“Nadie podrá llevar por encima de su corazón a nadie ni hacerle mal en su persona aunque piense y diga diferente”.
Jaime Garzón.
Colombia ha vivido los últimos años de su historia reciente sumergida en un perplejo mar de conflictos y confrontaciones que derivaron en múltiples expresiones de violencia y una arraigada cultura de la intolerancia y la iniquidad.
Los resultados de este penoso fenómeno han recorrido con dolor la geografía nacional y sus profundidades, según el informe “Estadísticas del conflicto armado en Colombia” del Centro de Memoria Histórica, entre los años 1958 y 2012 el conflicto armado ha causado la muerte de 218,094 personas (de los cuales el 19% fueron combatientes y el 81% civiles), asimismo ha derivado en la vergonzosa suma de 25.000 desaparecidos y 4.744.046 víctimas producto de desplazamientos forzados entre 1996 y 2012.
Las sociedades no deben marchar al ritmo de la muerte y la violencia. Colombia y sus generaciones presentes y futuras merecemos un mejor destino colectivo. Basta ya de naufragar en guerras fratricidas, no más madres llorando a sus hijos e hijas en este valle de odio e insensatez. Colombia sepulta su juventud y su posibilidad de futuro bajo el sello de una guerra sin sentido. La vida toda, sin distingo alguno es digna de respeto y consideración.
Hoy más que nunca debemos aferrarnos a la idea de defender la paz y la vida, y vale la pena traer a la memoria y a la reflexión aquellas palabras pronunciadas por el Nobel de Literatura José Saramago el 15 de Marzo de 2003 en Madrid, España a propósito de la guerra de Irak cuando exhortaba a la inteligencia y la sensibilidad afirmando que:
“Hasta ahora la humanidad ha sido siempre educada para la guerra, nunca para la paz. Constantemente nos aturden las orejas con la afirmación de que si queremos la paz mañana no tendremos más remedio que hacer la guerra hoy. No somos tan ingenuos para creer en una paz eterna y universal, pero si los seres humanos hemos sido capaces de crear, a lo largo de la historia, bellezas y maravillas que a todos nos dignifican y engrandecen, entonces es tiempo de meter mano a la más maravillosa y hermosa de todas las tareas: la incesante construcción de la paz…. Sin paz, sin una paz auténtica, justa y respetuosa, no habrá derechos humanos. Y sin derechos humanos -todos ellos, uno por uno- la democracia nunca será más que un sarcasmo, una ofensa a la razón, una tomadura de pelo. Los que estamos aquí somos una parte de la nueva potencia mundial. Asumimos nuestras responsabilidades. Vamos a luchar con el corazón y el cerebro, con la voluntad y la ilusión… Ellos quieren la guerra, pero nosotros no les vamos a dejar en paz".
Es así como la superación y terminación del conflicto armado por la vía del dialogo constituye un elemento indispensable y necesario para transitar una etapa diferente de la vida nacional, parar y acabar la guerra debe ser un propósito común.
Resolver los conflictos y las contradicciones por otros medios diferentes a la violencia y la coerción serán los desafíos de un nuevo país por venir.
Desactivar todas las formas de violencia (política, económica, sexual, cultural, ambiental, etc..) y superar las causas que la engendran (desigualdad, pobreza, corrupción, clientelismo, machismo, exclusión, etc.. ) ha de ser la tarea y responsabilidad de las ciudadanías y las conciencias en movimiento por la democracia, la vida y la dignidad de Colombia, ya decía Saramago que “La tierra pertenece a los pueblos que la habitan, no a aquellos que, con el pretexto de una representación democrática descaradamente pervertida, al final les explotan, manipulan y engañan. Nos manifestamos para salvar la democracia en peligro”.
@JorgeEduDiaz