A los cinco años, cuando estudiaba en el Colegio Parroquial Nuestra Señora, al sur de Bogotá, estaba convencido que iba a ser cura. Su mentor y rector del colegio, el sacerdote Guillermo Agudelo Giraldo, famoso en la década del sesenta por dar la misa por televisión, lo consideraba su discípulo más aventajado. A los 10 años lo hizo debutar en la televisión. Era el muchacho de voz grave, atronadora, que leía los salmos y evangelios. William Vinasco Chamorro había descubierto de la mano de Giraldo su verdadera vocación: ser locutor. Una vez se graduó el sacerdote lo ayudó a entrar a la Universidad Libre en donde empezó a estudiar derecho y Diplomacia en la Jorge Tadeo Lozano. Al ser el menor de cinco hermanos y el único que Doña Tulia y Don Jorge tuvieron en Bogotá –son una familia venida de Cali- tenía que bandeársela como pudiera. Giraldo, además de la lectura del evangelio en televisión, le consiguió unas horas en la emisora de Kennedy y en el noticiero La Opinión de Radio Horizonte. Los elogios que despertaba su voz portentosa hicieron que se animara a participar en el Campeonato Mundial de Locución que organizaba Armando Plata Camacho. Fue el evento que lo volvió famoso.
El campeonato era una prueba de resistencia. Durante cuatro días cinco locutores se encerraron en Radio Tequendama a narrar durante 24 horas situaciones que el propio Plata Camacho proponía. Vinasco Chamorro estuvo a punto de quedar descalificado cuando, agotado y hambriento, salió a la carrera séptima a comer un pedazo de morcilla. La lluvia de llamadas de los radioescuchas fue tan atronadora que a Plata Camacho no le quedó de otra que volverlo a incorporar y, además, darle el premio. Esta distinción acabaría con sus estudios en la Libre y el Externado ya que, por intermedio del padre Giraldo, se consiguió en 1978 una beca con el gobierno argentino para estudiar en el Comité Federal de Radiodifusión. Aunque se enamoró de Buenos Aires, Vinasco se quedó sin recursos dos años después.
A los 28 años, cuando regresó abruptamente a Colombia, no tenía trabajo. Uno de sus mas cercanos amigos, Rubiel Valencia Cossio, hermano de los políticos Fabio y Guillermo, era a principios de los años ochenta director del INTRA. Le contó su situación y la única ayuda que le pudo dar fue un préstamo para que se comprara un Dodge Dart del año 72. Por esa época Doña Tulia tuvo que devolverse a Cali a raíz de la enfermedad de una de sus hermanas. William la extrañaba pero pronto encontró una manera de verla cada fin de semana. En la madrugada de cada viernes parqueaba su auto frente a la oficina de Velotax en la Av. Caracas con 17 y empezaba a gritar “Paracaliparacaliquienvaparacali” una y otra vez hasta que el Dodge Dart se llenaba. Se gastaba diez horas hasta Cali, hacía negocio y de paso veía a su mamá. Los domingos en la noche parqueaba su auto en la Plaza Caicedo y repetía una y otra vez “QuienvaparaBogotáquienvaparaBogotá”. William no sólo vivía haciendo carreras. Óscar Pérez Gutiérrez, quien era Gerente General de la Feria Internacional, lo que ahora se conoce como Corferias, le dio un puesto en el pabellón de Venezuela en el que vendió sándwiches de la Salsamentaria Madrileña. William comía al día dos latas de sardinas pasadas con Coca-Cola. Sabía que la única manera de salir del hueco donde estaba era ahorrando y trabajando de sol a sol. Desde esa época tiene la costumbre de acostarse a las 12 de la noche y levantarse a las 4 de la mañana y así intentar rendir en todos los trabajos que tenía. El hombre no solo era taxista y vendedor de sanduches sino que se iba al Norte de Bogotá a vender puerta por puerta quesos y, la respuesta era casi siempre un portazo en la cara. Vendió cursos de inglés pero solo logró venderle uno a un tío. William recuerda que nunca se lo pagó. Sin embargo logró ahorrar y con eso compró una máquina de pecloroetileno y montó en 1985 Wilvin un lavaseco que puso por los lados de Unicentro.
Vinasco no quería quedarse con su lava autos. Aún tenía vivo el sueño de la radio. Álvaro Monroy Guzmán de Radio Fantasía lo fichó para que vendiera publicidad. William era hábil y así no sólo se llevaba una buena tajada de comisión sino que conocía a empresarios, entre ellos hubo uno que le abrió todas las puertas: Germán Tobón, el hijo del dueño de Todelar, quien le ofreció ser socio de la emisora. William usó sus ahorros, vendió el lavaseco y un caballo que tenía y pudo comprar la mitad de Acuario, la que hoy se conocía como Vibra, su primera emisora.
A partir de allí el ascenso sería imparable. Las deudas se pagaron solas y William perseguía por el mundo a los ídolos del momento: el insoportable José Luis Perales que le hizo más de un desplante, Julio Iglesias y el mexicano Emmanuel. A principios de los noventa se volvió uno de los personajes más famosos de Colombia cuando se convirtió en el narrador oficial de la Selección Colombia. Por esa época su vida daría otro giro, conoció a Alma. Vinasco fue invitado a dar una conferencia en la Jorge Tadeo Lozano. Él se fijo en ella. Era la más bonita del grupo. Cuando estaba acabando la ronda de preguntas Vinasco Ch metió la cucharada “Todos me han preguntado, pero la que yo quiero que me haga una pregunta no me la hace”. Desde entonces han sido inseparables. Se casaron en Buenos Aires y ya tienen 30 años de casados y tienen tres hijos. Karen, la mayor, es su mano derecha y él le adjudica buena parte del éxito que han tenido con emisoras como Candela, su consentida, la emisora más escuchada por los bogotanos.
William, quien quiso ser en dos oportunidades alcalde de Bogotá para retribuirle a la gente todas las cosas buenas que a él le habían pasado, quien en algún momento llegó a ser jefe de debate de Álvaro Uribe Vélez. En su último intento por llegar a la alcaldía de Bogotá, en el 2007, fue protagonista de un escándalo: dijo que podría invitar a su casa a Adolfo Hitler para convencer con él. Esto hizo que Daniel Coronell le dedicara una columna que tituló Su Lucha y ambos discutieron fuertemente por radio.
Pasó el tiempo y William Vinasco, a sus 66 años ya no quiere saber nada de política. Pasa la mayor parte del tiempo en su inmenso apartamento de Castillogrande en Cartagena. Hace lo que le gusta, volvió a narrar partidos con RCN al lado de Adolfo Pérez, su compañero de toda la vida y, en Candela, tiene los tres programas que más le ha gustado hacer: Una hora con la Sonora, dedicada a la agrupación cubana que es su pasión, Azuquita pal café y Aguinaldos en Stereo que sale solo en diciembre. Cuando está en Bogotá William Vinasco es el primero en llegar a la emisora a las cuatro de la mañana. Aún tiene intacta el hambre que lo convirtió en uno de los hombres más exitosos de la radio en Colombia