Más como estrategia mediática que como propuesta política, usó el presidente la tesis de la tercera vía.
Frases como ‘tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario´ son de alto impacto pero de poco contenido. O más exactamente son lugares comunes presentados como genialidades. Toda gestión pública incluye ambos y lo que queda indefinido es justamente cuánto es posible del uno y cuánto necesario del otro.
Algo parecido sucede con la defensa de ‘la función social de la propiedad’: el tema no es si tal función existe y se debe implementar, sino ¿en que consiste?; se enmarca dentro de la definición de que el interés público debe prevalecer sobre el interés particular, pero ¿se reduce acaso a esto? ¿Cómo se refleja más allá del ‘derecho’ propiamente?
Mientras estas vaguedades no se concreten nosotros no somos un modelo de la tercera vía sino del tercer mundo.
Tercer mundo entendido no tanto por el nivel de industrialización como se calificaba antes, sino por el de desarrollo político, social y económico, al cual pertenecen los países que no logran una organización en estos aspectos; o, como lo ve nuestro presidente, aquellos que no pertenecen ni podrían pertenecer a la OCDE; los que no han alcanzado a construir un Estado que maneje o coordine esas relaciones entre los ciudadanos.
En el tercer mundo no se tiene en cuenta que Estado es el conjunto de unas instituciones, mientras el Gobierno son solo las personas que conforman transitoriamente su administración.
Y si algo caracteriza a Colombia es la pobreza o la inoperancia de las instituciones. Sobra repetir la falta de credibilidad en su rama legislativa o de la rama judicial. Por sustracción de materia la rama ejecutiva acaba remplazando al Estado.
Nos preciamos de ser una ‘nación democrática’ pero lo que tenemos es una autocracia elegida mediante un simulacro de participación popular (votantes que no escogen en función de propuestas sino movilizados de acuerdo a la capacidad de conseguir recursos de los candidatos).
Con un promedio de cambios en la Constitución de uno cada tres meses; con centenares de proyectos y reformas que se presentan pero no se concretan; con legislaciones transitorias o de excepción; se puede concluir que somos un país sin reglas del juego, donde todo depende de quien es el ‘primer mandatario’. Que además no es tal porque no recibe mandato alguno -no se le dan instrucciones de qué propuesta adelantar- sino al cual solo se le entrega la capacidad de tomar decisiones sobre la marcha.
No existen la noción de modelo,
ni de verdadera planeación
más allá de un seudoprograma ocasional
No existen la noción de modelo, ni de verdadera planeación más allá de un seudoprograma ocasional, y toda intervención es casuística, relativa a un suceso o circunstancia del momento. Como bien se repite: todo es ‘coyuntural’.
Aparece ahora -por su naturaleza- en el manejo del llamado ‘acuerdo de paz’ (que en sentido realista es apenas el desarme de uno de los actores armados de un conflicto social); la polarización resultante no es porque la mitad del país no quiera la Paz, sino porque el camino seguido es tan controversial como incierto su futuro, ya que solo en países del tercer mundo surgen movimientos de insurgencia armada.
Pero igual pasa en las negociaciones de los paros. La solución a la protesta no insurgente ni armada es igualmente caótica o improvisada, sin insertarse dentro de ningún programa o modelo que justifique lo ‘negociado’, y solo como respuesta a la situación crítica a la cual se va llegando.
Y como tercer mundo se reacciona con la tendencia del péndulo: por falta de parámetros confiables para un manejo, la exageración se vuelve parte del funcionamiento y cada problema se sobredimensiona tanto en su diágnostico como en su corrección.
Hoy todo defecto o error aparece como fruto de la corrupción;
se presume la culpabilidad en vez de la inocencia;
todo funcionario público es sujeto de sospecha
Así hoy todo defecto o error aparece como fruto de la corrupción; se presume la culpabilidad en vez de la inocencia; todo funcionario público es sujeto de sospecha.
Los casos son deformados en su presentación, como cuando se atribuyen a pérdidas o peor a robos los costos de Reficar que corresponden a inversiones adicionales; o cuando se señalan como desfalco las inversiones en salud o complementarios (v.gr. clínicas) que no se consideran contempladas en los destinos de las EPS.
Y las correcciones a su turno son exageradas. Se le dan 18 años de cárcel a Andres Felipe Arias por interpretar las leyes propuestas por él en forma diferente de sus jueces (el AIS no era para los campesinos sino para garantía de los inversionistas). Los daños causados por la política minera y de hidrocarburos (política consistente en no intervenir) llevan a fortalecer toda clase de medidas contrarias a su desarrollo y no a una regulación razonable.
Los defectos o características de la ‘cultura’ de tercer mundo no se atacan buscando cambiarla sino adaptándose a ella, asimilándola; algo similar al cuento del marido que encuentra a su señora con otro en el sofá de la sala y resuelve que toca vender el sofá; solo que decidiendo cambiarlo de sitio o ponerle un forro diferente.