“Tal vez la Navidad”, pensó, “No viene de una tienda”.
"Tal vez… tal vez… ¡La navidad significa un poco más!”
Dr. Seuss (How the Grinch Stole Christmas!)
Tal vez sea un momento de reflexión frente a la celebración del nacimiento del ser más humilde entre los humildes; que vino al mundo rodeado de seres llenos de amor y compasión.
Que no nació entre gritos y desafueros, tragos y borracheras, escándalo y riñas.
De un pequeño que fue acogido entre inocentes animalitos y recibido con solo el calor y el amor de sus padres.
No fue momento de despilfarro u ostentación, sino de tomar el pan y repartirlo con largueza entre los que, allí reunidos, celebraban la vida y el amor.
Tal vez la Navidad sea el espacio donde las familias, aquellas unidas por lazos de sangre y aquellas unidas más allá de eso, puedan reencontrar el sentido más profundo del amor, la solidaridad y la paz.
La Navidad no fue un momento para perturbar al vecino, sino para ofrecer un espacio para la compasión, para buscar al solitario y darle ese abrazo solidario, recordar que, tal vez, en la casa de al lado hay alguien que sufre una enfermedad y tiene a su lado a alguien que llora en silencio por ese sufrimiento, o un alma que, posiblemente, está afrontando un profundo dolor espiritual, para recordar los buenos momentos y perdonar al enemigo; para compartir un instante con aquel que está lejos, no solo en distancia, sino en nuestro corazón.
Es necesario recordar aquello de “noche de paz, noche de amor”; tratar de entender que la explosión de algún detonante está perturbando el espíritu de un superviviente de alguna absurda guerra o un ilógico conflicto ideológico.
Tal vez la Navidad no sea una opulenta comida aderezada por tragos de costoso whisky, sino el compartir una cena sencilla y frugal con aquellos que amas; es posible que la Navidad no sea amanecer borracho perdido, sino agradecer a Dios que puedes compartir junto a tu padre y tu madre, tu abuela y abuelo, tu pareja, tus hijos e hijas, hermanos y hermanas, tíos y tías, en fin, junto a cada ser amado.
En medio de la tropelía y la locura absurda que no celebra la natividad, sino la excusa de cada año para tirar la casa por la ventana y terminar con una resaca infernal, recordemos aquella noche de Navidad, en 1914 cuando, durante la cruenta Primera Guerra Mundial, se acallaron los fusiles, se silenciaron los cañones, se guardaron las bayonetas y, aquellos militares, unidos en un canto, Stille Nacht (Noche de Paz), salieron de las oscuras trincheras a compartir un abrazo, reviviendo de nuevo su humanidad, sus esperanzas y el deseo de que Dios bendijera aquella noche a todos los hombres de buena voluntad.
Y como dijo el pequeño Tim, del inolvidable Cuento de Navidad de Charles Dickens: ¡Dios nos bendiga a todos!