Los humanos olvidan muy fácil y rápido. Todo se borra de la memoria y el tiempo actúa como el mejor aliado.. Todo pasa, se diluye y se disipa con extremada rapidez. A los colombianos ya casi se les olvidó que a las Farc –hoy convertidas en partido político, ¡¡quién lo creyera!!- antes de su desmovilización se les pedía a gritos gestos de paz y ese clamor era desoído por ellos. Hasta se realizaban multitudinarias marchas cuyo lema era "no más Farc" (hoy, siendo sensatos, ese grito debería mutar a ¡¡no más Uribe!!, que es el verdadero obstáculo para la consecución de la paz y la reconciliación entre los colombianos).
En esas abultadas manifestaciones se enarbolaban banderas y camisetas blancas; apoyadas por muchas gafas de marca, sombreros y cremas de finas marcas para protegerse del inclemente sol. También, exclusivos paraguas se usaban para cuidarse de una eventual lluvia. Se marchaba incesante, una y otra vez en todo el territorio nacional, pidiendo la desaparición de las Farc, paralelo a esto, el conflicto se recrudecía y los muertos no paraban. ¿Se nos olvidó esto?
Las protestas seguían y eran gigantescas concentraciones que se realizaban simultáneamente en todas las ciudades del país. Las plazas se abarrotaban pidiendo la liberación de los civiles y los soldados retenidos por esta guerrilla. Así mismo, se pedía el fin del conflicto armado, las extorsiones, las pescas milagrosas y las tomas a pueblos y veredas. Todas esas exigencias se convertían en una utopía, que se diluía tan rápido como hoy se nos olvida que vivimos sesenta años de conflicto armado. Cada intento que el gobierno de turno emprendía (como inicio de diálogos) terminaba en un fracaso… y a la espera de miles de muertos más para volver a comenzar. Era un verdadero círculo vicioso y un retorno constante a la brutalidad del conflicto armado. ¿Ya se nos olvidó?
Todo esfuerzo por terminar el conflicto de 60 años resultaba infructuoso y vano. Las Farc arreciaban y obligaban a los gobiernos a sentarse en la mesa de diálogos, y las conversaciones funcionaban como una estrategia de dilación o búsqueda de espacios para fortalecerse. La intención siempre carecía de sinceridad, porque, además, se acariciaba la posibilidad de la toma del poder por la vía de las armas. Los intentos de hablar con la guerrilla, desde el gobierno de Belisario Betancourt, pasando por el de Virgilio Barco, César Gaviria (con el bombardeo a Casa Verde), Ernesto Samper y Andrés Pastrana, fracasaron, pero nos dejaron sabias enseñanzas. ¿Ya se nos olvidó?
Llegó el gobierno de Juan Manuel Santos, que aprendió de todos los errores cometidos por sus antecesores y dio en el punto preciso: sacó adelante el proceso de paz y su reconocimiento internacional fue el Premio Nobel de Paz. ¿Cuántos muertos nos ha evitado el proceso? Miles de vidas se han salvado, especialmente de gente humilde (hijos de campesinos que salen doblemente victimizados: por su ancestral pobreza y por padecer el conflicto).
Así pues, se logró lo que hasta el momento era imposible. Las Farc tuvieron toda la voluntad: firmaron, se desarmaron, cumplieron a cabalidad, y el mundo lo presenció y aplaudió hasta el delirio. Mostraron la iniciativa para la paz que tanto les exigían y que hoy no tiene el actual gobierno en el cumplimiento de lo pactado. El proceso fue uno de los grandes logros de la ONU y los países garantes, además de los países acompañantes y Cuba como facilitador de su territorio, para que se desarrollaran las conversaciones. Se decía que se había entregado el país a la guerrilla, lo que resultó completamente falso. Muchas cosas se han dicho, pero lo único cierto es que vivíamos en un mejor país, porque cesaron las muertes y por más de 5 años al Hospital Militar no llegó un soldado muerto ni herido, ni un mutilado. ¡Ya se nos olvidó!
Sin embargo, hoy, con desespero, nos quieren regresar a la guerra... a la época del reguero de soldados muertos y mutilados, de guerrilleros traídos en bolsas plásticas que bajaban de los helicópteros (posiblemente producto de falsos positivos), de unas Farc fuertes y que no se encontraban derrotadas. A la postre, era una guerra de baja intensidad, en la cual ningún bando salía vencido plenamente. Eran muertes de ambos lados, con una característica en común: todos eran hijos de gente pobre, que era la carne de cañón, bien sea como víctimas de falsos positivos o como soldados regulares y guerrilleros muertos en combate. Los que agenciaban la absurda guerra nunca exponían sus hijos, pero sí atizaban la guerra y la siguen atizando desde una cómoda posición y en una cómoda postura ideológica.
Hoy a los integrantes de las Farc los acorralan, les crean inseguridad jurídica, les incumplen lo acordado (en franca perfidia), los persiguen y, lo más grave, los están asesinando. Eso tiene un único fin perverso en este gobierno: presionarlos para que se rearmen y tener el caballito de batalla con que se invisibiliza la corrupción reinante. Regresar a la guerra es el protervo propósito. Pareciera que se quiere crear en el imaginario colectivo que las Farc todavía existen y con ello demonizar y manipular. Por suerte, la sensatez de las ex-Farc ha evitado que eso suceda, pero todo tiene su límite. Ya van 236 desmovilizados y más de 750 líderes sociales asesinados inmisericordemente, sin que el Estado y esta sociedad se inmuten. ¿Ya se nos olvidó tan rápido?
El pueblo colombiano debería levantarse y defender la paz que se la están volviendo trizas.