¿Teleestudio? Otra fuente rampante de inequidad
Opinión

¿Teleestudio? Otra fuente rampante de inequidad

Simple y llanamente: cerca de la mitad de los colombianos no acceden a Internet. La brecha del conocimiento aumentará la desigualdad de ingresos de niños y jóvenes cuando sean adultos

Por:
abril 20, 2020
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De verdad: ¿Están los niños y jóvenes colombianos en casa estudiando por internet?

¿Cuántos hogares cuentan en Colombia con la conectividad suficiente y la dotación mínima de equipos para que los miembros de hogares en edad escolar puedan aprender en casa durante esta época de cuarentena , de duración incierta?

Hay algunas inequidades que, con la aparición de la pandemia, no harán sino agravarse. Al final, aunque no sepamos cuándo culmine su paso, habrá mayor desigualdad. Una de tales inequidades se refiere a la brecha en el acceso a internet de parte de millones familias con niños y jóvenes dentro del sistema educativo. Brecha que se manifiesta bien porque hay hogares que carecen, en absoluto, del acceso, bien porque tienen conectividad débil y computadores insuficientes.

Pareciera que el “teleestudio”, es decir, la participación de niños y jóvenes en clases virtuales, la preparación de tareas por internet, el diálogo entre estudiantes y docentes,  va sobre ruedas en estos tiempos del coronavirus. Eso no es cierto.

O, mejor, es cierto para  familias que cuentan con conexiones que tienen el suficiente ancho de banda y los equipos requeridos. Y la cultura del uso de internet.

La brecha digital en los hogares colombianos tiene varias dimensiones.

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Solo el 29 % de los hogares colombianos posee computador portátil; el 21 % tiene computador de escritorio y el 11 % tableta

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De acuerdo con el Dane (Agosto 2019, TIC en Hogares), el dato que resume la situación es alarmante: solo el 29 % de los hogares colombianos posee computador portátil; el 21 % tiene computador de escritorio y el 11 % tableta. Sin temor a equivocarse, puede afirnarse que la mitad de los hogares carece de computadores o tabletas. (Ojo: los porcentajes no son aditivos, puesto que la pregunta del encuestador se refería a los hogares que poseyeran uno u otro dispositivo, cabiendo, sí, aquellos que pudieran contar con uno o mas de estos).

En canto a la conectividad, el Dane es consistente en sus hallazgos: el 53% de los hogares cuenta con acceso a internet (incluyendo la modalidad “fija” y la móvil”). ¿Cómo teleestudiarán los chicos del 47 % restante? Por supuesto, la tasa incluye aquellos, la minoría, con acceso de “alta velocidad” y los de media y baja, los más.

Hay más: la proporción de personas de 5 años o más que utilizaron computador de escritorio portátil o tableta, en hogares o fuera de ellos, fue de 31 %, 24 % y 8% respectivamente.

Simple y llanamente: cerca de la mitad de los colombianos no acceden al uso de internet.

El tema se complica cuando se examina la perspectiva regional.

Tanto los datos del Dane como los de MinTIC (boletines trimestrales) coinciden: todos los indicadores apuntan a que las mayores inequidades se presentan en la costa atlántica (excepto Atlántico), la pacífíca (descontando algo del Valle), Cauca y Nariño; los antiguos Territorios Nacionales, San Andrés,  están en la edad de piedra en materia de conectividad. Al contrario, Santander, el eje cafetero, Antioquia (Valle de Aburrá), Meta y Casanare (la bonanza petrolera dejó su huella de acceso), Bogotá, están por encima del promedio.

Ni qué decir del campo y de lo que se denomina el “campo disperso”, carente de acceso a las tecnologías de la información.

Aún en las ciudades de relativa mayor conectividad (Bucaramanga, el área metropolitana de Medellín, Bogotá, Manizales, entre otras), las inequidades en el acceso y en la posesión de computadores de parte de los hogares es preocupante. Ciudades que avanzaron en el acceso a internet en los colegios,  pero que cuentan con inmensos baches en la conectividad a hogares, los de los más pobres.

Es un fenómeno también de clase media: hogares con conexiones de ancho de banda “débil”, con un equipo que se disputan todos en el hogar. Escenario difícil para el teleestudio.

La gente, con razón, se está devanando los sesos con los modelos que reflejen el proceso de avance de la pandemia, cuándo se aplana la curva, con cálculos acerca de cada cuánto se duplica el número de los contagiados, qué tantos pacientes pueden soportar las unidades de cuidados intensivos. El debate de estos días, aquí y en todo el planeta, gira alrededor de qué tanto “abrir” la economía en función de la capacidad del aparato sanitario de realizar tests y, desde luego, atender la gente.

Las restricciones a la educación presencial, probablemente, persistirán. Más de 10 millones de niños y jóvenes, en teoría,  “teleestudian”. Resulta de importancia estratégica para el país que se conozcan los datos de los niños que acceden y los que no a la modalidad del tele-estudio. Responsabilidad de el Ministerio de Educación y las secretarías del ramo. Y de tomar medidas, como se dice ahora, para mitigar el problema. Donación de computadores y de suscripciones a internet (“Adopte la conexión de un hogar...”), expansión de fibra óptica, uso masivo de la televisión con fines de aprendizaje, etc.

La brecha cognitiva anticipa mayor desigualdad en los ingresos que percibirán niños y jóvenes cuando sean adultos. A menos que la sociedad actúe solidaria e inteligentemente y el estado se meta la mano al bolsillo.

 

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