Acaba de decirle Juanpa a Yamid Amat, que se maneja a punta de mermelada y condecoraciones, que nunca estuvimos tan cerca de la paz como ahora. Y dentro de su pensamiento tiene toda la razón. Cabe demostrarlo.
Nunca asesinaron tantos policías como ahora. Nunca atacaron sus cuarteles como ahora. Nunca los maltrataron como ahora. Indicio claro de que la paz está cerca.
Nunca le han dado tantas palizas al Ejército, como ahora. Desde la grande de Buenos Aires en el Norte del Cauca, hasta los palos que le llueven a diario desde el norte hasta el sur de Colombia. Hasta se le roban los comandantes de los pelotones, señal inequívoca de la vecindad de la paz.
Nunca se contaminaron más los ríos de Colombia. La minería que practican estos salvajes, vergüenza para el género humano, los están convirtiendo en lodazales inmundos que no llevan agua sino mercurio, petróleo crudo y cuanto químico letal pueda importarse. ¿No ve, don Yamid, cómo se nos acerca la paz?
Nunca como ahora presenciamos el espectáculo de las selvas destruidas para sembrar coca. Bosques milenarios que no veremos jamás recuperados, parques naturales vueltos pateaderos de los terroristas, árboles centenarios que caen al empuje del hacha asesina. No hay duda: ya llega la paz de Juanpa.
Nunca se volaron tantos oleoductos como en estos pacificados días. No nos sorprende la noticia de atentados en Arauca, Boyacá, el Catatumbo, el Putumayo, en Puerto Asís o en la Hormiga o en cualquier parte. Lo sorprendente es que no destruyan alguno. Es porque la paz se anuncia con estas bombas malditas.
Nunca se volaron más torres de energía que por estos días aciagos. Es la noche que cae sobre vastas regiones de Colombia, prueba de que ya les llega la claridad de la paz.
Nunca han volado en pedazos las carreteras de la Patria como ahora. Las que llevan de Medellín a la Costa, la Panamericana que nos conecta con Suramérica, la que conduce al Guaviare, las de Arauca, las de medio país son escenarios de estas atrocidades, que implican puentes y alcantarillados. ¿Prueba más evidente de la epifanía de la paz?
Nunca se sembraron tantas minas antihumanas como ahora. Y nunca perdieron la vida tantos inocentes que las pisaron. Nada como una paz llena de inválidos, ¿verdad, Juanpa?
Nunca ha sido más productiva la extorsión como ahora. Aquí la tragedia del campo se hermana con la tragedia de las ciudades. Pagar protección es como un deber universal de los colombianos honrados. La Universidad Sergio Arboleda ha hecho sobre el tema un estudio a fondo. No hay duda: la paz está cerca.
Nunca hubo tanta cocaína como en estos tiempos. El negocio ha llegado a niveles asombrosos de prosperidad. De cincuenta mil hectáreas de superficie sembrada en coca pasamos a las ciento veinte mil que revelan los técnicos de los Estados Unidos. De doscientas veinte toneladas de cocaína que llegaban al mercado en los últimos días del gobierno de Uribe, subimos a quinientas cuarenta, según los últimos reportes conocidos. Si es usted curioso, amigo lector, recuerde que el kilo de cocaína vale sesenta y siete mi dólares en Europa. Multiplique y llegue al convencimiento de que esa cercana paz se discute en La Habana con el cartel más rico del mundo y que esa organización criminal es la más poderosa empresa de Colombia. Por mucho. ¿Quiere una noticia más reveladora sobre la proximidad de la paz?
También le dijo Juanpa a Yamid con quiénes hacemos la paz. Su cálculo es de siete mil guerrilleros en armas. Muy debilitados como verá cualquiera que lea líneas arriba. Pues de esos siete mil, hay dos mil niños y niñas secuestrados, que es preciso restar a los que negocian la paz con Juanpa. Son cinco mil. Para enfrentar un Ejército de trescientos mil hombres, una policía de ciento ochenta mil y una población de cuarenta y siete millones de aterrorizados, abandonados y sometidos colombianos. Esa es la reconciliación. Esa es la paz. Esa la solución a 50 años de guerra, de la que habla Juanpa sin contar en qué consiste. Y de la que según dice, está pendiente el resto del mundo.
Pues no, Juanpa. Los que están pendientes de su paz son los cuatro mamertos que quedan en América, empezando por su hermano Enrique, y por los que firmaron el Foro de Sao Paulo. Y destrozaron estos países. Y se robaron la mayor bonanza que tuvo el continente. Y están a la espera de que ya derrotados en todas partes, salgan victoriosos en Colombia. O mejor en La Habana. Donde el supermamerto Jaramillo y el supercándido de la Calle nos quieren entregar, a punta de mermeladas y mentiras. Esa es la paz que usted ve cerca. Y la que tal vez no le aceptemos Juanpa.