, hacen idénticos malabares entre el derecho y el deber de informar, y el del negocio de informar y agradar al príncipe.
Y así.
Frijolada tenemos para más de treinta, qué indigestión.
COPETE DE CREMA: No fue sino que el ministro Iragorri confesara que de la bandeja paisa lo único colombiano que queda son los huevos de gallinas alimentadas con maíz gringo, para que los tontos del pueblo se declararan bilingües. This is Colombia, brother.