Un reciente editorial del Quindiano, periódico virtual de la ciudad de Armenia, cuyo director es el conocido comunicador local Miguel Ángel Rojas, con quien he tenido a lo largo de los años relaciones muy cordiales, aún hoy en su cargo público de asesor cercano del actual gobernador del departamento, el cura Osorio, se despacha de manera arbitraria, peligrosa y truculenta contra destacados líderes sociales ambientalistas de la región, a quienes se tilda de agenciar un discurso terrorista.
Al autor del escrito, que presumo es Miguel Ángel Rojas (por su estilo, gramática, morfología, sintaxis y sentidos discursivos), se le fue la mano y su encono, contaminado desde otras esferas del poder, lo lleva a ubicarse en terrenos bastante tenebrosos desde el punto de vista del actual contexto social en que se da un sistemático exterminio de líderes sociales por todo el país, especialmente de aquellos vinculados a las movilizaciones contra la megaminería, la defensa del agua y otros recursos ambientales, en la mira de poderosas multinacionales mineras como lo hemos observado en Santurbán y Cajamarca.
Lo dicho tiene mucha similitud con recientes declaraciones del ministro Botero, el comerciante que tiene bajo su gestión las tropas nacionales, con las que estigmatiza y fustiga a los movimientos populares tildándolos de agentes del terrorismo y de los carteles del narcotrafico, dándole alas a las bandas criminales que adelantan el exterminio de más de 400 dirigentes comunitarios.
Quien lea las declaraciones de Luis Carlos Serna, prestante académico y líder ambientalista del Quindío, objeto de la perversa saña, haciendo advertencias ponderadas sobre los problemas del agua y su contaminación, encontrará que su mensaje no refleja mala fe ni intenciones terroristas para hacer daño a los habitantes del departamento. Por lo contrario, se trata de una alerta sana y oportuna para prevenir graves problemas, que no afectan el interés comunitario de la sociedad civil. Luis Carlos no es un negociante ni mercenario al servicio de intereses oscuros o de clanes politiqueros.
Lo que sí es muy grave es lanzarle el dardo de terrorista, pues lo pone a él y a otros líderes de uno de los más potentes movimientos ambientalistas de Colombia en la mira del sicariato asesino de las bandas herederas del neoparamilitarismo.
Como bien es sabido, en los meses recientes han sido asesinados cientos de líderes y el fenómeno tiende a complicarse por las amenazas permanentes de las Águilas Negras (o verdes como bien lo anota Gustavo Petro).
En este caso se requiere de una pronta, que pedimos, intervención del Sistema de Alertas Tempranas de la Defensoría del Pueblo, de la Procuraduría Regional, del Ministerio del Interior, de la JEP, de la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad, de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU, de la UNP y de la red de organizaciones sociales para evitar una nueva tragedia tal como se ha dado en otros lugares y momentos.
Solo recordar el asesinato del profesor barranquillero Alfredo Correa de Andreis le pone a uno los pelos de punta.
Ahora bien, al gobernador del Quindío, el cura Osorio, le corresponde aclarar ya si esa es política oficial de su administración y funcionarios asesores. Es una exigencia perentoria que no admite silencios ni cinismos sinvergüenzas.
No es posible que se adelante impunemente una sistemática descalificación de los movimientos sociales, como se ha repetido de nuevo con otro editorial del mencionado Quindiano, en donde se da otra virulenta arremetida contra la protesta estudiantil de la Universidad del Quindío, que ha sido hostilizada por la policía cumpliendo órdenes del rector Echeverri.
Ojalá se rectifique esta reprobable conducta. No es ético, desde las privilegiadas posiciones públicas, tampoco desde la dirección de un periódico, estar en este plan de Torquemada violento contra la sociedad civil quindiana.
Lástima que se pretenda regresar a las viejas épocas del gamonalato macartista de Ancizar López.