El atentado terrorista cometido en Bogotá, el pasado 17 de enero, por la banda armada narcomarxista del ELN, en contra de la Escuela de Policía General Santander, que dejó 21 muertos y varios heridos, se puede considerar como el peor acto violento realizado en contra de una institución del Estado por ese grupo terrorista desde su aparición en 1965, lo que representa un desafío para la democracia colombiana, el cual hay que afrontar sin vacilaciones.
Para una organización marxista-leninista como el ELN, el terrorismo está implantado en sus genes, por lo que no puede haber equivocaciones, teniendo claro que una pandilla de esa calaña no se queda en amenazas, sino que actúa de manera bestial, siguiendo las enseñanzas de uno de sus referentes como es el asqueroso criminal del Che Guevara, quien decía: “¡el odio es el elemento central de nuestra lucha! El odio tan violento que impulsa al ser humano más allá de sus límites naturales, convirtiéndose en una máquina de matar violenta y de sangre fría”. Esto demuestra de manera palmaria que la sociedad tiene que estar unida frente al engendro diabólico del terrorismo que propicia una doctrina cuya vesania no tiene límites
Hay que recordar que en junio de 2016 el entonces presidente Juan Manuel Santos, en la ciudad de Medellín, afirmó: “Las Farc están preparadas para la guerra urbana, si fracasa el proceso de paz, la guerra urbana que es más demoledora que la guerra rural”. Y aunque se hizo un acuerdo con las Farc, muchos miembros de esa guerrilla siguieron con la violencia armada, lo que eufemísticamente llaman “disidencias”, o cambiaron de brazalete y se fueron para el ELN, demostrándose que los acuerdos de La Habana no trajeron ninguna paz y que los ataques terroristas siguen sin pausa, incrementándose en centros urbanos.
El ELN como fiel seguidor de los dogmas marxistas, con atentados como el que ocurrió en Bogotá, busca chantajear y atemorizar a la población, recordando que las fuerzas totalitarias —llámense nazismo, fascismo o comunismo— han practicado el terrorismo, exaltándolo, siguiendo las enseñanzas de Hitler, así parezca paradójico, quien proclamaba: “las masas necesitan de eso, algo que les cause pavor”.
Desde sus inicios las diferentes guerrillas marxistas en Colombia han buscado llevar el terrorismo a los centros urbanos, sin importarles el costo en vidas humanas, ya que el terrorismo para el comunismo totalitario es otra forma de lucha, igual que la electoral, el narcotráfico, la corrupción, entre otras. Sin embargo, en la historia de Latinoamérica no se puede pasar por alto que las ciudades se han convertido en la tumba de grupos terroristas marxistas, como ocurrió con Sendero Luminoso en el Perú, cuando comenzó su accionar en Lima, capital de ese país, y para ello se contó con la colaboración para derrotarlo de la sociedad, la cual en Colombia debe aplastar a los violentos actuando mancomunadamente con las autoridades.
La lucha en contra del terrorismo no solamente es política y militar, sino que también es intelectual e ideológica, porque desde hace décadas el marxismo con una de sus versiones más patológicas, como es el ELN, se infiltra en centros educativos, organizaciones sociales, sindicatos, movimientos campesinos y entidades del Estado. Por esto hay que desenmascarar a personajes que son simpatizantes, colaboradores o militantes de semejante máquina terrorista, resaltando que a lo que más le tienen temor los seguidores del esperpento marxista-leninista es al debate de las ideas, ya que este no tiene ni vigencia ni defensa y ese discurso miserabilista sobre la lucha a favor de los pobres también fue utilizado por Hitler en su momento en Alemania, cuando exigía rabiosamente el pan para los hijos de Alemania en su libro Mi lucha.
Ya lo habíamos afirmado en una anterior columna titulada ¿Marxismo, intrínsecamente terrorista?, en donde hicimos un planteamiento de fondo sobre la práctica atroz de esa doctrina desde que existe, que la convierte en la organización genocida que más crímenes ha cometido en la historia de la humanidad, cuya cifra es cercana a 150 millones de asesinatos en el último siglo y sus enseñanzas son seguidas por el ELN, quen mostró una vez más su sevicia el 17 de enero en Bogotá.
De la misma manera que el ELN utiliza como forma de lucha al terrorismo, también las negociaciones de paz con el gobierno las ha usado como estrategia para buscar consolidar su programa político, con lo que se demuestra que en la combinación de todas las formas de lucha practicada por el comunismo no hay ningún escrúpulo. De ahí que la sociedad y Estado tienen que fortalecer su unidad para derrotar al terrorismo.
No hay que olvidar que Venezuela se ha convertido en un santuario para los terroristas del ELN y que el atentado que ocurrió recientemente en Colombia le sirve a la camarilla comunista que esclaviza a esa nación para bajar la presión internacional.