¿Actualmente, son los directores, editores, jefes de redacción y reporteros los que están manejando diariamente la información y sus contenidos en los medios de comunicación en Colombia? Mi respuesta es un contundente no, lo que considero infortunado para la autonomía y criterio de nuestros periodistas y los de los países vecinos.
Analicemos qué ha sido noticia recurrente en Colombia en las últimas semanas: Odebrecht, Santrich, Andrés Felipe Arias, Hidroituango, Fuerzas Militares, Congreso, Fiscalía y Cortes. Hasta ahí, pare de contar. Las anteriores son las informaciones que han ocupado los principales titulares, el tiempo, el esfuerzo y el cubrimiento en inmenso porcentaje por parte de los medios de comunicación. O sea, estos han sido los temas que han sido direccionados y bombardeados con inmediatez en la mente y espíritu de los colombianos, quieran o no.
Y me nace una reflexión adicional: estos contenidos informativos que han inundado los medios, que acepto son noticia, merecedores de ser informados y denunciados y en algunas oportunidades dignos de investigación más profunda, ¿responden a la realidad única y esencial del país?, ¿hacen parte de lo que le preocupa al ciudadano, afecta su calidad de vida y le inquieta? No estoy tan seguro.
Y esto, digámosle fenómeno, se presenta porque detrás de estas noticias que se vuelven pan de cada día, recurrentes y repetidas, hay líderes políticos, manipuladores de opinión y organizaciones oportunistas, que se activan y que les conviene acaparar coyunturalmente la atención, invadir tiempos y espacios de opinión, e infiltrar esos contenidos en los medios a expensas muchas veces de la buena voluntad y capacidad profesional de los periodistas directores de medios. Lo anterior solamente con la intención de lograr sus objetivos, que van desde presiones políticas y jurídicas hasta lograr consensos para intereses partidistas, desinformar, etc.
Agreguémosle que todo lo anterior va en concierto y en consonancia con los contenidos en redes sociales. Ellas hoy, quién creyera, alimentan editorialmente de manera más continua a los medios y viceversa en menor proporción, creándose una dinámica para muchos soportable, para otros adictiva y perversa que fatiga, que no pertenece a su mundo, ni sus intereses y que los contamina de manera directa o indirecta… que los distrae en su realidad y sus necesidades primarias como ciudadanos frente a sus expectativas de vida.
Razón tienen muchos, para el caso de oyentes o televidentes, cuando afirman: ¿para qué escucho esta emisora o la otra si las noticias son las mismas?, ¿para qué sintonizo este noticiero en la noche si me cuenta lo mismo del mediodía? Peligrosamente, los periodistas y todos estamos llegando a ser manipulados por creadores de tendencias. Algunos verdaderos estrategas que nos sacan de los objetivos o por lo menos nos quitan el espacio de denuncia en los medios de comunicación integrales de la problemática cotidiana que afecta la calidad de vida de los colombianos… lo que ellos sienten en el pecho y el corazón, lo que más les importa, su presente y el futuro de sus familias de su entorno social, su comunidad.
Estos manipuladores de tendencias informativas, en donde algunos aparecen de la noche a la mañana, olfatean sus pretensiones y hábilmente logran que inocentemente en muchas oportunidades los medios se pongan a su servicio. También ocurre que otras veces el medio conscientemente considera que les representa mayor audiencia. Esta es una bomba de tiempo que contamina la atmósfera social, que se convierte en una válvula de escape, como bien lo trató la W con el hashtag #EstamosMamados.
Los generadores de estos contenidos soterradamente dan a entender que ellos no tienen nada que ver, pero como francotiradores saben a dónde apuntan y cómo “utilizan” su poder. Diría finalmente, colegas y compañeros periodistas, con todo respeto: más malicia indígena, no olvidemos nuestra esencia como comunicadores y periodistas, y elevemos la importancia informativa a las necesidades primarias de los colombianos de a pie… ahí está también la noticia.