El viejo sabía que lo iban a matar. En la época que conocí a Temístocles la cosa en el puerto de Buenaventura estaba muy caliente; las casas de pique eran de público conocimiento y el miedo caminaba por las calles después de que el sol se iba por la línea del horizonte del pacífico. Cuando todo empezó a cambiar lentamente y Uribe salió del poder volví a saber de él, no a verlo.
Me decían que estaba feliz porque sabía que La Paz era posible y ya no andaba pensando en la muerte cómo antes. Ayer lo mataron y aunque estaba amenazado, eso tristemente ya hacía parte de su cotidianidad, tenia más esperanzas de que todo estaba por cambiar. Lo mataron en el “posconflicto” y es hoy otro número más de los llamados casos de faldas del ministro de defensa.
Era un defensor de DDHH. De esos que no posa, hace marchas para que sepan que él las lidera o que se indigna en redes sociales. Su activismo estaba en su ejemplo, en su forma de asumir su vida y vivirla. Nunca se fue del territorio porque así se lo enseñó su papá, que era otro negro verraco. Siempre se la jugó por lo que creía era bueno y justo y la indolencia de un gobierno que saca pecho con La Paz en escenarios internacionales se lo llevó en su ley. Adiós al viejo alegre, sabio y bueno de Temístocles Machado.