Es imposible sustraerme del poema “El tango” de Jorge Luis Borges para escribir sobre “aquel que era una sombra oscura”, y como dice el escritor en el poema, “lo busco en su leyenda”. Este personaje atraviesa toda la obra del autor y de esto daré cuenta más adelante.
Estoy frente a Las Obras Completas y al libro El tango de Borges. En la introducción de este último deja claro que su primera incursión en el tema del tango se lo debe al Premio Municipal de Literatura -el que más lo emocionó en la vida-, que le sirvió para hacer un estudio sobre su antiguo vecino de Palermo, el poeta Evaristo Carriego, texto de 1930 que también me acompaña.
Las fuentes de la investigación para el tema del tango no fueron los libros precisamente porque en aquel tiempo eran escasas las páginas que hablaban sobre el asunto, es así que la información fue de primera mano, conversando con la gente del tango o como dice el autor con los hombres del tango y los archivos de algunas parroquias, entre ellas la Parroquia del Socorro, la Parroquia del Pilar antigua y la Parroquia de Belgrano.
Es bien conocida por los lectores de Borges su admiración a la valentía y al coraje, por lo mismo, el apego a la historia de los guapos que usaban el cuchillo como herencia de los trabajos desempeñados en el campo, o por los oficios que demandaban en la ciudad los mataderos, igualmente lo asombraba la personalidad de los caudillos, entre ellos Nicolás Paredes.
Una de las razones de las que se servían los caudillos para buscar guardaespaldas era el hecho de que el sujeto tuviera cuentas pendientes con la justicia, “deber muertes”1 para contratarlos bajo el chantaje de enviarlos a la cárcel, ejemplo de ello fue Juan Moreira, quien trabajó como guardaespaldas de Adolfo Alsina, vicepresidente durante el mandato de Domingo Faustino Sarmiento.
La pregunta inicial que es a la vez el título ¿Dónde estarán? la responde Borges en distintos tiempos, en uno de ellos cuenta: “El famoso guapo Juan Muraña no era un provocador, era una obediente máquina de pelear, un hombre sin más rasgos diferenciales que la seguridad letal de su brazo y una incapacidad perfecta de miedo. No sabía cuándo proceder, y pedía con los ojos -alma servil- la venia de su patrón de turno. Una vez en pelea tiraba solamente a matar, “no quería criar cuervos”. Hablaba, sin temor y sin preferencias, de las muertes que cobró-mejor: el destino obró a través de él, pues existen hechos de una tan infinita responsabilidad (el de procrear un hombre o matarlo) que el remordimiento o la vanagloria por ellos es una insensatez.” 2
El hacedor es un libro de 1960, aquí está el poema “Alusión a una sombra de mil ochocientos noventa y tantos”, que por la extensión de este artículo debo reducir y pasar unos versos:
“Nada. Sólo el cuchillo de Muraña.
Sólo en la tarde gris la historia trunca.
No sé por qué en las tardes me acompaña
ese asesino que no he visto nunca...”
Dicen los comentaristas de su obra: “lo presenta a Juan Muraña como personificación del cuchillero. De hecho la palabra “cuchillo” usada tres veces en 14 versos se torna en una sinécdoque del personaje.”3
Hay otro libro escrito en 1965, Para las seis cuerdas, páginas que contienen once poemas para milongas o tangos, ¿Dónde se habrán ido? es una de ellas.
“¿Dónde está la valerosa
chusma que pisó esta tierra,
la que doblar no pudieron
perra vida y muerte perra,
los que en duro arrabal
vivieron como en la guerra,
los Muraña por el Norte
y por el Sur los Iberra?...”
Borges escribe en 1970 El informe de Brodie que tiene un capítulo con el título “Juan Muraña”. Comienza hablando de su crianza en Palermo como una mera presunción, porque en su narrativa la propia vida se desenvolvió en el interior de una casa con biblioteca y jardín. Palermo que era el escenario de la historia de Muraña, era el barrio “del cuchillo y de la guitarra” que se encontraba en las esquinas o sea fuera de su vida. Recrea la escritura del ensayo sobre Evaristo Carriego, su antiguo vecino de Palermo con la siguiente intención, narrar la conversación con un antiguo compañero de escuela, Emilio Trápani.
En tal encuentro, Trápani, le cuestiona su discurso sobre los guapos en el libro sobre Carriego, “decime, Borges, vos, ¿qué podés saber de malevos?...”
-Me he documentado– contestó Borges.
Después Trápani le dijo:
-“Documentado es la palabra. A mí los documentos no me hacen falta; yo conozco a esa gente...” al cabo de un momento de silencio le confesó:- “Soy sobrino de Juan Muraña...Florentina, mi tía, era su mujer,” y le promete una historia interesante.
El caso es que ellos vivían con la tía en una casa de alquiler, -Juan Muraña no vivía con ellos-. No tenían con qué pagar el arriendo y su madre viajó hasta la casa del dueño para pedir una prórroga, estando muy cerca del objetivo se dieron cuenta que al arrendador “lo habían cosido a puñaladas.” La gente conmovida fue mucha, aunque la tía Florentina decía: “yo sabía que Juan no iba a consentir que el dueño nos dejara sin techo”.
Un día cualquiera Trápani va hasta el dormitorio de Florentina y ella de una vez le repite “Juan fue quien nos salvó” pero él le dice- “Juan murió hace diez años”. La tía le respondió que Juan estaba allí con ellos, “¿Querés verlo?” y sacó un puñal de la mesita y le dijo: “Aquí lo tenés”. Trápani entendió que la tía había matado al arrendatario y “la daga era Muraña, era el muerto que ella seguía adorando”. “Hasta aquí el relato de Trápani, con el cual no he vuelto a encontrarme”.4
En el libro La cifra de 1981 aparece la Milonga de Juan Muraña, aquí está una estrofa:
“Lo recordaba Carriego
Y yo lo recuerdo ahora.
Más vale pensar en otros
cuando se acerca la hora...”
En el capítulo X “Prólogo a una edición de las poesías Completas de Evaristo Carriego”, Borges imagina a Carriego cavilando en lo que hubiera sido su existencia al interior de las narraciones de Alejandro Dumas y una vida en Francia, hecho que fuera interrumpido por “el rasgueo de la laboriosa guitarra, la despareja hilera de casas bajas vistas por la ventana, Juan Muraña tocándose el chambergo para contestar un saludo (Juan Muraña que anteanoche marcó a Suárez el Chileno), ...”5
La pregunta inicial me fue respondida con la trayectoria de Muraña, arquetipo del cuchillero que estuvo no sé cuántas veces en la pluma de Borges. Retomo para sellar el artículo la primera estrofa del poema “El Tango”:
“¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer, pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía”.
En el Hoy, el Aún y el Todavía encontré el hombre que buscaba y aún sigue la pregunta del poeta:
“¿Qué oscuros callejones o qué yermo
del otro mundo habitará la dura
sombra de aquel que era una sombra oscura,
Muraña, ese cuchillo de Palermo?...”
(1)Deber muertes es haber matado a alguien.
(2)Borges, Jorge Luis. Obras Completas I 1923-1949: Edición Crítica/comentada por Rolando Costa Picazo e Irma Zangara-1a ed- Buenos Aires: Emecé 2009. p.236
(3)Ídem. Tomo II. p.319
(4)cit. Tomo II.p.719
(5)cit. Tomo I. p.260