Templanza conceptual versus confusión ideológica

Templanza conceptual versus confusión ideológica

"No hay que caer en ambivalencias o confusiones que favorezcan a las facciones totalitarias"

Por: Ariel Peña González
abril 08, 2021
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Templanza conceptual versus confusión ideológica
Foto: Pixabay

De cara a las elecciones del 2022 en Colombia, los partidos democráticos tienen el reto de no permitir que las fuerzas totalitarias marxistas con los ropajes de alternativos o progresistas acaben con la libertad, debido a que los enemigos de la democracia se aprovechan del desbarajuste intelectual que ronda en el país para descrestar a la ciudadanía con un cacareado “cambio” que nos conducirá a situaciones pavorosas, peores a las que está viviendo Venezuela con el socialismo del siglo XXI. De modo que solamente mediante una templanza conceptual republicana se podrá evitar la catástrofe.

La templanza conceptual evita la confusión ideológica, la cual conduce a lo que dice la Biblia en la Epístola de Santiago, capítulo primero, verso seis: “porque el que duda es como una ola de la mar, que el viento lleva de un lado a otro”. De ahí precisamente es que se deben disipar las ambigüedades, para que la militancia de las fuerzas democráticas pueda tener la brújula que conducirá a un puerto seguro a la nación.

Con frecuencia nos hemos referido a los términos izquierda y derecha, que en los tiempos actuales se han prestado para batiburrillos y galimatías, en donde con muy contadas y honrosas excepciones sin ninguna vergüenza, no obstante sus malquerientes, hay dirigentes políticos muy respetables que dicen ser de derecha, a pesar de que se ha creído falsamente que la izquierda representara el progreso y la derecha la caverna.

Recordando que Ronald Reagan y Margaret Thatcher hicieron lo que se llamó la revolución conservadora, que condujo a la humanidad, ni más ni menos, que a la derrota en Europa oriental de la estafa comunista del marxismo-leninismo, acompañados los líderes antes mencionados por el papa San Juan Pablo Segundo y lech Walesa dirigente sindical polaco. Resaltando que el derrumbe del muro de Berlín fue un acontecimiento de progreso inconmensurable para la humanidad.

En cuanto a la izquierda y la derecha, hacemos alusión a la frase del pensador español José Ortega y Gasset: “ser de derecha o de izquierda, es una de las infinitas maneras que se elige para ser un imbécil”. Sin embargo, lo básico del asunto es no ahogarse en un vaso de agua, tomando como premisa fundamental que el crecimiento y desarrollo de los partidos democráticos no puede estar sometido a los calificativos y apelativos que desde otras carpas políticas se le quieren dar, pues las denominaciones izquierda y derecha que aparecieron en la Revolución francesa, hoy por hoy no tendrían una aplicación práctica en el accionar de los movimientos políticos, y serían términos en desuso.

Debido a lo cual si tomáramos como fuente a la Revolución francesa, cuya izquierda buscaba el cambio de gobierno y la alternación en el poder, ¿cómo podríamos decir que son de izquierda las monarquías de los Castro en Cuba, los Kim en Corea del Norte o la camarilla comunista en China, que nunca van a ceder el poder? Sin pasar por alto que el castrochavismo en Venezuela siempre le grita a la oposición que nunca volverá, lo que nos dice sin vacilaciones que todos esos regímenes ignominiosos de acuerdo a la Revolución francesa no se pueden considerar de izquierda.

Con base a lo anterior, y sin caer en esquematismos, no se puede ignorar al marxismo cultural, originado en la escuela de Fráncfort y cuyo máximo exponente comunista es Antonio Gramsci, quien creó una especie de panmarxismo y proponía la abolición de todos los valores humanos y el desconocimiento de la ley natural, para lumpenizar a las masas con el fin de volverlas más dúctiles a los regímenes comunistas, acabando con la vida ordenada y decente que quieren llevar los ciudadanos, en donde la promiscuidad y la falta de moral es la condición necesaria para adocenar y enajenar a la sociedad.

Sin pasar por alto que los genocidas de Lenin y Stalin, antes de Gramsci, ya habían impulsado todo ese cúmulo de aberraciones con el pueblo ruso, para romper según ellos el orden social burgués, de ahí que en Colombia las organizaciones democráticas deben repudiar absolutamente al comunismo totalitario que se oculta en el marxismo cultural.

Superando las acepciones de izquierda y derecha, un partido moderno y democrático, en la presente situación, lo que sí tiene que proclamarse es anti-totalitario, reconociendo como los peores totalitarismos que ha sufrido la humanidad en los dos últimos siglos al fascismo, al nazismo, al apartheid y como el peor de todos al comunismo totalitario o marxismo, verdadero enemigo de la humanidad, por ser la organización que ha cometido el mayor número de genocidios en todos los tiempos, pues sus asesinatos en la última centuria suman más de 140 millones de seres humanos, con sus más destacados “líderes” encabezados por: Pol Pot, Stalin, Lenin, Mao Tse Tung, Kim Il sung, Ho Chi Minh, Fidel Castro y en Colombia las bandas armadas de las Farc, Eln, M-19, EPL, entre otras, le han hecho su aporte a la cifra mencionada.

Así que un partido democrático no tiene por qué apenarse de proclamarse anticomunista, desde el punto de vista político e ideológico, repudiando al marxismo-leninismo que ni en la forma ni en el fondo es democrático, y que busca la toma del poder por toda la eternidad, avasallando y esclavizando a los pueblos, en donde una cáfila parasita con la dirección del Estado saqueando los bienes públicos, y reprimiendo a sangre y fuego a las masas.

Por eso para ser antimarxista (anticomunista) no solamente se tiene que ser de la llamada derecha, pues no importa la ubicación en el espectro político, de suerte que también en la izquierda o en el centro se puede ser anticomunista, porque para serlo la única condición es ser humanista que de verdad comprenda y tolere al prójimo, enfatizando que el marxismo es padre del odio, la violencia y la mentira.

No hay que olvidar que para que los partidos democráticos se muevan al ritmo de la historia, sabiendo que su templanza es determinante para el progreso de una nación, deben realizar encuentros ideológicos permanentemente, en virtud de lo cual surge la hoja de ruta para no caer en ambivalencias o confusiones que favorezcan a las facciones totalitarias.

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