Hace 9 años tuve la satisfacción, que no solamente fue mía, sino de mis padres y hermana de graduarme como especialista en medicina interna, y hace 14 años ya, como médico general. Nunca diría que el camino fue fácil, ni en lo social, económico y mucho menos en lo emocional.
Pero si de algo siempre estuve convencido, y me lo recalca siempre mi madre cuando recuerda que de pequeño siempre le decía que quería ser médico, es que uno nace con la vocación de ser, que se puede forjar durante tu vida formativa o llegar a caer como una hoja seca en otoño, para podrirse y convertirse en abono para la tierra, donde se posan los pies de algunos ególatras, que al final, son seres más frustrados que cualquiera.
Esta mañana me levanté con la mujer que amo, que también como una bendición me la regalo la medicina y me di cuenta lo afortunado que he sido. Trabajo en varios lugares para con mi tiempo, pagar las deudas de sueños que hemos construidos juntos, pero nadie me quita la satisfacción de llegar a casa y verla a ella con sus grandes ojos y su tierna forma de ser.
Sí, mi camino no fue fácil, iniciando mi carrera por distintas razones, preferí cambiarme de universidad antes de que mi salud mental se viera realmente comprometida y estoy seguro que fue lo mejor.
Ingresé a una universidad con fuertes valores de formación y humanidad, en la que se resaltaban las maravillas del no sólo ser médico, si no también artista, cantante, cuentero, actor, porque “el médico que sólo de medicina sabe, ni de medicina sabe”.
Las básicas son amables pero exigentes, y es porque aún estás conociendo lo puro, la esencia de la ciencia, la patología, que busca encontrar respuestas pequeñas a grandes enfermedades, la histologia, que te transporta a un mundo celular, la bioquímica que es como el
Origen de la vida más allá de la razón… la anatomía, viendo cuerpos enteros tratados con respeto, compartiendo quienes son con cada uno de nosotros que ávidos de conocimiento, disecamos cada músculo en pro de aprender para el futuro como los pronadores eran capaces de producir ritmos que hacían mover el esqueleto de las personas.
Semiología era cariñosa, entender que todo se manifiesta antes de tomar un examen es maravilloso y siempre le recalco a mis alumnos que cada uno de ellos tienen la capacidad de encontrar las más diversas enfermedades solo con examinar y preguntarle bien a los pacientes sobre su sentir. Allí es donde todo empieza a decaer. Si uno quiere hacer un buen interrogatorio, 20 minutos jamás serán suficientes, teniendo que formular, transcribir, ordenar y explicarle al paciente cada una de sus dolencias. Pero este no es el objetivo de mi escrito.
El dolor inicia en las rotaciones por clínicas.
De lo primero que recuerdo es un muy buen ser humano, amable y agradable residente de primer año de neurocirugia hacer 182 turnos al año, un día si un día no, al siguiente día de su turno vestirse de paño, porque “el médico no sólo debe ser, si no también parecer”.
Maltratado por su r3-r4 e ignorado por su r5 porque tenía suelta la corbata. Yo, un simple estudiante, sin voz no voto, solo atinaba a pensar para mis adentros, como era posible que alguien fuese capaz de maltratar a su par, otro médico en formación por una minucia como esa, pero así era y siempre había sido, entonces no podía decir nada.
Era el común denominador en casi todas las especialidades quirúrgicas, humillación, maltrato, menosprecio, egos enormes y peleas entre especialistas por quien era el Mas sabio de los docentes y al final de cuentas, el perjudicado algunas veces era el paciente. Fue allí cuando decidí no hacer una especialidad quirúrgica.
No sería la persona feliz que soy hoy, si no fuera por esa decisión. Pero no se equivoquen, he conocido cirujanos y cirujanos maravillosas, personas con un corazón enorme, y una calidad humana que difícilmente se puede igualar. Lo qué pasa es como dice la letra de la canción de Juanes, A veces pesan más los daños, que los mismos años.
Mi internado fue un poco Alegrías, tristezas, frustración por no sentirme bien formado, por la inevitable reacción de compararme con los demás y su conocimiento, error enorme que tenemos todos los humanos, porque cuando han visto un perro compararse con otro perro por tener las patas más largas el pelo más corto o los dientes más blancos?
Pero finalmente se terminó, con algunas veces siendo humillado, maltratado, por debajeado y lo que realmente me salvó fue el tener una familia fuerte y un pilar sólido en mi formación emocional, que se lo agradezco infinitamente a mi madre, a mi padre que me mira desde el cielo, a mi hermana y a mi hermano que poco antes de morir, me enseñó también la humanidad de la medicina, siendo él un profesor en información para colegios de niños de escasos recursos.
De la residencia ni hablemos, pues después de haber pasado una prestigiosa universidad a la residencia de medicina interna, mi nombre fue borrado y cambiado por el de otro un recomendado después de haber sido publicada la lista, razón por la cual decidí irme del país creo que fue una excelente decisión. Donde me forme siempre conté con el apoyo incondicional de mis docentes, personas humildes y de buen corazón que lo único que quería era transmitir su información, su conocimiento basto para que yo volviera a mi país y tratará mejor a cada uno de mis pacientes.
No puedo decir lo mismo de mis compañeros, algunos de los cuales hicieron su residencia quirúrgica en Colombia y se sintieron tantas veces tan menospreciados, que solamente sentían que podían cambiar si se doblegaban a los gustos exquisitos de sus docentes, llevarles el desayuno a las juntas, ser sus meseros, quedarse posturno 12 o 18 horas después de que ya habían salido, incluso uno de sus profesores en algún momento en la residencia de Ortopedia de una universidad con un santo nombre, hacía que su Residente fuera a recogerle la ropa de la lavandería porque “ para eso era que servía” según él.
Ahora yo como docente cada mes cuando llega un grupo nuevo de internos o cada semestre cuando llega algún grupo nuevo de residentes, siempre les digo lo mismo, el conocimiento está en los libros, en las revistas, incluso en la cabeza de muchos, a mí no me interesa que ustedes se sepan todo, a mí me interesa que ustedes sean buenas personas y eso para mí, vale más que cualquier cosa.
Que la muerte de Catalina Gutiérrez Zuluaga, no quede impune y sea solamente el vago recuerdo de un dolor que nos ha quejado al 99.9% del personal médico formado en este país, que se reevalúe el cómo se enseña, el cómo se aprende sin permitir que la mediocridad domine a nuestros futuros colegas. Que la muerte no sea del camino para la liberación de nuestro espíritu en medicina, debe ser el conocimiento y la humanidad, y no precisamente en ese orden
*Médico internista