Ahora que mi voz te llama y nadie escucha
más allá de ti,
de las lágrimas heladas y tus calles vacías
de la paz retenida en los lodazales del odio
de las miradas del hambre
del ocio del inconsciente
el desencanto y desaciertos del mundo
del ruido infernal de los dioses, alguien renace
te llama y te bendice para volver a soñar
y morir en la memoria del tiempo.
Te escribo desde las heridas de este lugar incierto y frío
donde vivo para adentrarme en ti
y compartir contigo este sueño distante que me habita
y se agiganta a veces en el universo de todas mis angustias
mientras advierto en mis desvelos el enigma
y el dolor de los días que se me escapan.