Testimonios en la novela 'Y volar, volar, volar' de Oscar Seidel

Testimonios en la novela 'Y volar, volar, volar' de Oscar Seidel

Con un autor como Seidel y una novela como esta no hay tiempo que perder. El lector debe beber en un vaso de cerveza todo el interés por una obra genial y volar

Por: Oscar Seidel Morales
octubre 23, 2023
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Testimonios en la novela 'Y volar, volar, volar' de Oscar Seidel

Por: Lizardo Carvajal

1.

De la presencia de alemanes en tierras de la actual Colombia, es posible hacer historia. Con Ambrosio Alfinger, vinculado con los banqueros Wesler, acreedores de la corona española, se puede iniciar el historial de los pasos de los descendientes de las tribus germanas, especialmente de los alamanes.

Alfinger, como intermediador para el pago de las deudas de la corona, llegó a ser designado por la monarquía como factor de la casa de Sevilla y obtuvo el permiso de don Carlos I para la exploración y conquista de los territorios que hoy figuran como Colombia y Venezuela.

La historiología ha debido fijarse también en don Nicolás de Federmann quien colocó sus botas de descendencia vikinga por los territorios de la Guajira y se metió a fundar Riohacha y luego pasó por Casanare y Meta, trepando por el páramo de Sumapaz, llegando a estar presente en la segunda fundación de Santa Fe.

Todo esto pasó en los inicios de la colonia. Era la primera mitad del siglo XVI y vale la pena como objeto de estudio de la Ciencia Histórica.

2.

Al estudiar desde la Ciencia Económica nuestro país, en el desarrollo de las fuerzas productivas de estos territorios, los alemanes también están presentes. La navegación a vapor por el río Magdalena tiene nombres como el de Bernardo Elbers, así como también al estudiar el desarrollo de la siderurgia no se puede olvidar que por los territorios de Boyacá y Pacho en Cundinamarca metieron fuego, alemanes como los hermanos Reginaldo y William Wolf, el minerólogo Jacobo Wiesner, Carlos Greiffenstein y Enrique Häusler.

En el arte de fabricar vasijas y objetos de arcilla, cociéndolos a más de 900 grados, logrando objetos de terracota, loza y porcelana, la presencia de los alemanes en nuestro país debe ser estudiada. Reginaldo Paschke y Reginaldo Wolf fundaron la Compañía de Cerámica Antioqueña en 1881, que luego sería la actual empresa Corona.

Del cultivo, industria y uso del tabaco ya Bartolomé de Las Casas informaba en 1530, en su Historia de las Indias. Decía: “españoles cognoscí yo en esta isla La Española, que los acostumbraron a tomar, que, siendo reprendidos por ello, diciéndoles que aquello era vicio, respondían que no era en su mano dejarlos de tomar; no sé qué sabor ó provecho hallaban en ellos”.

A mediados del siglo XIX, al abrirse la fábrica de tabaco del Carmen, en el Estado Soberano de Bolívar, empresarios alemanes se dedicaron a la exportación de tabaco, utilizando el embarcadero de la hacienda Jesús del Monte a orillas del río Magdalena, llegando a Barranquilla y de ahí como una nube de humo llegaba al puerto de Bremen. Digamos que algo similar ocurrió con la industria del café.

3.

La Música, esa ciencia cuyo objeto de estudio es el sonido bello, puede también dar testimonio de la presencia de los alemanes en este arte en nuestro país. A los alemanes le debemos el acordeón, instrumento nacido en Viena, en Austria, pero perfeccionado y difundido en Alemania, viajó a Colombia a mediados del siglo XIX. Llegó a bordo de buques mercantes alemanes que llegaron a La Guajira. Los marineros alemanes intercambiaron sus instrumentos musicales con colombianos a cambio de comida y otras mercancías.

Con el acordeón llegó su amigo el clarinete. También llegó de la mano de los alemanes. Se dejó escuchar en el porro, ese ritmo cadencioso, sereno, contundente y bailable, parecido al son y al paseo. El acordeón invadió el vallenato y la cumbia otorgando ritmo y melodía a esa posibilidad de ritmar diciendo mira-cómo -toco yo.

