El terrorismo es un método, no una ideología. Puede ser el método escogido por el fanatismo político o religioso, pero también puede ser un último recurso de una causa noble, minoritaria y acorralada, enfrentada a un enemigo superior. Independientemente de sus orígenes, sus resultados son los mismos: la violencia contra un grupo de personas casi siempre escogidas al azar. Nunca habrá para ese método una justificación ética ni legal, pero sus resultados políticos son muy diversos, que es la razón por la cual existe.
Por ejemplo, cuanto ETA, el brazo armado del movimiento de independencia del país vasco, puso unas bombas en el metro de Madrid, la causa era noble pero sus resultados fueron criminales, pues sus víctimas no eran parte de ese conflicto, ni combatientes, y el atentado no los dignificó ni ante su propia causa ni ante la sociedad, que con razón condenó sus acciones fatales, aunque miraran con simpatía la causa independentista. Fue un movimiento que se desmovilizó sin haber conseguido su objetivo, derrotado militar y políticamente.
Cosa distinta sucedió con los atentados del IRA, el movimiento revolucionario irlandés, que llenó de sangre las calles de Londres y Belfast. Su método fue el terrorismo, como último recurso de una causa noble, frente al poderío de un ejército que veían como de ocupación. Gracias a él, sentó al gobierno británico a la mesa de negociaciones. El famoso acuerdo de paz del Viernes Santo de 1998 fue el resultado de una compleja negociación que no hubiera sido posible sin esos perversos antecedentes.
Los atentados del narcotraficante Pablo Escobar en Colombia, que de hecho declaró una guerra al Estado, cuyo objetivo fueron dirigentes políticos, instituciones públicas y privadas, El DAS, El Espectador, y la población civil, fue un intento de doblegar a una sociedad a base de terrorismo. Demostró al mismo tiempo su crueldad y su inutilidad, porque la sociedad que lo abatió, en una acción éticamente justa, resultó mucho más poderosa que él. Ese ataque inmisericorde fue lo que le dio a Colombia la fuerza moral para derrotarlo.
El caso de las actuales acciones terroristas de Hamás contra Israel y su brutal represalia, es mucho más complejo. Nace de la creación misma del Estado de Israel en 1949, en el territorio de Palestina que había venido siendo ocupado por inmigrantes judíos desde principios de siglo XX. Su creación produce un desplazamiento que aún perdura y de hecho ha habido una abierta hostilidad entre las dos comunidades desde entonces. El llamado terrorismo sionista tiene una larga historia con víctimas británicas, palestinas y aún judías; fue la sangre del parto del nacimiento del Estado de Israel. Y el terrorismo palestino ha sido igual. Yaser Arafat fue considerado un terrorista hasta la firma de los acuerdos de Camp David en 2000.
Es una historia sangrienta de nunca acabar, que abarca a todo el Oriente Medio, cuyos países, con fronteras tan artificiales como las de Israel, fueron producto del reparto de áreas de influencia entre las potencias europeas luego de las dos guerras mundiales. Se impuso sobre el papel un mapa político que poco tenía que ver con las comunidades que separaba y con sus tradiciones. Se cita a Winston Churchill diciendo que Jordania nació en una servilleta de papel en un hotel de El Cairo.
La gravedad y el desafío que la magnitud de ese ataque produce, indica que con el método del terrorismo Hamás busca otras cosas
Es claro que el ataque de Hamás, un movimiento patriótico palestino que controla electoralmente la franja de Gaza, territorio árido, reducido y arrinconado, contra la población civil de Israel, es un atentado terrorista de particular sevicia y crueldad. Sus víctimas, más de 1300 hombres, mujeres y niños inermes. No hay para esa acción justificación política o ética alguna. Bestias humanas es el calificativo que se da a sus ejecutores. La gravedad y el desafío que la magnitud de ese ataque produce, indica que con el método del terrorismo Hamás busca otras cosas que bien pueden ser: provocar la reacción descomunal de Israel dispuesta a borrar la franja de Gaza del mapa, para poner en evidencia ante el mundo la manera injusta como los palestinos ha sido tratados por Israel, que desde hace años genera la solidaridad internacional; suscitar ante la represalia la solidaridad del mundo árabe y la terminación de los acercamientos que se estaban produciendo entre los países árabes e Israel; desatar un guerra general en el Medio Oriente, que aniquile a Israel; precipitar por reacción el proceso de creación del Estado Palestino.
Cualquier cosa que suceda, es el ejercicio más efectivo y despiadado del método del terrorismo para fortalecer una causa noble como es la creación del Estado Palestino, donde los muertos civiles solo son daños colaterales. Así de cruel y a veces así de exitoso, es ese método.