Pobre país. ¿No les parece?
Pasó el papa Francisco por aquí y por allá, con verdaderas Sentencias que, para los entendidos, son poderosas. Poderosas, con todas las letras. Todos, todos: profanos, indiferentes, católicos, fueron, como se dice en el común, tocados por los mensajes.
Obvio, no entró en pugnacidades, no refirió a letra alguna del acuerdo de paz, no se ató a dirigencia alguna. No era ni es su oficio. Por supuesto, con el grado de polarización existente muchos deseaban que hubiese sido de otra forma: que regañara a unos, que se reuniera con otros, que hiciera aguas el acuerdo, que se acomodará a algunos, que hiciera quedar mal al vecino. No, su oficio es otro: llamar la atención en cuatro palabras: paz, justicia, perdón y misericordia. A lo mejor quedaron con sinsabor o con tormento, pero eso sí, todos en un alto en el camino y con la mejor invitación a ‘dar el primer paso’ en la inclusión.
Así, sobre el trascendente Acuerdo de Paz expresó que: “«El autor principal, el sujeto histórico de este proceso, es la gente y su cultura, no es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un acuerdo para vivir juntos, de un pacto social y cultural» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 239)”. Se debe agregar algo? No creo. Claro, contundente.
Y qué decir del encuentro de la Plaza de Bolívar con los jóvenes, qué tal el contenido: “Los jóvenes coinciden en la música, en el arte... ¡si hasta una final entre el Atlético Nacional y el América de Cali es ocasión para estar juntos! Ustedes, porque digo que tienen esa facilidad de encontrarse, ustedes pueden enseñarnos a los grandes que la cultura del encuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos del mismo modo, no, no es eso, la cultura del encuentro es saber que más allá de nuestras diferencias somos todos parte de algo grande que nos une y nos trasciende, somos parte de este maravilloso País. Ayúdennos a entrar a los grandes en esta cultura del encuentro que ustedes practican tan bien”. Y, es que en verdad, en esta realidad, todos cabemos. La otredad nos llama al encuentro, al respeto por el otro. Qué coincidencia, la Constitución Política no solo lo trae, lo contiene, sino que lo exige, lo ordena, lo hace fundante: hace falta un paso adelante; ¿una ilusión? No, un mandato, una obligación, un compromiso que, desde lo moral, si se quiere, lo jurídico lo demanda.
Y, qué tal esta oración de reconciliación, de mandato y, de futuro:
“Oh Cristo negro de Bojayá, / que nos recuerdas tu pasión y muerte; / junto con tus brazos y pies / te han arrancado a tus hijos / que buscaron refugio en ti.
Oh Cristo negro de Bojayá, / que nos miras con ternura / y en tu rostro hay serenidad; / palpita también tu corazón / para acogernos con tu amor.
Oh Cristo negro de Bojayá, / haz que nos comprometamos / a restaurar tu cuerpo.
Que seamos tus pies para salir al encuentro / del hermano necesitado; / tus brazos para abrazar / al que ha perdido su dignidad; / tus manos para bendecir y consolar / al que llora en soledad.
Haz que seamos testigos / de tu amor y de tu infinita misericordia. Amén”.
Poderoso. De grande dimensión. Gracias papa Francisco.
Volvamos a la Toga Negra:
sin adornos, sin prebendas, con sobriedad,
con respeto, con recato
Pero también, entre otras cosas, Sentenció “Lo dije ya en otras ocasiones y lo quiero repetir como algo que es verdad y es cierto, no se olviden, el diablo entra por el bolsillo, siempre. (…)”. La sabiduría común dice que cae como anillo al dedo…allí despertamos, volvimos a la triste realidad; una de ellas y tal vez la más terrible: la corrupción, la crisis de la justicia. El telón de fondo: situación país. ¿Cuál la salida? Hay aquí también que dar un paso adelante: el retiro de quienes desde los cargos públicos de la judicatura están o pueden estar relacionados con esta crisis; informa la prensa, la Corte ya lo solicitó. Es necesario para así volver a lo propio, a la intangibilidad de la justicia, y con ello, a la protección de la democracia. Volvamos a la Toga Negra: sin adornos, sin prebendas, con sobriedad, con respeto, con recato.