La Educación y la Cultura dan un testimonio básico en la costa del Pacífico nariñense con el arribo a Tumaco del pedagogo alemán Max Seidel, quien llegó en 1911 procedente de Berlín y fundó el Liceo Tumaco de educación secundaria.

4.

Cuando en 1889, el inmigrante alemán Leo Siegfried Kopp fundó la cervecería Bavaria, un nuevo negocio y un nuevo hábito, se introduciría de la mano de los alemanes. Este nuevo negocio implicaría la lucha contra la bebida tradicional, la chicha. La chichería debía ser reemplazada por la cervecería. Así que la tradicional chicha fue ilegalizada. Sólo en 1991, recobró su estatus legal.

5.

Pero con la presencia de los alemanes en Colombia no solo se puede hacer historia, crónica, ensayo; estudio económico, político, estético. Se puede, incluso, hacer novela. Esa es la gran tarea de Oscar Seidel, plasmada en la novela que el ansioso lector tiene en sus manos.

Y volar, volar, volar es un título que le recuerda el poema hecho canción de Doménico Modugno, Volare o nel blu di pinto di blu, en el cielo pintado de azul, que nos llegó por los años sesenta a nuestro país.

En este caso Y volar, volar, volar es un poema en prosa, es la novela de Oscar Seidel. En ella uno halla, también, la presencia de los alemanes en el volare italiano y en el hecho de que volar, volar y volar fue práctica de los inmigrantes germanos a Colombia y en Tumaco.

Ellos dieron origen al transporte aéreo colombiano. Su empresa inicial fue Scadta, Sociedad Colombo-alemana de transportes aéreos, después Avianca. Desde 1919 operó utilizando hidroaviones Junkers que acuatizaban en el río Magdalena, en Buenaventura y Tumaco.

Así que Y volar, volar, volar, obra que obtuvo en forma merecida el primer Premio Convocatoria Mi Nariño Cultura Viva Creación Inédita Novela 2023, está basada en el hecho de la presencia de inmigrantes alemanes en Colombia y en ese volar que permite la imaginación y los sueños.

Si reconocemos con Borges que una novela es un cuento largo, de la misma manera que un cuento es una novela corta, la obra del gran escritor Oscar Seidel, cumple con esa definición. Con cerca de veinte mil palabras y en catorce capítulos, el autor entrega muchos cuentos cortos que, como en El Quijote, se integran magistralmente, para ofrecer al lector el cuento largo que constituye Y volar, volar, volar.

En esta bella novela, el diálogo no constituye el medio de vivencia de los personajes. Lo es el relato, la voz del narrador llena de datos, de imaginación, de coherencia, de humor y de erotismo. Es el narrador quien dialoga con el lector. Y lo hace de una manera que cautiva, que encanta a quien transita por historias de esta novela.

¿Cómo logra, el autor, encantar definitivamente al lector? Con un recurso novedoso y muy bien utilizado: El testimonio.

Los personajes dan testimonios, relatan en sus propias palabras los aconteceres y las personas. Los sucesos y las vidas. Las ocurrencias y las peripecias.

Recuerdo uno de ellos, pero son muchos. El de Ulrich See, el “Hombre bala” oficial del Circo de Berlín:

“Conocí a Pamela en un bar de Heidelberg en donde ella trabajaba, el Circo de Berlín estaba parando allí y ese era su día libre. El flechazo fue mutuo y contundente. Al rato, estábamos haciendo el amor en el baño de servicio. Esa misma noche, ella me confesó que deberíamos vernos a escondidas ya que convivía con un hombre que la maltrataba, además de explotarla. De todas formas, seguimos viéndonos y tras unos días de intensa pasión me encontré ante una disyuntiva: el Circo de Berlín debía partir hacia otro país y no podía llevarme a Pamela conmigo ya que ella no tenía siquiera pasaporte. Entonces, decidí quedarme para rescatarla. Conseguí un camión y esa misma noche ambos huimos en él, sin rumbo fijo”.

Con un autor como Oscar Seidel y una novela como esta no hay tiempo que perder. El lector debe beber en un vaso de cerveza todo el interés por una obra genial y volar, volar, volar. Adelante.

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