Al igual que con todo el paquete de reformas sociales (salud, educación, agraria) del gobierno del presidente Gustavo Petro los sectores políticos más retrógrados del país quieren repetir el deplorable libreto del gobierno de Iván Duque de hacer trizas la paz, en este caso la Paz total.
Lo curioso de la actual coyuntura es que en tal propósito coinciden el uribismo más recalcitrante, el militarismo más tenebroso, el santismo seudo pacifista, la impostora mass media y cierta academia seudo científica que manipula datos y procesos históricos en una interpretación sesgada que carece de seriedad y objetividad.
El objetivo central de la reciente cascada de descalificaciones de la política del presidente Gustavo en lo relacionado con el fin del conflicto social y armado es socavar el plan más audaz de la historia reciente de Colombia para construir una paz integral que no se limite al mero desarme de los combatientes de la resistencia agraria colombiana tal como se dio con los Acuerdos del gobierno de Santos con una fracción de las Farc en el segundo semestre del 2016 que al día de hoy ha sido un completo fracaso por el incumplimiento del Estado de buena parte de lo plasmado en el documento final firmado por las partes.
En Colombia se han firmado muchos Acuerdos de paz desde el gobierno del general Rojas Pinilla en 1954 y los mismos han sido desconocidos de manera reiterada por todos los gobiernos, a lo que se debe agregar el sistemático exterminio de los ex combatientes que actuaron de buena fe creyendo en la palabra de los funcionarios públicos de turno.
Lo que ha ocurrido con el Acuerdo de paz con las Farc en los últimos 7 años, en el que los gobiernos, tanto de Santos como de Duque, desconocieron el grueso de los consensos en materia de reforma agraria, participación democrática, sustitución de cultivos, reformas al Estado, derechos económicos y sociales de los ex combatientes, no es una novedad en el comportamiento de nuestro Estado oligárquico y feudal.
Era algo previsible.
Así que pretender encajar la Paz total en ese modelo fallido es el más grave error de los “expertos” que sugieren deconstruirlo para traer de nuevo el paradigma de la paz post bélica patrocinada por el Consejo de Seguridad de la ONU que fue el que se copiaron en la Mesa de La Habana en el 2016.
La Paz total es un paradigma complejo y dialectico que se ha proyectado en los términos de la transición política colombiana en curso con el gobierno del presidente Gustavo Petro para trascender el viejo Estado reaccionario y su forma antidemocrática y excluyente de dominación y subordinación de las comunidades.
La Paz total es una ruta que se sustenta en el principio de que se ejecuta lo que se acuerda en las Mesas de negociación, que no hay las consabidas “líneas rojas” para bloquear las reformas sustanciales que demanda la insurgencia rebelde, que el proceso de la paz total no puede encasillarse en los términos de la fallida democracia liberal que ha prevalecido en la institucionalidad desde mediados del siglo XIX.
La paz total implica una innovación social acompañada de una gran creatividad para romper los obstáculos que impiden la incorporación de los excombatientes en la normalidad de la vida social y política. Pretender que tanto los integrantes del Eln como del EMC de las Farc y eventualmente los de la Segunda Marquetalia, se acojan a las medidas incluidas en los pactos del 2016 es simple y llanamente anunciar el fracaso del actual proceso liderado por el Alto Comisionado de Paz, doctor Danilo Rueda, lo que no se debe permitir por parte de los sectores sociales y las comunidades populares.
Aniquilar la Paz total con falacias y mentiras es absurdo; sabotearla con los mismos argumentos con los que se descalifica y bloquea las reformas a la salud, a la educación, a la entrega de tierras a los campesinos, a la transición energética, es simple y llanamente anunciar el retorno a la guerra, a los enfrentamientos militares, a las hostilidades y a las conocidas campañas de extermino de las comunidades y sus líderes, algo nada improbable en el actual contexto geopolítico global cargado de muchas sorpresas como el actual conflicto exacerbado entre Palestinos y los judíos fascista de Netanyahu.
La paz total está colmada de grandes desafíos como aquel que no se plantea como fin principal el desarme de los combatientes y su reincorporación en condiciones de absoluta subordinación a los poderes hegemónicos de la ultraderecha reaccionaria; y como el otro referido a los soportes económicos reales de los combatientes que han dedicado sus vidas a romper los privilegios de las castas dominantes en la sociedad y el Estado nacional.