Teófilo Gutiérrez es un auténtico cazador del área, eso no lo desconozco. Uno de esos 9 que se ubican bien y que, en un alto porcentaje, le hacen un pase a la red con una frecuencia importante. No en vano es el máximo artillero hoy por hoy del fútbol argentino. Pero es injusto que siga siendo una de las principales cartas de ataque de una selección de fútbol con una materia prima tan rica como Colombia. No por falta de condiciones; sí por su actitud para jugar a la pelota. Por eso creo que existen dos Gutiérrez, en un sólo ser. Personalmente no dejo de llamarlo: pecho frío.
He sido un seguidor de la carrera del goleador del barrio de La Chinita desde su despegue fantástico en el fútbol de nuestro país. Cómo olvidar al Teo que, aún cuando no tenía grandes condiciones, corría sin parar por el Metropolitano, mostrando ese amor al fútbol que tanto hace falta por estas épocas (en todo el planeta fútbol). Aún están en mi cabeza los recuerdos de ese delantero furioso que rompió redes en todo Colombia y Argentina (durante su paso por Racing). Tampoco puedo olvidar sus actuaciones con la Selección. Pero no la Colombia de Pékerman, sino la que se quedó por fuera de Sudáfrica 2010. En el equipo en que a él, en realidad, le tocaba correr para conquistar. En definitiva, tengo varios buenos recuerdos en mi disco duro cada vez que se habla del ex jugador del Junior. Pero el nuevo Teo, sinceramente, opaca todo lo que hizo el otro.
Nunca le voy a perdonar al delantero de River cómo jugó el mundial en Brasil. Ante la ausencia de Falcao, necesitábamos a un delantero centro que pudiera hacernos olvidar que el mejor 9 del mundo (en esa época) se había quedado fuera del mundial por lesión. Opciones teníamos. Ahí estaba un Jackson que tenía a Portugal a sus pies, un Bacca que dejaba con la boca abierta a propios y extraños en España, un Muriel que siempre demostró su poderío ofensivo, e incluso un Dayro Moreno que hacía tener pesadillas a los arqueros de nuestras liga. Días antes del debut con Grecia, don José se decidió y la persona que iba a liderar nuestro ataque era él: Teo.
En principio apoyé la decisión del director técnico argentino. No se podía dejar de lado a un delantero que con 6 goles, quiérase o no, aportó para que estuviéramos en la cita de gala en Brasil. También la apoyé porque pensé que el primer Teo iba a aparecer y no el segundo, como finalmente sucedió. El costeño tenía, de una u otra forma, con que validar que le hayan dado la camiseta con el número 9 en la espalda. Nadie podía negarlo.
El certamen para Colombia empezó ante la que, seguramente, fue la selección más mediocre que Colombia podrá enfrentar en la historia de un mundial. Ante una Grecia que no podía ganarle siquiera a la peor versión del América de Cali, Teo hizo su único gol en todo el torneo. En ese partido, como en los otros tres que jugó el barranquillero, no corrió un sólo balón con decisión. Parecía que el ex atacante de Cruz Azul no se había enterado de que jugaba una Copa del Mundo. De hecho, durante el partido de cuartos de final, algunas malas palabras salieron de mi boca, por la actitud del jugador en cuestión. Simplemente porque no podía creer que fuese nuestro referente en el ataque una persona que, lamentablemente, estuvo trotando toda la competencia. Máxime si tenemos en cuenta que, poniendo un poco más de alma, podría ser uno de los mejores delanteros de nuestra historia reciente. Por eso es considerado por mí, un terrible pecho frío.
No es pecho frío cualquiera. Pecho frío es quien tiene condiciones y no las explota por un tema actitudinal. Una selección es, para cualquier futbolista, el escenario máximo de entrega. No me imagino a Falcao caminando el día del partido contra Brasil. Ayer lo demostró, una vez más, en el clásico del fútbol argentino. El nuevo Teo, como le digo a mis amigos en Buenos Aires, es al peor nivel que puede llegar un futbolista. Parece que sólo juega porque es su trabajo. Parece que le perdió el amor a la pelota. Probablemente todos le hacen daño al seguir "venerando" sus condiciones. Este Teo no es ni la sombra de aquel que, hace años, hacía gritar a miles de tiburones o hinchas de Racing, ese Gutiérrez que amaba el deporte rey; no este que se ve cansado, triste y desorientado.
@andresolarte