No obstante estar en momentos muy difíciles a causa del COVID-19, especialmente en algunas de las ciudades y departamentos más importantes del país, y no haber llegado aún al peor momento de esta pandemia, sí es hora de empezar a pensar en el complejo futuro que nos espera. Son muchas las razones que justifican este esfuerzo que para muchos puede ser todavía prematuro. Tal vez una de las más importantes es que al contrastar decisiones del presente con sus impactos cuando se reduzca el riesgo, permite entender las consecuencias de muchas de las medidas que se están tomando en este momento. El populismo, el cortoplacismo, el abuso del poder, la falta de conocimiento sobre los efectos de decisiones actuales y la confusión en las prioridades, pueden dañar aún más el escenario en que se encontrará el país en los próximos meses, en los años que vienen.
Esta necesaria salida del debate solo sobre la coyuntura ya la empiezan a entender muchos sectores y muchas de las ideas son positivas, otras discutibles, y algunas definitivamente descartables, pero todas válidas para abrir una discusión imprescindible. Probablemente por la historia de Colombia que cuando ha estado en situaciones difíciles, ninguna como la actual, siempre ha logrado salir adelante, en el fondo se tiene la esperanza de que llegaremos a estar relativamente bien sin negar inmensos costos que todos tendremos que afrontar. El problema no es reconocer la necesidad de pensar el futuro. El reto es otro.
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El liderazgo que estamos viviendo nos permite vislumbrar un futuro muy difícil
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Cuando vemos muchas de las actuaciones de quienes ejercen el poder actual, emerge la pregunta de si tendremos el liderazgo que requerirá este país para enfrentar con relativo éxito ese complejo mañana que nos espera. Este es el mayor desafío que muchos vemos y obedece a un hecho evidente: el liderazgo que estamos viviendo nos permite vislumbrar un futuro muy difícil. Cuando se analizan muchos de quienes ejercen actualmente altas posiciones lo que se detecta es dramático. La gran mayoría especialmente en el campo político tiene algunas de estas características: vidas llenas de episodios oscuros; odios infinitos entre quienes tienen mucha influencia y olvidan su rol en medio de actitudes incendiarias; respuestas facilistas sin medir consecuencias; salidas aceleradas para satisfacer sectores poderosos sin vislumbrar las consecuencias generadas por la pandemia. Y obviamente, descarados robos en momentos donde hay millones de personas sufriendo una precariedad que jamás esperaron que pudiera sucederles. En síntesis, un liderazgo aislado de la realidad, prepotente, egoísta, ignorante, sumiso a grandes poderes, y muchos sin comportamientos ejemplares que mostrar. Obviamente hay excepciones, pero estos calificativos son los que se merecen muchos de los que manejan el poder en este país en este momento.
¿Son estos los líderes que nos merecemos? Precisamente para empezar a construir un futuro mejor toca ser sinceros así nos cueste. Por ello muchos con seguridad estarán de acuerdo que sí tenemos los líderes que nos merecemos. A muchos los hemos elegido por las razones equivocadas; porque dejamos que la política llegara a este nivel tan bajo; porque no apoyamos a quienes fueron sacrificados por no jugar con esas reglas; porque no valoramos nuestro poder ciudadano para buscar y apoyar nuevos liderazgos. Porque además hemos pecado de permisivos si no por acción sí por omisión. Finalmente, cerramos los ojos ante muchas arbitrariedades y hoy lo más doloroso es que los mayores costos los están pagando esos sectores de población sin los esquemas de protección necesarios para poder sobrellevar esta crisis. Que no nos sirva de consuelo que América Latina está llevando la peor parte de la pandemia, porque esto obedece a muchos pecados que compartidos entre todos los países de esta parte del mundo.
Sin duda es demoledor este reconocimiento, pero hacerlo honestamente si puede llevar a esta sociedad a fijarse muy bien en quienes aspiran a seguir manejando este país y a elevar los estándares. Sin duda, habrá muchas mujeres y hombres que cumplen con esas mínimas exigencias que no hemos tenido para escoger a quienes deberían manejar este país.
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