La noticia de que se han abierto mas de mil fosas comunes, con más de 5.000 cadáveres, reconocidos más o menos la mitad, y entre los cuales cerca de 400 menores de edad, no ha despertado una expresión de sorpresa ni en los medios ni en la ciudadanía.
Es que vivimos en una variante del 'realismo fantástico' en la que lo insólito aparece como ordinario, y en este caso lo monstruoso parece simplemente anecdótico.
Por eso la aparición del estudio Basta ya del Centro Nacional de Memoria Histórica tampoco ha merecido la atención y divulgación que se merece. Es un resumen de seis años de trabajo, plasmados en una enciclopedia de 24 libros, que debería, como la que inspiró la Revolución Francesa y la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, cambiar el rumbo de nuestra Patria.
Debería tener la misma o incluso más trascendencia que tuvo el análisis de La violencia en Colombia de Fals Borda y Eduardo Umaña, y lo complementa, no solo para entender la historia de nuestra 'guerra civil no declarada', sino para poder contribuir a su solución.
Su importancia no radica en que sean novedosas sus conclusiones, sino en que derivan de un estudio en el cual tanto la recopilación de los casos concretos como el recuento estadístico nos sacan del dominio de lo presentido o intuido a lo concreto y sustentado.
Ayuda a percibir por un lado que existen causas remotas o 'subjetivas' de la confrontación, pero su mayor contribución es mostrar 'la vivencia del conflicto', la realidad que no vivimos quienes solo la conocemos por los medios masivos de comunicación.
Como a pesar de ser una publicación oficial originada en una Ley y ordenada por el Gobierno, poca circulación ha tenido —y poco interés parece darse en que la haya— se presentan aquí algunas frases que pueden invitar a leer por lo menos la presentación:
"Es una guerra de la que se tiene noticia a través del lente de los medios de comunicación, que sufren otros y que permite a miles de personas vivir en la ilusión de que el país goza de democracia plena y prosperidad, a la vez que les impide entender la importancia de cada decisión, afirmación o negociación política para quienes la sufren”.
"La sociedad ha sido víctima pero también ha sido partícipe en la confrontación: la anuencia, el silencio, el respaldo y la indiferencia deben ser motivo de reflexión colectiva".
"La violencia contra la población civil, antes que un daño colateral, ha sido un recurso empleado de manera premeditada por los actores armados".
"Las versiones de los victimarios (...) permitieron ratificar algunas denuncias de las víctimas, pero sobre todo han hecho posible que se demuestre todo el horror que venían denunciando (...) como la existencia de hornos crematorios, de cementerios clandestinos, de escuelas de tortura y descuartizamiento, y que las historias inverosímiles contadas por las víctimas por fin sea creídas".
"La justicia —o, para ser más precisos, la impunidad— se destaca en este informe como uno de los factores que contribuye a mantener y escalar la guerra".
"Catorce categorías de crímenes internacionales (...) son sujetos de inventario. Los grupos armados —y las fuerzas oficiales— se especializaron en diversas formas de violencia degradada. En masacres, sevicia, asesinatos selectivos y desplazamiento masivo, entre otros, los paramilitares. En secuestro, ataques a poblaciones y bienes civiles, atentados terroristas y desplazamiento selectivo, las guerrillas. Y está presente la fuerza pública, con desapariciones forzadas, torturas, detenciones arbitrarias y ejecuciones extrajudiciales".
"Todos los informes ilustran la gradual convergencia entre la guerra y el problema agrario (despojos violentos, concentración ociosa de la tierra, usos inadecuados, colonizaciones y titulaciones fallidas)".
"La guerra ha sido también el recurso para impedir la democracia y la violencia el medio para acallar a críticos y opositores, para impedir la denuncia y evitar justos reclamos y transformaciones".
"Es la víctima de rostro sufriente y de cuerpo lacerado la que revela la crueldad de los perpetradores y devela el mal y los quiebres éticos de esta sociedad, incluidos sus gobernantes y ciudadanos. En la totalidad de los casos emblemáticos, las víctimas expresaron su dolor por la acción despiadada de los victimarios, pero también por la acción, omisión y complicidad de quienes estaban llamados a protegerlos y respetarlos. Mostraron indignación por el silencio y la indolencia de miles de compatriotas que desconocen o no quieren oír su sufrimiento, y que con ello ignoran también la vulnerabilidad y la precariedad de nuestra democracia".
Este trabajo nos orienta para entender lo que en las 'negociaciones de Paz' se puede y se debe acabar; no focaliza el problema en las causas —que también tocará en un posconflicto solucionar— sino desnuda los efectos, lo que hoy a muchos no parece importar.