“Colombianos, tenemos una segunda oportunidad bajo los cielos de la tierra.” Así concluía el discurso de posesión del presidente Gustavo Petro, el histórico 7 de agosto en el que el país cambió de rumbo.
El llamado a hacer de Colombia la Potencia Mundial de la Vida, en medio de una ovación ante un símbolo de unidad latinoamericana como lo es la propia espada de Bolívar, que, tras la primera orden presidencial, solicitó fuese traída al acto de posesión, corresponde por supuesto, al principal mensaje que ante el mundo quería establecerse, doscientos dos años luego de concluida la Batalla de Boyacá.
No son menores los retos que enfrenta el nuevo gobierno, al hacer el llamado conjunto al pueblo colombiano a no seguir más en el país que es reconocido como el país de la muerte, un llamado a establecer acuerdos por medio del dialogo, a buscar soluciones a través de la palabra, a descubrir esos cambios que se encuentran en el amor.
La conclusión a las seis décadas del conflicto, a más dos siglos de barbarie, en la que unas élites no querían soltar el poder, como lo expresó el propio presidente en su alocución.
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El discurso de Petro muestra paso a paso los llamados y transformaciones que pretenden hacerse en el país, enmarcando en primer lugar, una guerra que se ha librado mundialmente y que ha resultado en un categórico fracaso: la guerra contra las drogas. Una guerra, que, según el Presidente, ha fortalecido a las mafias y ha condenado al Estado a cometer una serie de crímenes y atrocidades, un camino de muerte, en nombre de una política antidrogas.
Es así que, instó al mundo entero a reconocer que dicho camino debe transformarse y ha de ser guiado por otros preceptos que quizá en conjunto ya se encuentren construidos.
En segundo lugar, el Presidente Petro, planteó la posibilidad de la igualdad, señalando que el 70% de la riqueza está concentrada en un 10% de la población, reconociendo así, que somos quizá el país más desigual no solo a nivel latinoamericano, sino a nivel global.
Este es un llamado a desarrollar políticas de redistribución y programas de justicia, fijando de esta forma, la necesidad de una Reforma Tributaria, en la cual, quienes generan riqueza han de pagar de manera solidaria a la sociedad que les permite y garantiza la fortuna.
Señaló también el presidente, que el gasto del Estado no debe ser para unas mafias políticas, sino para el pueblo. Y es que la redistribución que se planea en la Reforma Tributaria, va de la mano con otras reformas que se encuentran inscritas dentro del propio Sistema General de Participaciones SGP, de donde se destinan los recursos para Salud, Educación y Saneamiento básico.
Las reformas atraviesan el contrato laboral, la reforma pensional, la brecha de género. Fijan el curso hacia la Sociedad del Conocimiento, reconociendo la deuda histórica con el sector educación, pero también, la manera como la apertura económica ha golpeado la seguridad alimentaria del país, impidiendo la producción del campo, otra gran deuda con el campesinado colombiano que habrá de subsanarse con la Reforma Agraria.
Finalmente, Petro habla del tránsito hacia una economía sin carbón y sin petróleo, reconoce que el país posee en la Amazonía, una de las mayores esponjas de absorción de gases de efecto invernadero, y hace el llamado a cambiar la Deuda Externa por acción contra la crisis climática, quizá una de las apuestas más audaces y un reto a los opresores planetarios, en el plan de gobierno que inició su rumbo.
Este llamado empalma nuevamente con el llamado de unidad a las naciones de Latinoamérica, hacia la búsqueda de convergencias en capacidad y coordinación en investigación científica, servicios de salud, e incluso en el poder generar energía limpia de transmisión a escala continental. También empalma con el llamado a generar alianzas con las naciones africanas y con el mundo árabe: otros de los oprimidos en la historia.