En una iglesia de San Antonio de Pereira, Antioquia, se ha instalado un código QR a la entrada de la iglesia con el cual los fervorosos fieles pueden realizar digi-ofrendas y transferencias bancarias directamente a las cuentas del señor.
Diversas reacciones han surgido sobre la implementación de estos medios de pago en “la casa de dios” muchos están a favor, afirmando que facilita mucho el proceso de dar limosnas y que, sin importar la manera en que se recolecten, igual realizan estos aportes monetarios continuamente, otros, por el contrario, afirman que es una muestra evidente de la bancarización de la fe, el interés económico de la iglesia y la degradación de las creencias populares bajo un modelo de negocio que, a pesar de recaudar inmensas cantidades de dinero, no paga ningún tipo de impuesto.
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Si bien la limosna y la recaudación de fondos dentro de las diversas ramas de la religión ha sido evidente a través de toda la historia, esta no deja de ser sin duda una situación paradójica y un poco grotesca de cómo la humanidad se ha sobrepuesto sobre la espiritualidad, aún recuerdo cuando era niño los discursos manipuladores de muchos pastores evangélicos sobre la obligatoriedad y los pésimos horizontes económicos que le esperaban a aquellos fieles que no pagaran cumplidamente su diezmo, así como recuerdo ver en alguna iglesia católica un enorme letrero con una hendidura debajo que decía en letras mayúsculas “limosnas para las santas almas del purgatorio”
Me preguntaba para que necesitarían dinero las animas en el purgatorio, supongo que en su trayecto infernal, así como en las vías colombianas, habían muchos peajes que pagar… En el fondo no era más que la imposición psicológica de entregar dinero aprovechando la fe de las personas, amasar grandes cantidades de efectivo que poca o nulamente llegaban a los pobres que decían ayudar con dichos fondos.
Esta recolección de dinero dentro de las diversas corrientes religiosas se hacia de manera solemne (al menos) y ocupaba un pequeño espacio del ritual cotidiano, sin embargo, cada vez fue cobrando más relevancia y no tardaron en aparecer pastores abiertamente ambiciosos que no ocultaban, como en el caso del código QR de la entrada de la iglesia en San Antonio de Pereira, su deseo ferviente de llenar sus bolsillos de ese santo y divino recurso llamado dinero.
La fe se ha degradado a una simple estructura de manipulación y engaño, una pirámide espiritual donde te venden dioses, milagros y salvación, a cambio de una mordida del fruto de tu trabajo, que seguro llenará las ya bastante amplias barrigas de aquellos que ten narran algo que ni ellos creen, mientras terminan de pagar su casa o su camioneta último modelo.
Ni la pelea constante de la religión con la ciencia y todo el daño que le ha causado la fe al avance de la humanidad, han sido razón de suficiente vergüenza para implantar sistemas de recolección monetaria digitales, vistosos y elegantes, en toda la entrada de sus sitios sagrados, es necesaria la adjudicación de impuestos a estas entidades pues cada día es más evidente que al final el único dios que siempre han adorado ha sido el dios dinero.