A pesar de mi afán, aún tengo prudencia para observar y comprender la razón de ser de las cosas, con mis ojos y todos mis sentidos mesuradamente encendidos.
A pesar de mi aire de fugado de la cueva de aquellos resignados conformistas que jamás le buscaron el sentido a los “sin sentidos” de la vida; a pesar de acampar ahora en la cueva de bisoños pensadores salomónicos y críticos sociales que escriben de algo para gritar lo que siente y calla la condición humana vapuleada, no encuentro mi lugar.
Tengo afán por encontrarlo. Siempre lo he tenido. De día y de noche zumba en mi cerebro un remolino de ideas golpeando las cavidades de mi cráneo. A cada instante, con el sol y la luna, dormido y despierto, en compañía y en mi soledad, al amanecer y al anochecer.
Tengo afán, y no me vale que ahora se me presente una mesa opulenta, porque muchos tienen hambre. No me vale el verdor hermoso que me rodea donde vivo, porque muchos sobreviven en el fango, el trinar alegre que oigo de los pájaros cuando salgo a caminar, porque muchos sufren y lloran, la manada de patos que observo acercándose al lago para zambullirse sin pedirle permiso a nadie, porque muchos aún viven sometidos y pisoteados indignamente.
No me valen mis gratos recuerdos, el de mi primera novia y sus lágrimas ante mi partida de joven andariego y soñador a comerse el mundo, los cumpleaños añejos que ya me han celebrado y mi negación silenciosa a cambiar el calendario para que no me coman los gusanos, el álbum con las piedras preciosas talladas del pasado y las huellas que quedaron esculpidas.
Todas esas emociones se traducen apurado en inmensos suspiros. Voy, me sirvo un vino y vuelvo. Mi pensamiento vuela y revuela, salgo y entro, escucho música, escucho el silencio, me asomo en un paraíso aún por conquistar y termino en el abismo del presente. Medito, hablo conmigo mismo, me lamento, maldigo, me calmo, vuelvo a pensar. Y no encuentro mí lugar.
Le digo adiós al que fui y me demoro con el que seré. Nada me detiene. Tengo afán de vagabundo bohemio por encontrar mi lugar, seguir buscando los días con nuevos colores, porque sé que los hay de otros colores y donde el arco iris siempre es permanente.
Me voy a encontrar mi lugar. ¿A dónde?, no lo sé. Lo único que sé es que no estoy en mi lugar. Quizás tu tampoco. ¿Acaso te lo has preguntado alguna vez?
Desde que tengo uso de razón, me di cuenta de que mi lugar no estaba donde estoy, sino en algún otro lugar donde no he estado nunca.
Lo estoy buscando. En alguna parte debe estar mi lugar vacío y ese vacío se llenará de mí y se rebosará de mí, mucho, hasta volverse fuente para otros. Y mi vacío, el vacío de mi ser que tengo ahora, se llenará pleno hasta arriba de los bordes para derramarse.
Tengo afán por encontrarlo. Persigo a mi otro yo buscando mi lugar. ¿Quién me lo habrá reservado? ¿Dónde estará mi dicha o mi fatalidad? ¿Quién es y qué es lo que me mueve a buscar mi advenimiento? No lo sé.
Solo sé que tengo afán. A veces, solo respiro y pienso y observo. Doy vueltas y vueltas en mi jaula que solo yo veo. Me pellizco, existo de carne y hueso marcado con un nombre, un rol, un temperamento, una familia, una sociedad mezquina que le ha asignado un espacio a mi ser. Y aunque pienso y escribo sin pedirle permiso a nadie, unas letras irreverentes que dibujan un mundo mal hecho, ni lo uno ni lo otro es mi sitio.
El presente es complejo, me tiene atrapado, me detienen los altos muros del “poder” de unos y la alambrada de púas del “tener” de otros. Mi pasaporte es el saber, pero no es el salvoconducto más relevante de la condición humana de hoy.
Tengo afán por encontrar mi lugar. Sentir nuevos vientos descontaminados, ver las olas de otros mares diáfanos, una sociedad más justa, muchas sonrisas y caras alegres y amorosas.
Me sostienen unos sueños trasnochados que conservo sagradamente, como una catedral. A mi lugar actual le daré las gracias y le diré adiós, porque de algo estoy convencido: ¡no es mi lugar!
En el fragor de mis años, sé que aún es temprano. La función no acaba y de ninguna manera pretendo dejar el desenlace final a los designios del destino. Mi lugar existe y está vacío. Debo llegar antes de que sea demasiado tarde. Tengo afán por llegar y vivir sin afanes.
*Ensayista, cuentista, analista político