Bienvenido en Colombia el debate de la legalización de las drogas y el uso medicinal de la marihuana.
Yo no fumo marihuana, ni consumo cocaína. Yo estoy de acuerdo con la legalización. Posición que comparto porque ese no es un tema exclusivo de consumidores, le concierne a toda la sociedad latinoamericana que ha tenido que contar miles de muertes violentas en medio de la absurda guerra contra el narcotráfico. No me causa curiosidad probar las drogas en un marco legal, sí me inquieta saber que parte del mundo insiste en una batalla suicida contra el tráfico de drogas, prolongada por décadas, de escasos resultados exitosos y numerosos desenlaces desastrosos.
En Colombia varios presidentes han dedicado gran parte de sus esfuerzos y del erario a luchar contra el narcotráfico. El país creyó que con la caída de los grandes capos hace unas décadas, las organizaciones narcotraficantes habrían de caer, lo que no fue más que una profunda falacia. Estos grupos ilegales siguen funcionando hoy en pequeñas unidades aún más eficientes que los llamados carteles, la batalla militar continua y las víctimas se multiplican. A su vez el terrorismo de las Farc sigue siendo financiado por las altas rentabilidades que genera el negocio por su condición de ilegal.
La cuenta de cobro va desde muertos inocentes, soldados y policías abatidos, infraestructura pública destruida, hasta restricciones presupuestarias en la educación y la salud, sectores relegados frente al gasto público que genera la guerra contra el tráfico y el consumo de drogas. Tapar ese hueco, promoviendo la legalización de la marihuana, o incluso de la cocaína, a nivel multilateral, causa escándalo. Escándalo que encuentra su origen en el pesimismo excesivo frente a los desenlaces de la legalización y la desinformación sobre experiencias internacionales en el ámbito.
Primero, como me lo dijo un gran amigo, la legalización no hace la droga obligatoria, es decir, no hay por qué sembrar pánico e imaginar que se convertirá en una pesadilla por un sobreconsumo. La inaudita y violenta guerra contra el narcotráfico la podemos acabar vía la legalización, el consumo irresponsable se puede derrotar en las aulas de un país, que en el futuro debe dejar de gastar diez veces más en guerra que en educación. Segundo, la legalización en países como Portugal, ha resultado en la disminución del consumo de drogas duras, como la heroína, y solo se ha presenciado un ligero incremento en el consumo de drogas blandas como la marihuana, que según los más expertos es menos dañina que el cigarrillo o el alcohol. En paralelo, Portugal ha podido ahorrar recursos gastados en la persecución policiaca e incrementar los recursos en programas de rehabilitación y salud pública para adictos o consumidores.
El diálogo sobre la legalización se debe abrir con coraje y franqueza, para acabar con una guerra que ha perdido el mundo, dejando cientos de miles de muertos y desgastando recursos millonarios, que bien podrían estar cumpliendo funciones más benéficas para la humanidad.
@josiasfiesco