La inmunidad de rebaño nos la dan la indiferencia y el circo.
Cruzamos hoy los 100.000 muertos y andamos en 600 fallecidos diarios por la pandemia (599 ayer). Cerca de 30 mil contagios al día y lejos, muy lejos, de conseguir la anhelada inmunidad de rebaño. Es una tragedia: los muertos por el covid en Colombia, en 15 meses, equivalen al 46 % de todos los civiles que perdieron la vida entre 1958 y 2018 que, según el Centro de Memoria Histórica, ascendieron a 215.000.
Claro que se entiende que no se podía seguir con los confinamientos extremos. La mitad de la fuerza laboral es informal y no puede quedarse sentada en casa porque necesitan buscar el pan en la calle. Los cierres de empresas han ocurrido por decenas de miles con las consecuencias conocidas en desempleo y aumento de la pobreza.
Lo que nos pasa es que pasamos de un extremo a otro sin contemplar los matices, sin la capacidad de ajustarnos a cada situación. Cualquier apertura que se haga requiere, en el contexto actual de Colombia, de la responsabilidad de todos. No está ocurriendo así.
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Cualquier apertura que se haga requiere, en el contexto actual de Colombia, de la responsabilidad de todos. No está ocurriendo así.
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Es una locura lo que está pasando. Dada la apertura de los negocios, por ejemplo, de restaurantes, se supone que dueños y comensales actuarían de forma responsable. Al contrario: a la par de las casi 600 muertes diarias, pareciera que en estos fines de semana se estuviera celebrando algún hito patriótico como el cinco a cero del 93. Medidas relajadas, colas de gente sin guardar la debida distancia, administradores de los negocios sin reparo frente al congestionamiento, felices por el auge esperado en ventas e indiferentes ante los supuestos protocolos de bio-seguridad. Gente apiñuscada en ferias en varias ciudades como si no pasara nada, eufórica.
¿Ya no hay supervisión ni sanciones?
Nos volvimos filósofos: Epicuro decia que “…el mas terrible de los males, la muerte, nada es para nosotros; cuando existimos, la muerte no está presente, y cuando la muerte está presente, entonces ya no existimos”. O sea, los muertos de covid ya no se quejan y permanecen sólo en la estadística. En cuanto a los vivos, como se suele decir en Colombia, “Hágamosle…”.
¿Que hay que abrir los colegios? Por supuesto que sí. Los niños se educan socializando y los padres necesitan trabajar. La tragedia para millones, como siempre los más vulnerables, sin conectividad muchos de ellos, no tiene nombre. Sin embargo, cuando hay 600 muertos diarios y los contagios se asoman a los 30 mil, los que abogan por la inmediata apertura ¿tienen alguna información acerca de contagios, no solo en niños, sino en profes y padres de familia? ¿O mejor le jugamos a la sobrevivencia del mas fuerte en las instituciones educativas? Lo dicho: no hay matices. ¿Qué dosis de presencialidad en el contexto de la alternancia? Valdría la pena indagar en los colegios privados que, desde hace meses, abrieron sus puertas. La estadística es fácil de armar: bastaría una instrucción del Mineducación y las secretarías: ¿cuántos contagios de niños y jóvenes, profes, personal administrativo, conductores? ¿Cuántas muertes?
Vivimos tapando tragedias con otras tragedias, o con circo.
A la del palacio de Justicia la hizo a un lado la catástrofe de Armero.
A la preocupación por la mortandad del covid, la ocupación rozando el 100 % de las UCI, la superamos con la Copa América o la europea o los partidos finales, ojalá vistos en compañía, sin el tapabocas y sin ventilar.
¿Cómo no celebrar el triunfo de Egan, el de la selección contra Perú? ¿Cómo no se van a alegrar los hinchas del Tolima?
Pasa que somos incapaces de la mesura: 86 muertos celebrando el 5 a 0 en el 93. Y acá con las puertas abiertas sin tomar las debidas precauciones, se está muriendo mucha más gente. Claro, los muertos ya no se quejan. Para las memorias del subdesarrollo.