Cuando en aquel otoño de 1997 Theresa May ingresó al Parlamento del Reino Unido, pocos tories dudaron de que su inspiración en Margaret Thatcher se limitara a la política al verla llegar con ese traje azul idéntico al que la Dama de Hierro usó al cruzar por primera vez el 10 de Downing Street en 1979. Quizá hoy, 25 años después del fin de la era Thatcher, se haga evidente más de una diferencia entre las dos políticas conservadoras, cuando May cruce ese mismo portal como la segunda mujer primera ministra del Reino Unido.
Su elección ha sellado la más apasionante historia política escrita en tres semanas de vértigo. Desde la salida de la Unión Europea han rodado las cabezas del primer ministro David Cameron, y las de los impulsores del brexit, el exalcalde de Londres Boris Johnson y el ministro de Justicia Michael Gove, en una trama de conspiraciones no exentas de traición, prolongada hasta la selección del candidato para suceder al dimitente. Desgranados uno a uno los aspirantes, el inesperado retiro de la ministra de Energía Andrea Leadsom, una de las dos últimas contendoras, adelantó el desenlace. Theresa May, llega hoy para liderar el brexit.
«Mi propuesta es sencilla. Soy Theresa May y creo que soy la mejor persona para dirigir este país», dijo sin falsa modestia a la hora de presentar su candidatura. Con la simplicidad y contundencia de quien es considerada la encarnación de los valores tradicionales, una inglesa a la antigua, de sentimientos contenidos y profundo sentido del deber. Capaz de prologar el trabajo hasta la madrugada, y hacer de ello el estandarte del éxito. La discreción personificada, que solo deja un toque a los dictados de la moda y a los mocasines más atrevidos de Rusell & Bromley, la cadena fundada en 1873. Una feminista sin sentido del humor que no gusta de los chistes ni las frases de doble sentido. Pero una buena jugadora de críquet que disfruta la cocina, adora los tacones y se duele inmensamente no haber logrado la maternidad.
La moda y los tacones han logrado humanizar por los pies a la ministra de hierro.
El 1 de octubre cumplirá 60 años la hija del vicario anglicano Hubert Brasier, casado con Zaidee y vecino de la campiña de Oxfordshire. A los 12, la pequeña Theresa empezó a interesarse en la política mientras estudiaba en un colegio privado para después asistir a Oxford a estudiar Geografía. Hay tener en cuenta que en las dos mejores universidades inglesas lo que se estudia es lo de menos. Allí se va a aprender pensar y se puede acabar como banquero en la City habiendo estudiado Literatura Francesa o primera ministra titulada en Geografía. En la discoteca de los estudiantes de Oxford encontró a Philip, su marido banquero, dos años menor que ella, con quien tiene una espléndida relación de 36 años y quien ha sido y es una “roca” en su vida, desde la horfandad un año después del matrimonio, a los 25, cuando su padre falleció en un accidente automovilístico y su madre de esclerosis múltiple. Philip será, sin duda, el Denis Thatcher de Theresa May.
Quizás Philip necesite ser ahora una roca más sólida cuando a Theresa le han disgnosticado diabetes tipo 1 y ha llegado a la cúspide de su carrera política. Ya pasaron los años juveniles en el Banco de Inglaterra antes de ganar su primer escaño en 1997. Y la breve presidencia del Partido Conservador entre 2002 y 2003, que ha dejado de boca en boca una de los sucesos más repetidos que demuestra su talante político. Sí, aún resuenan los ecos del corajudo discurso a favor de la modernización de la colectividad a la que llamó “nasty party” (“partido desagradable”). Allí también fue cuando se dio cuenta de su extraña habilidad para conectarse con los votantes mientras sus copartidarios se percataban de su afición por los zapatos. Aquellos kitten heel con estampado de leopardo, el tacón puntilla bajito que popularizó Audrey Hepburn en los cincuenta, fueron un golpe mediático, los que han logrado humanizar por los pies a la ministra de hierro.
Con Philip May lleva 36 años de matrimonio, él es la “roca” en todas las dificultades
Porque la discreta inglesa de misa semanal los domingos en la Iglesia de Inglaterra, es tan leopardo como sus tacones en la política. De hecho, es considerada una de las políticas más duras y astutas de Reino Unido. Dentro de su partido es una outsider. Está muy lejos del perfil etoniano que representa el círculo de Cameron, Osborne (ministro de Finanzas), Johnson… Ella misma lo dijo sin rodeos el día que lanzó su candidatura «Si eres de una familia trabajadora del común, la vida es más dura de lo que muchos políticos piensan. Francamente, no todo el mundo en Westminster entiende lo que es vivir así y algunos necesitan que les digan que el Gobierno no es un juego». Poco después remató con estas declaraciones para The Guardian “Necesitamos un gobierno que brinde una seria reforma social, porque ahora, si naces pobre, mueres en promedio nueve años antes que los otros. Si eres negro, eres tratado con más dureza por el sistema judicial que si eres blanco. Si eres joven blanco de la clase trabajadora, es menos probable que vayas a la universidad; si eres mujer, aún ganas menos que un hombre, y si eres joven, es más difícil que nunca ser dueño de tu propia casa”.
Pero May no solo han encarado a los políticos de su partido. Su fama de mujer de acero ha sido ganada con frases como estas contra los policías, a los que llamó “vagos y corruptos” exigiéndoles “más trabajo y menos lloriqueo”. Sin que le temblara el pulso, les recortó planes y presupuesto. Se la ha ganado también al pelear la extradición desde Jordania del clérigo terrorista Abu Qatada y echar del país a otro, Abu Hamza. Isis no ha asestado golpe alguno al Reino Unido.
Acciones como estas son las que la acercan a Margaret Thatcher -su ídolo- en el imaginario colectivo. Pero en los círculos políticos se anotan diferencias: Thatcher era una reformista radical, May es una gestora, competente pero sin visión. Tal vez, más cercana a otra política conservadora “desideologizada” con la que también se la compara: Ángela Merkel.
Con Merkel comparte algunas cualidades que se le asignan: sólida, fiable, y leal. Leal a toda prueba a David Cameron, a quien acompañó en el Remain formalmente, aunque desganada y de lejitos. Sus críticos le echan en cara que no logró el control de la inmigración porque la meta de 100 000 fue ampliamente superada por los 330 000 y que ese fue el talón de Aquiles de la campaña de Cameron.
Con David Cameron: lealtad a toda prueba
Ahora será ella quien debe dirigir el proceso de salida de la Unión Europea. “Brexit es brexit”, es una de sus frases más sonadas por estos días. Porque May quiere hacer del brexit un éxito. Por eso no quiere activar el artículo 50 para iniciar el proceso porque antes quiere estar segura de la estrategia que pondrá en marcha. Y ha anunciado categóricamente que no convocará elecciones. En sus manos está dramáticamente el futuro del Reino Unido.
Hoy, mientras en el Parlamento jura su cargo de primer ministro, más de uno recordará la frase de su candidatura: «No soy una luminaria política. No hago tours por la televisión. No chismoseo sobre la gente en almuerzos. No bebo en los bares del Parlamento. Simplemente hago el trabajo que tengo delante”. ¡Y qué trabajo el que le espera!
