Faltaban casi 10 minutos, y el gran capitán, el tipo con el coraje y el corazón, Falcao, comenzó a secretear. La verdad hizo lo que tenía que hacer, sino nos metían uno y hasta dos goles. Falcao nos clasificó con ese trato, pero demostró lo latinoamericanos que somos.
Lloramos toda la vida, nos quejamos de ser víctimas. Ayer escuché a un amigo —que no sabía siquiera cuantos cambios eran los reglamentarios— decir que es que siempre le pitan a Colombia en contra. Y armamos unas películas de persecución, de acoso, de discriminación... Pero cuando nos dan papaya hacemos exactamente lo mismo.
En el 2002 Argentina y Uruguay se boletearon ante el mundo. Retardaron 10 minutos el partido, y luego al final jugaron al bobito, pero fue lo mismo a lo que terminamos jugando ayer. Jugamos el partido más frenético de estos cuatro años, y Perú dejó la sangre: eran 36 años sin ir a un mundial. Y de repente, después de la charladita, el partido se convirtió en un amistoso. Qué verguenza clasificar así. Pero bueno, clasificamos.
Pero no olvidemos cómo llorábamos entonces.