Es lunes y vuelve a hacer un calor de mierda en esta ciudad de porquería. Las esperanzas hace rato se secaron, si tuviera la certeza de que hubiera vida después de la muerte me pegaría un tiro o me iría al Chocó para que se me pegara una de esas enfermedades tropicales que mata a miles de niños cada año. Pero no, después de esto no hay nada. Es mejor estar acá en una silla de ruedas, sin brazos ni piernas, que no estar. Sí, es un infierno.
Por eso lo mejor que me podría pasar hoy es empezar a tener los síntomas del Coronavirus. Mi jefe estaría feliz de mandarme a casa. No quieren saber nada de virus por acá, en esta ciudad caliente en la que se ha convertido Bogotá. Todos tienen miedo, como si el Coronavirus los fuera a matar a todos. Mata, creo, a viejitos de 103 años que tengan la costumbre de leer el periódico en la mecedora en el antejardín de su casa y que tengan como Hobby dejarse chupar la sangre de zancudos regordetes.
En Colombia no se ha reportado ningún caso pero eso ya deseaban que el avión que llegó de Wuhan con los 14 compatriotas y sus familias se cayera en el mar. Desde ya son cientos los empleados que han exagerado su resfriado o sus gripas químicas para faltar al trabajo. Trump y Estados Unidos, quienes se frotan las manos sabiendo que este pánico podría hundir económicamente a China, le siguen el juego a la farsa. Ahí encontraron otra razón para odiar, para discriminar. Los noticieros nacionales, mientras tanto, siguen cumpliendo el papel que les han asignado sus dueños: desinformar lo más que puedan, decir que las calles de China, como las de Florencia a finales del siglo XV, están llenas de ratas y muertos, o de ratas que salen de los anos y las bocas de los muertos. Entre más grande sea el temor más rápido termina olvidándose de la corrupción, de las denuncias de Aida Merlano, de los cementerios de falsos positivos en Dabeiba y Valledupar, de la bajísima popularidad del presidente. Poca gente en este país cumple a cabalidad su trabajo como los periodistas pre-pagos que abundan en este país.
Si, por eso, aunque no crea en Dios le pido que por favor me de Coronavirus. Eso es un poco más fuerte que una gripa y más tranquilo que un dengue. Igual, una plaga más no nos matará. Llega tarde la enfermedad, acá ya todo ha sido arrasado. Los virus se han transformado en políticos. Son grandes, gordos e insaciables. Ojalá me diera Coronavirus, al menos podría tener el privilegio de pasar un lunes en la cama. Al menos, entre la fiebre, podría descansar. Sería hermoso, no me bañaría ni vería a nadie.
Ojalá al menos me dé una gripe
