Theatron está vivo, así las puertas del local de Chapinero donde se reunían cada semana 5000 personas a gozársela, estén cerradas. A través de sus redes sociales anuncian eventos vía Streaming y sus seguidores, aunque extrañan el contacto físico de la rumba, siguen fielmente los eventos que Edison Ramírez, su creador y promotor, programan:
Teatron ya había dejado de ser una discoteca para convertirse en un concepto, en un estilo de vida, tal como los muestra su historia.
Todo comenzó a principios de este siglo cuando Edgar Ramírez compró un edificio viejo de la calle 67 con carrera 11. Allí, en la década del 50, vivían familias tradicionales, casi que confesionales. Aún quedaban residentes del antiguo barrio que cada vez que se cruzaban en la calle con un gay o un trans se cambiaban de acera.
Ramírez tenía amigos en su inmenso parche que habían sufrido las penas de ser gay en Bogotá: cada vez que arrendaban un apartamento el dueño le cobraba el doble. A algunos ni siquiera les abrían la puerta cuando iban a preguntar por un apartamento. A una pareja trans muy cercana a él los arrendatarios le habían pedido que no abriera las ventanas porque a los vecinos les daba asco verlos. Ni pensar en espacios para divertirse.
Ramírez, se propuso transformar esa situación. Harto de tanta humillación compartida por muchos en una ciudad donde, según las encuestas, la mitad de los bogotanos dice no querer tener un gay de vecino, Ramirez corrió la bola entre la comunidad LGBTI invitando a ocupar un edificio que sería ocupado solo por ellos. En menos de un mes los veinte apartaestudios de Estudio 55 en Chapinero tenían inquilino. La tuvo clara. Luego compró un edificio de la 44, entre 13 y Caracas; después vino el de la Séptima con 68, la 58 con 8 y la Séptima con 43, justo frente a la Universidad Javeriana.
El propio Ramírez administra sus edificios. Vigila los pequeños daños y consigue quien los arregle. No hay inmobiliarias de por medio y apenas el 8% de sus inquilinos son heterosexuales. Cada uno de sus edificios cuenta con una lavandería en donde, por 12 mil pesos, pueden lavar y secar la ropa. La ola gay se ha extendido hasta Chapinero alto, lo que llaman Gay Hills. Y así se armó una verdadera comunidad: Chapigay, muy apoyada por la alcaldesa local de Chapinero entonces, la hoy senadora Angélica Lozano en el gobierno de Lucho Garzón.
Hace veintisiete años los guetos gays se hacían en Cedritos, pero la apertura del Body Tech de la calle 63 – conocido entre los gays como Barbie Tech- empezó a atraer a miembros de la comunidad.
Edison Ramirez entendió que para consolidar el barrio faltaba un espacio de encuentro y diversión. Fue entonces cuando, en el 2002, adquirió el abandonado Teatro Metro Riviera de la Calle 58 con carrera 13, donde se proyectaba cine y lo convirtió en una inmensa discoteca con 13 salones con diversidad de ambientes donde se vive la rumba gay más intensa del país. Había nacido Theatron.
A la potente fórmula Theatron llegó después de un camino de lugares de entretenimiento que empezó en 1992 con un espacio relativamente estrecho, la discoteca Cinema, en la 76 con 12 y luego con una discoteca más grande que bautizó El Lago. Allí trabajan 140 personas y ha acogido a famosos artistas como Boy George, Fito Páez, Andrés Cepeda y Ru Paul. Cada sábado más de 5.000 personas agolpaban sus salones para divertirse desde la media noche hasta el amanecer.
Si Madrid tiene el barrio de Chueca, Nueva York Greenwich Village, o en San Francisco el Castro, Bogotá tiene este sector a Chapinero. Y se ha ido abriendo camino, al punto de Colombia haberse convertido en uno de los destinos en América Latina preferidos por los homosexuales del mundo. El año pasado fueron más de 300 mil los turistas copando los 20 hostales de Bogotá, Medellín y Cartagena, el Entremonte Wellness Hotel y Spa en Apulo Cundinamarca. Pero esto es asunto del pasado. Por eso desde ya Theatron empezó a reinventarse.