¿Teofobia en Colombia? ¡No jodás!

¿Teofobia en Colombia? ¡No jodás!

"Me preocupan los discursos de los pastores entrados en la arena política. Una cosa es que me digan que por no “seguir la doctrina” me condenaré, así crea en Dios"

Por: Efraín Cepeda
abril 18, 2017
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¿Teofobia en Colombia? ¡No jodás!

Escribo como creyente no afiliado a ninguna iglesia, en respuesta a la victimización de los evangélicos y su deseo insano de tomarse el poder político en Colombia. Los “nones” o creyentes no afiliados somos cada día más en Colombia y el mundo. Si eres de aquellos que dicen “creo en Dios pero no en curas, pastores o iglesias” eres un no afiliado.

Las razones que nos ha llevado a darle la espalda a las iglesias, curas y pastores, pero no a Dios, son demasiadas para este escrito. Solo hay que darse una pasada por los diarios y los libros de historia para sustentar que detrás de cada iglesia, cada templo, mezquita, cura o pastor hay un deseo de control y un flujo de capital que asombra a las mentes medianamente despiertas.

Ya con esto claro, pasaré a la motivación de este texto. En los pasados días encontré el artículo “La teofobia en Colombia” de la evangélica Halinisky Sánchez en Las2Orillas. En este comparaba las críticas a Vivianne Morales, Marco Fidel Ramírez, Oswaldo Ortiz, Miguel Arrázola y otros como “teofobia” o fobia a Dios. Más aún, llegó al colmo de la victimización al afirmar que “Los cristianos evangélicos son los nuevos parias sociales de Colombia, como en algún momento lo fueron los judíos para la Alemania hitleriana”

Creo que las críticas a las que se han sometido a varios pastores y al exprocurador Ordoñez no son por odio a Dios, sino por su deseo insano de querer llegar al poder político para seguirse favoreciendo económicamente e imponer su agenda moral (entiéndase puritana sexualmente y antigay). Además, otra razón que ha inquietado a miles de colombianos son las montañas de dinero que manejan los pastores colombianos (ríos de dinero en el caso de la Iglesia Ríos de Vida de Miguel Arrázola). Con dificultad un colombiano promedio, tras cinco años de pregrado y dos de maestría, puede ganarse un salario superior a los dos millones y medio. Por el contrario, pastores como Arrázola, que sin mayores estudios y a costa de la décima parte del salario de trabajadores humildes de Cartagena, pasa vacaciones en Paris, va muy humildemente en primera clase, compra obsequios en Tiffany’s, vive en un apartamento estrato diez, a la vez que se observa como manipula a sus creyentes a ofrendar. “Da todo lo que tienes”, se escucha decir. No creo que ese haya sido el ejemplo de Jesús. ¿Criticar eso es teofobia? No señores, es sentido común.

Pasemos ahora a la diputada santandereana Angela Hernández de la Iglesia Cuadrangular, que se rasgó las vestiduras en nombre de la moral porque el alcalde de Bucaramanga izó la bandera gay en la alcaldía el año pasado; pero no tiene la menor vergüenza en aliarse con Alejandro Ordoñez, quien mandó a archivar el escándalo de corrupción de Odebrecht para favorecer a sus camaradas de derechas. ¿Criticar eso es teofobia? No señores, es sentido de la decencia.

¿O qué decir de la senadora Vivianne Morales que en su sed de imposición cristiana promueve un referéndum para que las parejas de lesbianas no puedan adoptar y cierra también la posibilidad a las personas solteras?, ¿es esto justo con miles de niños huérfanos abandonados en el Bienestar Familiar? Se completa el asombro al saber que la hija de Vivianne Morales, dizque miembro del Partido Liberal, es lesbiana, ¿criticar eso es teofobia? Dense un viaje por Massachusets o Bélgica y se darán cuenta que las parejas del mismo sexo no traen el fin del mundo o la peste negra.

¿Y qué decir del pastor Oswaldo Ortiz? El YouTuber de la inquisición evangélica, que ahora ha añadido un nuevo capítulo al libro de Apocalipsis en el que toda la izquierda es uno de los jinetes del libro de las Revelaciones y Uribe es el nuevo Josué destinado a derrumbar los muros de la fortificación castrochavista. Dice que todos los que no estemos con ellos quieren volver a Colombia como la Venezuela de Maduro y que la Biblia (su interpretación nos debe gobernar) ¿En serio?

Hay voces, cada vez más necesarias, que hablan de laicidad, de separación de Iglesias y Estado, del poder del altar en la política. Sin embargo, son muy pocas, además muchas veces vienen desde los colectivos de ateos y agnósticos. Estoy de acuerdo con ellos y no por ello soy ateo. Considero que el tema de la laicidad no debe ser sólo bandera de los incrédulos, todos debemos  preocuparnos por ello. El tema del Estado laico debería ser importante para indígenas, raizales, gitanos, LGBTI y las mujeres. Curiosamente tengo varios amigos gays que son los primeros que saltan en defender a la Iglesia Católica, cuando ha sido la que más les ha perseguido.

Me preocupan los discursos de los pastores entrados en la arena política. Una cosa es que me digan que por no “seguir la doctrina” me condenaré, así crea en Dios. Y otra muy distinta que por fuerza de ley los evangélicos pretendan que su visión debe imponerse en toda la sociedad a la vez que gritan “¡cristianofobia!”.  Ya he escuchado voces evangélicas que critican mi no afiliación a una iglesia como “tibio”, “falso”, en contraposición con ellos que se creen poseedores de “la sana doctrina”,  ser “la sal de la Tierra”. Se esfuerzan por imponerme su visión de Dios, de cómo debe ser adorado y a quienes debe el Estado limitar sus derechos. Con espanto he visto como los evangélicos califican los rituales indígenas como “satánicos”, ser “pacto con el diablo” y causantes del anterior fenómeno climático de La Niña. Su fanatismo como cosa privada lo respeto, pero al querer hacerlo norma legal tras hacer subir pastores como ediles, concejales, diputados y senadores, me asusta como demócrata.

Yo me niego a quedarme con una interpretación arcaica y que no de espacio a mis prójimos LGBT, budistas e indígenas. Me rehúso a negar la libertad individual de aceptar que las mujeres pueden decidir sobre su cuerpo o aceptar hechos científicos contrarios a la Biblia. Me niego a establecer divisiones maniqueas de santo y profano que los pastores-políticos pretenden imponer. El consejo de María Fernanda Cabal, amiga del pastor Oswaldo Ortiz, es más que necesario: ¡Lean, vagos! Porque solo leyendo nos podremos dar cuenta que cuando el gobernante y el clérigo se arropan con la misma cobija las libertades individuales han peligrado.

 

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