Los relatos ancestrales permitieron a las nuevas generaciones reconocer su papel en la historia y todo lo que ello representaba. De esta manera se pudo perfilar su cosmovisión, direccionando a todas las dimensiones de su ser.
El conocimiento transmitido por los mayores desemboca en la continuación de una historia que se percibía desde la imagen del otro hasta la muerte. Así mismo, las civilizaciones más antiguas desarrollaron un ejercicio memorístico vigente en el tiempo, condensando los vestigios de la palabra y recreando ambientes de desarrollo e interacciones con la naturaleza. Nunca la cultura tuvo más arraigo desde esta práctica milenaria.
El sincretismo ha venido desvaneciendo dichas prácticas. Comunidades enteras han sido arrasadas y la transmutación del pensamiento colinda con el desconocimiento de lo que somos. Algunas tradiciones se mantienen hoy, pero existe un rechazo generalizado con todo lo que reivindique la interacción humana con la naturaleza.
En ese ir y venir de corrientes culturales y de pensamiento se vincula un elemento catalizador, la televisión. Esta llega al país en el año 1954, bajo el mandato del general Gustavo Rojas Pinilla; quien deslumbrado por los desarrollos tecnológicos por la Alemania nazi decidió importar dicho aparato a estas latitudes, en donde se asomaba un descontento social y su caudillo más importante caía a manos de Roa Sierra con el auspicio de las élites bogotanas.
Ahora bien, alrededor de la televisión se generó un vínculo familiar. De hecho, en la mayoría de los hogares colombianos se estableció un ritual, en donde grandes y chicos disfrutaban de los placeres de la imagen y se consolidaba una forma de ver el mundo a través de la pantalla.
Esto hizo que el control remoto tuviera más importancia en las noches colombianas que los problemas que acarreaba la nación por esos días. Muchas generaciones fueron sorprendidas por Sábados Felices y la época de oro del cine mexicano. Además, figuras como Cantinflas, Capulina y Resortes son de grata recordación por los más experimentados.
Con la aparición del narcotráfico en el panorama nacional los ciudadanos veían impávidos lo que ocurría con sus ciudades en los noticiarios de turno, muchos civiles murieron cumpliendo con su deber y en algunos casos su muerte sigue impune.
Por la misma época, un grupo revolucionario decidió tomarse el Palacio de Justicia. La ministra de Comunicación no permitió que se diera el mensaje al pueblo y decidió transmitir un partido de fútbol entre Millonarios y el Unión Magdalena, mientras ocurría toda una masacre al interior del recinto. Por televisión se muestra que muchos salen del palacio, pero nunca llegan a su hogar.
La televisión ha estado envuelta en la tragedia del país, desde su llegada ha sido el único testigo directo de todos los horrores que hemos padecido como sociedad y a juzgar a como están las cosas parece ser que aún le falta mucho horror por presenciar.